El
destino de Venezuela probablemente está en las manos de Juan Guaidó. Se trata
de un joven diputado de 35 años, vinculado a Voluntad Popular, un partido
fundado por Leopoldo López. Le tocó la presidencia de la Asamblea Nacional, que
es algo así como sacarse el tigre en una rifa. Como Presidente de la asamblea
se ha convertido, de facto, en el presidente interino del país ante la
ilegitimidad total de Nicolás Maduro.
Venezuela,
pues, tiene dos presidentes. Uno legítimo y constitucional, que es Juan Guaidó,
y el otro absolutamente fraudulento: Nicolás Maduro. En todo caso, en el siglo
XIV la Iglesia Católica tuvo tres papas simultáneamente. Dos fueron declarados
antipapas. Por esa regla, en el futuro Maduro será declarado antipresidente.
Los
que conocen a Guaidó me dicen que tiene la madurez y el sentido común que hace
falta para esa tarea. Por medio de la televisión proyecta una buena imagen. Lo
avalan Luis Almagro, Secretario General de la OEA, 13 de los 14 países países
del Grupo de Lima (exceptuado el México del inefable AMLO), María Corina
Machado, Antonio Ledezma y el Departamento de Estado norteamericano. Tiene las
espaldas bien cubiertas.
Está
sobre el tapete, incluso, la posibilidad de que la Administración de Donald
Trump le continúe comprando los 500.000 barriles de petróleo diarios a
Venezuela, la única bocanada de cash fresco que ingresa al país, pero con la
condición de que ese dinero se deposite en una cuenta escrow que sólo pueda
acceder a ella la Asamblea Nacional por medio de su presidente. ¿Qué sentido
tendría pagarle a un gobierno ilegítimo?
Pero
¿quién es este joven político? Guaidó es graduado como ingeniero industrial por
la Universidad Católica Andrés Bello, con postgrados en “políticas públicas” de
las Universidades George Washington y de IESA, una escuela de gerencia
acreditada en varios países.
Los
ingenieros tienen una ventaja sobre los abogados: están acostumbrados a
incorporar el factor tiempo a los trabajos que planifican. Suelen ser los
mejores en “management by objectives”, algo que se necesita urgentemente en un
país caotizado como ése.
Guaidó,
en suma, tiene suficiente formación e información para enderezar a su país. Al
fin y al cabo, Venezuela ha sido devastada por el chavismo (se robaron
trecientos mil millones de dólares) y, últimamente, por un sujeto medio idiota
que habla con los pájaros y no sabe dónde tiene la mano derecha. (Especialmente
la derecha).
Guaidó
forma parte de un brillante grupo de sacrificados ex líderes estudiantiles
entre los que se encuentran Yon Goicoechea, Juan Requesens –preso político-,
Stalin González y Freddy Guevara, protegido desde hace seis meses en la
embajada de Chile en Caracas. Es la generación del relevo. En el 2017 la
Guardia Nacional le llenó la espalda y el cuello de perdigones. Es decir: se ha
jugado la vida en las calles, algo que es importante en una sociedad en la que
se valora el gesto heroico.
Precisamente
de eso se trata la labor inmediata de Guaidó. Debe asumir el papel de
presidente interino. Debe convocar a las gentes a manifestarse en las calles.
Es también el jefe natural de los uniformados. Teóricamente, el general
Vladimir Padrino López, Ministro de Defensa, debe cuadrarse frente a él y
aceptar sus órdenes. Los soldados y oficiales menores están desesperados porque
eso ocurra.
Según
le contó el vicealmirante Mario Iván Carratú a la periodista venezolana Carla
Angola, las Fuerzas Armadas están desmoralizadas, como estaba el ejército
portugués cuando ocurrió la Revolución de los Claveles en 1974. Los soldados
tienen hambre y falta de medicinas como el resto del país. Si Maduro da la
orden de atacar a los manifestantes, Carratú piensa que no la acatarían.
¿Y
qué haría el gobierno cubano? Por supuesto, recomendaría resistir cualquier
cambio hacia la democracia y la libertad, pero el régimen de La Habana no tiene
fuerzas para rescatar y sostener a la dictadura. Padece su propia debilidad.
Recuperaría sus tropas y su personal, muy odiados en Venezuela, y se largarían
hacia Cuba, acaso ofreciéndoles asilo a un puñado de servidores venezolanos.
¿Puede
prometerle Guaidó al chavismo algo que destrabe el juego? No puede prometerle
nada que no contemple la Constitución. Quizás un referéndum para que el país
decida sobre una ley que decrete una amnistía para los delitos cometidos
durante estos años de atropellos y ruindades. Sólo eso, pero no como un
compromiso suyo o de la Asamblea Nacional, sino de toda la sociedad.
Carlos
A. Montaner
@CarlosAMontaner
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