ÁGORA DE IDEAS
Luego del accidentado proceso de dialogo que se diera a finales del año
pasado entre gobierno y oposición que solo produjo la liberación algunos de los
presos políticos, la posibilidad de reiniciarlo como mecanismo racional para la
superación de varios de los problemas que afectan a la mayoría de los
venezolanos es, de acuerdo a la voz de los participantes, poco posible.
La oposición ha dicho que no volvería a una mesa en la cual no se
respetan ni se ejecutan los acuerdos, mientras el gobierno tan solo lo
auspicia, pero no hace nada para satisfacer las exigencias de la oposición.
Pero peor aún, luego del anuncio de un cronograma de elecciones anunciado por
el CNE, la conducta del ente electoral en honrar la palabra comprometida luce
muy distante.
Las cosas siguen sin cambiar, la vida del venezolano transcurre
penosamente; desde saltar de una farmacia a otra para tratar de conseguir una
medicina, siempre escasa y desaparecida de los anaqueles, hasta sorprenderse
por los exorbitantes precios que han adquirido muchos de los bienes esenciales.
El gobierno y sus voceros son muy dados a la construcción de relatos que
buscan justificar la realidad presente; de ellos mismos exaltan virtudes
inexistentes y colocan la crisis en un horizonte en el que nadie lograr divisar
certeramente el culpable de las tragedias del presente y que amenazan con
perdurar. La culpa no es del gobierno sino del atracador que somete a los
ciudadanos, la culpa es del panadero que no hace pan así el gobierno no le
suministre la harina. En esa dirección llegaremos a conseguir al enemigo, un
capitalista feroz, que detestamos amorosamente porque desde Disneylandia nos
compra y nos paga el futuro: petróleo.
El gobierno muere de inacción, seguramente con los bolsillos llenos,
pero muere. Los gobernados, los ciudadanos, fenecen ante la incompetencia
gubernamental. Todo ello nos conduce a que la democracia se vea tremendamente
resentida. Dice la Carta Democrática Interamericana, suscrita por Venezuela,
como elementos esenciales de la democracia: “…el respeto a los derechos humanos
y las libertades fundamentales; el acceso al poder y su ejercicio con sujeción
al estado de derecho; la celebración de elecciones periódicas, libres, justas…”
Muy lejos encuentra Venezuela de poder satisfacer ese artículo tercero
de la Carta, de allí que, ante el fracaso del diálogo iniciado al año pasado,
el Secretario General de la OEA consiguiera, aún más que antes, elementos para
iniciar un proceso mediante el cual el gobierno venezolano pudiera ser
sancionado por el ente regional.
Leer los 28 artículos de la Carta nos advierte que vivimos en un país
violador de un acuerdo que suscribimos, pero que insólitamente inobservamos
reiteradamente, al extremo que somos sujetos a ser sancionados. Una lectura
minuciosa de la Carta Interamericana no deja dudas respecto al déficit de
democracia por el cual atraviesa el país.
La incitativa adelantada por Almagro y respaldada por otros países
debería ser tenida por la oposición y por importantes sectores oficialistas
como una oportunidad para reconducir los destinos del país por aquella ruta
sobre que la cual no existen desacuerdos: la ruta democrática.
Hay clarinadas que anuncian la pertinencia de acuerdos, corresponde oír
las tonadas.
Leonardo Morales
leonardomorale@gmail.com
@leomoralesP
Caracas - Venezuela
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