El estigma mayor de Latinoamérica ha sido la izquierda
revolucionaria, ese aborto del fracasado comunismo internacional, portador
del concepto errado de justicia social, de aquel igualitarismo retrógrado que
incita a repartir sin producir, de aquella costumbre masoquista de culpar a otros por
nuestra propia incapacidad.
No había transcurrido una década del fiasco cubano,
cuando en Perú,Velasco Alvarado, en 1968, mediante un golpe de estado
(llamado revolución porque golpe suena a derecha), instaló una dictadura
comunista (sin mencionar la palabrita porque metía miedo), “democrática” (como la
República Democrática Alemana soviética).
Y así comenzó la misma cantaleta izquierdista de todas
las utópicas dictaduras comunista. La infaltable Reforma Agraria,
para acabar con los latifundistas que les robaron la tierra al pobre
campesino etc., etc., sin entender que estos agrestes labriegos son indios disfrazados de
trabajadores, sin ansias de superación, conuqueros mono productores no rentables.
Se alió con la URSS, expropió la banca, los medios de
comunicación, la pesca y minería (gallinita de los huevos de oro), y
creó más de 200 empresas estatales. De inmediato, las tierras dejaron de ser
productivas, los precios de los minerales se desplomaron, las empresas se convirtieron
en elefantes blancos y hasta las anchoas se alejaron de la rica costa
peruana.
Un replay del fracasado comunismo peruano se repitió
con la “Vía Chilena al socialismo”, que provocó el caos marxista en ese
país, con bachaqueros, colas, desabastecimiento, incluyendo superinflación del
1000%. Allende no se voló la tapa de los sesos por marxista, sino por incompetente.
Después vendría el chavismo a destruir el país más rico de Suramérica.
Los ideales no siempre resultan verdades, el
desmoronamiento del socialismo mundial es un ejemplo claro. Los golpes de
la vida enseñan, aunque algunos no aprenden y siguen tropezando con la misma
piedra. Porque como dice Aníbal Romero, no importa cuántos reveses históricos
se produzcan en nombre de esa fantasía, cuántas muertes, desencantos, frustraciones
y ruina deje a su paso el socialismo; después la utopía renace y reencarna en
nuevos tiempos y lugares,generando los mismos desastres y desilusiones. Que
oiga quien tiene oídos…
Ernesto García
MacGregor
@GarciaMacGregor
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