¿EL CINCO POR CIENTO?
Maduro
y el chavismo caerán, pero no por su propio peso, sino por el esfuerzo de sus
adversarios. El síntoma inequívoco está en esos millares de jóvenes venezolanos
dispuestos a enfrentar a las fuerzas represivas. Los venezolanos menores de 25
años no conocen otro régimen que el confuso guirigay chavista. Si persisten,
acabarán por triunfar, como sucedió en Ucrania.
Los
estados totalitarios tienen un tiempo crítico de gestación. Las revoluciones no
se pueden hacer en cámara lenta y el manicomio venezolano fue inaugurado en
1999, hace 18 años. Las ingenuas ilusiones de aquel instante fueron
progresivamente aplastadas bajo el peso de una nefasta experiencia gerencial
que ha destruido al país trenzada con la corrupción, el narcotráfico y la
idiotez.
El
tiempo es un factor crítico. Cuando las revoluciones comienzan cuentan con
muchos adeptos y con la curiosa expectativa del conjunto de la población, pero
los caudillos totalitarios saben que deben actuar rápidamente porque la luna de
miel será corta. Lenin tomó el poder en octubre de 1917 y antes de los dos años
ya había echado el cerrojo. A Fidel Castro sólo le tomó 18 meses apoderarse de
todos los medios de comunicación, de la enseñanza privada y de las grandes y
medianas empresas.
Probablemente
Hugo Chávez tuvo que someterse a otro calendario por la forma en que tomó el
poder y porque hizo redactar una Constitución garantista con bastantes
elementos de la democracia liberal. Enterró un texto “moribundo”, pero parió
otro que hablaba de separación de poderes y de libertades, y que dejaba la
puerta abierta a la insurrección en caso de que la estructura republicana
estuviera en peligro.
¿Cómo
se sostiene Nicolás Maduro pese al manifiesto rechazo popular al régimen?
Su
poder se fundamenta en la capacidad represiva del régimen y ésta, a su vez,
depende de la información que recibe y del daño que les puede infligir a
quienes no obedecen. De ahí la importancia del terror. El sistema juega con la
ilusión de que conquista el corazón de los ciudadanos, pero no es verdad. Se
trata de apoderarse de las vejigas de los súbditos. La intención es que se
orinen de miedo.
Como
se sabe, la información es poder. Maduro tiene acceso a los informes de la
inteligencia cubana, organismo dedicado a explorar la vida y milagro de las
personalidades venezolanas –opositores y chavistas--, especialmente de quienes
merodean el poder y tienen la posibilidad potencial de descabezar al gobierno,
sustituirlo y darle un vuelco instantáneo a la situación política.
Luego
viene la represión. Los servicios cubanos aprendieron de la Stasi alemana,
madre y maestra de la represión, que basta un 0.5% de la población para manejar
a cualquier sociedad en la que, además, el gobierno controle férreamente los
tribunales y el aparato propagandístico para construir el relato que le permita
perpetrar cualquier canallada.
¿Cómo
llegaron los soviéticos y los alemanes a ese porcentaje? Según la leyenda, la
cifra surge de la observación de los rebaños ovinos hecha por la eficiente
policía política zarista: la temible Okhrana. Bastaba un perro feroz para
mantener a raya a 200 temblorosas
ovejas. Entre sus actividades estaba, fundamentalmente, la información, la
desinformación, la penetración y la disgregación del enemigo.
En
Alemania Oriental apenas necesitaron ochenta mil personas para sujetar a 16
millones de aterrorizados súbditos. En Cuba son unas cincuenta y cinco mil para
11 millones. En Venezuela se trataría de 150,000 personas dedicadas a maniatar
a casi 30 millones.
Sin
embargo, en Venezuela no alcanzan, y ahí está “el bravo pueblo” en las calzadas
y plazas para demostrarlo. Maduro quiere armar una milicia de un millón de
paramilitares. ¿Para qué? Porque no se fía de las Fuerzas Armadas. Esas
milicias son para evitar que un día algunos militares se cansen de su
incompetencia y de sus necedades, como hicieron con el general Juan Velasco
Alvarado en Perú, aunque, en su caso, tal vez termine en un avión rumbo a Cuba,
rodeado de los handlers del G-2 isleño, que lo manejaban como a una marioneta
inepta que hablaba con los pajaritos y bailaba salsa en medio del naufragio.
La
hambruna está a la vuelta de la esquina por la falta de dólares para importar
alimentos. La catástrofe es mucho peor en sociedades urbanas, como la
venezolana, en las que el 78% de la población carece de habilidades campesinas.
Súmese a este cuadro la falta de medicinas, de insecticidas, y de todos los
factores que mantienen a raya las enfermedades. El resultado es obvio:
Venezuela se hunde si Maduro continúa instalado en Miraflores. Todos los
venezolanos, incluso los chavistas, saben que tiene que irse.
Carlos
Alberto Montaner
montaner.ca@gmail.com
@CarlosAMontaner
Vicepresidente
de la Internacional Liberal
Estados
Unidos
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