EL HIMNO DE
CARACAS
Con cierta frecuencia
observamos en la prensa o en las redes sociales feroces críticas a
intelectuales y artistas por su posición política. La polarización que vivimos
nos está llevando a una conducta mezquina que pretende desconocer el valor
artístico de muchos compatriotas por el hecho de ser oficialistas u opositores,
según el caso. Hay quienes denigran de nuestros artistas por su pensamiento
político sin tomar en consideración sus aportes a la cultura venezolana y el
prestigio internacional que le dan al país.
Gabriel Celaya
(1911-1991) fue un poeta social cuyas principales obras fueron escritas en
España bajo la dictadura franquista a pesar de su filiación comunista. Fue un
poeta comprometido políticamente si bien su denuncia social la hacía en forma
solapada para evitar las consecuencias de la férrea censura.
En una de sus poesías
expresa: “Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales,
que lavándose las manos, se desentienden y evaden, maldigo la poesía de quienes
no toman partido hasta mancharse”. Celaya llamaba así a la conciencia de los
poetas y por extensión también a la de los intelectuales y artistas,
exhortándoles a expresar sus ideas en forma abierta y sin temores. Sobre esta
posición existen diversas opiniones.
Me duele cuando hay
chavistas que han sugerido cambiar el Himno de Caracas por el hecho, según
dicen, que su letra fue compuesta por José Enrique “Chelique” Sarabia. Le
imputan haber sido el compositor de temas musicales para las campañas
electorales de candidatos adecos. No toman en consideración que sus
composiciones son conocidas en el mundo entero, cantadas en diversos idiomas
por reconocidos cantantes, tales como Nat King Cole, Lucho Gatica y Plácido
Domingo.
Me duele cuando algunas
personas de oposición critican a José Antonio Abreu y a Gustavo Dudamel por no
manifestarse abiertamente en público contra la dramática situación que vive el
país. Es una injusticia pues su calidad artística y humana es reconocida
mundialmente. Les prefiero políticamente mudos pero que sigan engrandeciendo
con su arte el nombre de Venezuela y continúen al frente de la Fundación del
Estado del Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles. Como directores de
orquestas han actuado ante la presencia de todos los Presidentes de la
República durante 40 años, sin que ello les identifique como adecos, copeyanos o
chavistas.
Hay artistas que han
transitado el campo político, sin menoscabo de su prestigio artístico. Rómulo
Gallegos es reconocido como escritor más que por haber sido Presidente de la
República. Andrés Eloy Blanco es admirado como poeta más que por haber sido
presidente de la Asamblea Constituyente y Ministro de Relaciones Exteriores. Se
sigue estudiando la Historia Constitucional de Venezuela de José Gil Fortoul
aunque haya sido ferviente defensor del dictador Juan Vicente Gómez. José
Antonio Abreu pasará a la historia por la creación y desarrollo del “Sistema” y
no por haber sido Ministro de Cultura en los gobiernos de Pérez y de Caldera.
En el área
internacional ocurre lo mismo. No dejaremos de oír al controversial Wagner
aunque haya sido el compositor preferido de Hitler. Admirar a García Márquez y
a Vargas Llosa, ambos Premios Nobel, no significa necesariamente compartir con
ellos sus respectivas opiniones favorables o adversas a los gobiernos de Castro
o de Chávez.
El arte debe estar por
encima de las consideraciones políticas, económicas, religiosas o raciales de
quienes lo practican. El tiempo hace destacar los méritos que engrandecen a los
personajes históricos. Un artista debe ser reconocido históricamente por su
arte y no por su posición política.
José Vicente Rodríguez Aznar
josevicenterodriguez.aznar@gmail.com
@JVRA21
Miranda - Venezuela
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