Gran expectativa mundial se ha generado sobre el nuevo
gobierno de México que conducirá el izquierdista Andrés Manuel López Obrador.
Como es de esperarse esa expectativa ha sido mayor en América Latina al
tratarse de uno de los gigantes del continente y mucho mayor aún en Venezuela
cuyo destino se supone íntimamente ligado a los movimientos del tablero
internacional y especialmente regional.
AMLO se enfrenta a grandes retos que ha prometido
resolver, como sacar de la pobreza extrema a millones de mexicanos y limitar la
desoladora desigualdad del país, sanar la sociedad del flagelo de la corrupción
y enfrentar la violencia de enormes proporciones que azota a México: Todo lo
cual explica que las esperanzas de los electores se hayan volcado hacia una
opción prometedora aún no experimentada, que no había logrado calar en las
oportunidades anteriores en las cuales fue candidato. La ruptura de los 70 años
de la llamada dictadura del PRI, había favorecido a un partido de derecha como
el PAN que también les falló.
Esa desesperada búsqueda de la esperanza sobre la
decepción es la que en Venezuela nos llevó a la era desafortunada era de Chávez
y en otros países de del América Latina al acceso de otros gobiernos populistas
y recientemente a la inaudita elección ultraderechista de Bolsonaro en Brasil
como respuesta a la decepción hacia el PT.
Desde su elección hasta su toma de posesión López
Obrador se movió entre las ofertas efectistas y cándidas como la decisión de
renunciar a la protección de la guardia presidencial que complica hasta los
actos más sencillos de su agenda, el fin de la pensión para los expresidentes,
el adiós al avión presidencial, la renuncia a la residencia de Los Pinos, hasta
otras muy complicadas como la de recuperar el petróleo tal como hizo el general
Cárdenas, promesa que más allá de la retórica no se sabe cómo logrará.
También tomó decisiones como el sometimiento a
consultas populares informales, con participaciones minúsculas, que liquidó un
proyecto de 13.000 millones de dólares como el nuevo aeropuerto internacional o
la ampliación de derechos en pensiones y sanidad. Se han creado inquietud en
sectores económicos e intelectuales por estas nuevas formas de ejercer el poder
y sus riesgos. Pero son mecanismos demagógicos que lo han ayudado a crecer
desde el 44% de los votos obtenidos por su partido en la contienda electoral a
un 63% de aprobación en su desempeño como presidente electo para el momento de
su investidura.
Raquel Gamus
@gamusraquel
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