Hannah Arendt (no sabemos cómo ubicarla, si
filósofa, teórica de la política, socióloga, sionista liberal o todo ello en
conjunto) fue, en todo caso, un monumento a la inteligencia sobrenatural y
honestidad intelectual, que conlleva la concordancia entre lo que se dice y lo
que se hace; sin obviar la condición humana con sus limitaciones, grandezas,
contradicciones, vivencias y debilidades que otorga precisamente eso: condición
humana.
A principios de los años cincuenta, ya
residenciada y con ciudadanía estadounidense, luego de los tormentosos años del
nazismo, la guerra y el peregrinaje de una ciudad a otra, un país a otro, un
amor a otro, una universidad y labor a otra, publicó lo que sería la síntesis
de su pensamiento “Los Orígenes del Totalitarismo”, obra de obligatoria
consulta para intentar comprender la psiquis humana, sus acciones y
depravaciones.
Yo pienso que, en lo religioso era
agnóstica, pero profundamente judía, sionista en el sentido real de su
concepción. Para ella, el ser judío constituía una condición humana cuya razón
existencial era la lucha por la libertad, la cual no se podía separar; lo otro,
lo divino, pues lo dejaba un tanto para el culto y la fe; a lo menos así la
percibo en mi profunda ignorancia sobre el tema.
Hannah Arendt junto a Oriana Falacci,
constituyen, dos expresiones humanas, dos condiciones de mujer, que reivindican
su esencia; y allí quedaron para la historia, junto a un puñado de ellas que le
han dado continuidad a la humanidad.
En “Los orígenes del totalitarismo”, Arendt
diferencia, separa los sistemas o modelos autoritarios de los totalitarios.
Para ella, los autoritarios son expresiones del ejercicio del poder arbitrario,
parcelas políticas, sociales o nacionalistas que desaparecen con el líder o el
hecho causante (las recurrentes dictaduras militares latinoamericanas, por
ejemplo; o el propio fascismo italiano).
El totalitarismo, por el contrario,
trasciende el momento, y su objetivo es cambiar, transformar el modelo existente
por su propia concepción, con intención de permanecer en el tiempo. Para el
momento en que Arendt escribió su libro existían solo dos sistemas
totalitarios: el nazismo y el comunismo.
Ambos movimientos de masas, caracterizados
por la propaganda oficial masificante, la totalización del pensamiento único,
el Poder Judicial como instrumento de control, ejecución y represión, junto al
poder militar y policial; la educación, la cultura, la economía, el uso del
terror como inhibidor de disidencias y la ubicación del enemigo nacional como
factor de cohesión; todo ello con el propósito de transformar las antiguas
estructuras y lograr la perennidad del nuevo sistema (mil años debía vivir el
Tercer Reich, según el nacional-socialismo).
En el momento que ella escribió su obra
magna, en realidad todo lo que escribió fue magno, aún no había surgido el
fenómeno de los regímenes confesionales religiosos como el Isis, Dash o
Califato Islámico como se conoce a esta aspiración totalizante surgida del seno
del islamismo. Tampoco había aparecido el teniente coronel Hugo Chávez en
Venezuela, con su propuesta que integró el marxismo, el populismo y el
militarismo en una, llamada primero bolivariana, luego el proceso y finalmente
Socialismo del Siglo XXI, que hoy el mundo observa con horror sus resultados.
Toda dictadura es inhumana y constituye un
fracaso de la civilización occidental, porque conlleva el sometimiento
arbitrario de un hombre por otro hombre, y el abandono del Estado de Derecho,
en función de la parcela del poder que representa.
Pero, mirando a lo lejos la historia, uno se
llega a preguntar ¿Qué hubiera sido de España, de Europa, si no hubiera
aparecido Francisco Franco; o de Chile y América Latina si no hubiera aparecido
el General Pinochet? Hoy seguramente, en aras del “hombre nuevo”, estarían en
situaciones similares a las de Corea del Norte o a las de Cuba. Quizá, esta
dramática pregunta nos llegue a explicar las diferencias entre regímenes
autoritarios y totalitarios.
Juan Jose Monsant Aristimuño
jjmonsant@gmail.com
@jjmonsant
Internacionalista
Miranda - Venezuela
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