lunes, 28 de enero de 2019

JESÚS ALEXIS GONZÁLEZ, AHORA AL RESCATE DE LAS INSTITUCIONES QUE SUSTENTAN LA DEMOCRACIA


La mayor ilusión que sentimos los venezolanos en estos momentos cuando se logró el cese de la usurpación que pone fin a un gobierno corrupto, abusivo y autocrático (imparte órdenes y no escucha sugerencias), es que ello se traduzca, en lo esencial, en un relanzamiento de la democracia que en lo fundamental nos restituya el derecho a diseñar nuestro propio futuro, a decir lo que pensamos y alcanzar un mejor nivel de vida, bajo la presunción que los países democráticos son, en general, más prósperos que los que no lo son ya que promueven la estabilidad a largo plazo reduciendo el tamaño del Estado y evitando hacer promesas que no pueden cumplir.

Venezuela, en los últimos veinte años (1998-2018) transitó por una “democracia nominal” con un subyacente totalitarismo (el poder es ejercido por un solo partido de manera autoritaria) que mantuvo la apariencia de una democracia formal a través de elecciones, pero sin los derechos y las instituciones propias de un sistema democrático eficaz al punto de configurar un ¡simulacro de democracia! cuya “vitrina manipuladora” era el ejercicio del voto en eventos electorales ausentes de legalidad habida cuenta, muy especialmente, de la existencia de un registro electoral altamente inflado y plagado de inconsistencias manejado por mercenarios cubanos (realizan una misión a cambio de dinero) con obvios hábitos antidemocráticos puestos al servicio de la dictadura venezolana en pro de materializar y perpetuar un Estado narco y fallido (ineficacia gubernamental, vacío de poder y falta de resultados) que centra su atención en las elecciones y muy poco en las otras características esenciales de la democracia; en un contexto de “mayoritarismo” (quien gana las elecciones tiene el derecho para hacer lo que le plazca).

El denominado “proceso revolucionario” (¿?), que afortunadamente está llegando a su fin, fue orientado desde su inicio a la destrucción de la democracia bajo los principios del Manifiesto Comunista: “El proletariado usará su supremacía política para arrebatar gradualmente todo capital de la burguesía, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado”. En tal sentido, se propusieron reemplazar el orden tradicional por una estructura que secuestraba las instituciones del Estado con la finalidad de fundar “nuevas instituciones” (¿?) incondicionales al “proceso”.

Es de acotar, que, a los fines del presente artículo, hemos asumido como obligante para la reconstrucción de Venezuela la existencia de una poliarquía (gobierno ejercido por muchos) que hace referencia a un sistema político caracterizado por: 1.- Cargos públicos elegidos por los ciudadanos; 2.- Elecciones libres e imparciales; 3.- Libertad de expresión; 4.- Acceso a fuentes alternativas e independientes de información; 5.- Autonomía ciudadana para constituir organizaciones independientes, incluyendo partidos políticos;  y 6.- Ciudadanía inclusiva que impide le sean negados sus derechos. De igual modo, también asumimos que la competitividad de las Naciones (capacidad de producir, distribuir y asignar la riqueza) bajo un enfoque de neoinstitucionalismo entendido como la calidad de las instituciones políticas, juega un papel trascendente en la estructuración y eficiencia de la democracia en un marco de al menos cuatro dimensiones: A.- Partidos políticos programáticos e institucionalizados; B.- Una legislatura con sólida capacidad para elaborar leyes y ejercer contrapeso y control; C.- Un poder judicial independiente; y D- Una administración pública moderna, transparente y eficaz.

Desde un ángulo complementario, vale señalar la importancia que reviste para la reconstrucción de Venezuela el definir una visión estratégica de país a largo plazo con claras y perfectamente contextualizadas políticas de Estado en aras de mejorar la democracia, el desarrollo y, muy especialmente, la calidad de vida de los ciudadanos. En lo especifico del hecho económico venezolano, y su apremiante refundación desde los escombros dejados por el chavismo-madurismo con la complicidad de un régimen militar-cívico que aupó la consolidación de un Estado-corrupto generador de inmensas fortunas personales y por ende de nula creación de riqueza nacional; dicha refundación será solo posible en la medida que no se pretenda “relanzar” agotados modelos económicos instaurados en la anterior etapa democrática (1958-1998) que en mucho se perfilaron como estrategias demagógicas y populistas para la distribución de los ingresos petroleros con mínimo efecto multiplicador sobre el crecimiento y desarrollo nacional. Muy por el contrario, ha de aprovecharse la crisis imperante para impulsar la conformación de un tejido empresarial que, en lo básico, se sustente bajo los principios de una economía de escala (situación en la que una empresa reduce sus gastos de producción al expandirse) que haga viable, tanto atender la demanda interna como insertarse en el comercio internacional en el marco de la globalización.

Reflexión final: Venezuela, con el nuevo gobierno que marca el fin de la usurpación enfrentará un reto histórico: la restauración de la gobernabilidad, lo cual implica, entre otros aspectos: 1.- Estabilidad política; 2.- Fortalecer las instituciones democráticas; 3.- Participación ciudadana; 4.- Crear condiciones de confianza; y 5.- Apuntalar la previsibilidad jurídica y política. En síntesis, la Venezuela que aspiramos reconstruir sobre los escombros dejados por el incompetente y corrupto “proceso revolucionario”, será posible alcanzar a la luz de un fortalecimiento de las instituciones que sustentan la democracia en un ambiente de estabilidad económica sustentado en un equilibrio macroeconómico, que hace referencia al punto donde la cantidad de producción que ofrecen todas las empresas es igual a la cantidad demandada.

Jesús Alexis González
@jesusalexis_gon

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