FUTURO INCIERTO
La decisión de la OPEP
de reducir su producción con el fin de apuntalar los precios, tomada el 30 de
noviembre pasado y acogida días más tarde por Rusia y otros países
exportadores, rindió sus frutos. Desde los primeros días de diciembre de 2016
los precios de los crudos marcadores experimentaron sólidos aumentos,
elevándose el precio del WTI en más de un 17% y el del Brent en un 19% con
respecto a los niveles de fines de noviembre, haciendo que durante más de tres
meses esos precios se hayan mantenido en torno a 53 dólares por barril para el
primero y 56 dólares para el segundo.
Sin embargo, desde el 7
de abril pasado, y durante las últimas dos semanas, los precios se han
debilitado, a pesar de los anuncios de altos voceros de Arabia Saudita y de
otros representantes de la OPEP sobre su intención de mantener los recortes de
producción durante el segundo semestre de 2017.
Ello se ha debido, por una parte, a los altos inventarios de crudo en
los Estados Unidos, los cuales están en niveles próximos al máximo alcanzado en
las últimas tres décadas, así como a la reactivación esperada de las
exportaciones de petróleo de Libia, que habían bajado debido al cierre de
producción de algunos campos por conflictos armados internos, para lo cual
están reiniciando operaciones dos de sus principales puertos.
Si bien esos dos
factores restrictivos pueden considerarse transitorios y circunstanciales,
pudiendo dejar de tener relevancia en el futuro inmediato, hay otro factor de
mayor importancia que puede jugar un papel esencial en la estabilidad de los
precios internacionales en el corto y mediano plazo. Me refiero a la producción
de los crudos de lutitas, o shale oil, en los Estados Unidos, la cual se vio
severamente constreñida por el desplome de los precios internacionales durante
la segunda mitad de 2014 y su ulterior estabilización en niveles muy inferiores
a los existentes hasta mediados de ese año.
Los altos costos de producción que
caracterizaron a estos crudos no convencionales en los inicios de sus operaciones
hacían que su extracción solo fuera rentable con elevados precios. Sin embargo,
eso ha cambiado substancialmente, pues se ha logrado reducir esos costos de
forma apreciable, haciendo que en varias zonas de los Estados Unidos hoy sea
rentable la extracción de esos crudos con los precios actuales.
Eso ha llevado
a varios expertos a sostener que si los miembros de la OPEP y otros países
productores de crudos convencionales insisten en restringir la producción con
el fin de apuntalar los precios, van a ver frustradas las posibilidades de
lograr ese objetivo, pues el incremento de la oferta de shale oil lo impediría,
pudiendo sufrir estos países reducciones de sus cuotas de mercado en favor de
los productores norteamericanos de crudos no convencionales. Por ello, para
estos expertos no sería de extrañar que los precios se mantengan en los niveles
deprimidos actuales por un tiempo prolongado.
De ser esto cierto,
Venezuela podría verse severamente afectada, pues vería frustradas sus
esperanzas de que aumente el precio de su cesta petrolera con el fin de
incrementar su ingreso de divisas, el cual se ha reducido grandemente, no solo
por la debilidad de los precios, sino también por la contracción de la
producción de crudos y, en consecuencia, de sus volúmenes de exportación.
Adicionalmente, a más largo plazo, hay factores preocupantes que podrían
afectar nuestras ventas externas, ya que la posible desregulación de las
actividades petroleras en los Estados Unidos, anunciada por la nueva
administración, así como la conclusión de la construcción del oleoducto
Keystone, que llevaría 800.000 barriles de las arenas bituminosas de Alberta,
Canadá, a las costas del Golfo de México, podrían generar severas limitaciones
a las exportaciones venezolanas hacia ese país, nuestro principal mercado
tradicional que paga puntualmente el petróleo que nos compra.
Pedro Palma
palma.pa1@gmail.com
@palmapedroa
Caracas - Venezuela
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