Una vez más, al gobierno le interesa dialogar con la
oposición para comprar tiempo e imagen; sin que nada cambie. Se trata de una
estrategia para legitimar la juramentación de Nicolás Maduro, el 10-01-2019,
ante unos 50 países que no reconocieron su elección. Pero, las derrotas que
sufrió la oposición en los diálogos de 2016 y 2018 le inclinan a no dialogar.
Sin embargo, las estadísticas mundiales muestran que las prácticas más comunes
en los procesos de cambio de regímenes autoritarios son la participación
electoral y la negociación. Entonces la oposición no puede escapar a este reto
y necesita re encuadrarse psicológicamente bajo esta perspectiva y completarla
exigiendo un proceso de negociación que le convenga y una agenda que sea justa.
El proceso conveniente. Referirse a
“Negociación“,nunca a “Diálogo”. Escoger el lugar; Venezuela. Acompañarse por
países amigos y enemigos para facilitar la divulgación de la experiencia. Fijar
la fecha lo antes posible para poder pararse a tiempo de la mesa antes del 10
de enero, si el gobierno no acepta una agenda justa.
La agenda justa. Empieza por rechazar la agenda
anterior y por reconocer que repetir la elección no tiene bases sólidas. Maduro
la ganó; se la regalaron los abstencionistas. Además, lo más probable es que
los países que no han reconocido la elección de Maduro lo hagan porque en
Venezuela hay demasiados recursos. La agenda justa contiene los siguientes puntos
incuestionables: Renovación de los 13 Magistrados express, de los rectores
vencidos en el Consejo Nacional Electoral, del Fiscal, Contralor y Defensor,
todos inconstitucionales, por la Asamblea Nacional; eliminación de la Asamblea
Nacional Constituyente y la juramentación del Presidente ante dicha AN.
Con esta agenda, la oposición siempre gana: Si el
gobierno no la acepta, quedaría expuesto como no democrático y a mayores
sanciones. Si la acepta, sería el principio del fin de su autocracia hegemónica.
En este caso, los opositores necesitarían volver a re encuadrarse
psicológicamente pues el gobierno sólo aceptaría repartir su poder a cambio de
“garantías” o, en términos de Robert Dahl, “de que le bajen el costo al reparto
porque, si no, no reparte.”
José Antonio Gil Yepes
Directivo Datanalisis
@joseagilyepes
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