La revolución tecnológica asociada a presencia del
petróleo como recurso, el automóvil y la producción en masa llega a su fin a
principios de la década de los setenta del siglo pasado.
Desde luego, como suele
suceder, se produce otra revolución técnico-científica de reemplazo: La de la
microelectrónica, la computación y las telecomunicaciones, la cual sigue en
vigencia hasta día de hoy. Esta era tecnológica dará pasó a otra, tal y como ha
sucedido antes.
Como vemos el petróleo desde hace casi 50 años dejó de
ser un factor tecnológicamente protagónico. Este hecho generó los incentivos
económicos para iniciar la sustitución de esta fuente de energía, cosa que se
ha logrado en un elevado porcentaje en sectores tan vitales como el de la
generación eléctrica, aunque no así en la locomoción de la mecanizada actividad
agrícola y en el transporte masivo y global de mercancías y persona. Otro
aspecto importante a considerar es que se ha promovido intensamente una utilización
más racional y eficiente de este recurso en los procesos productivos.
Según un estudio realizado por la OECD (en español
Organización para el Desarrollo y la Cooperación Económica) de nombre “La
Economía Global: Perspectivas del Milenio”, el consumo de energía fósil por
unidad producida mostrará una tendencia decreciente. Los cálculos del referido
estudio indican que para el año 2030 se requerirán 69.1 mililitros de petróleo
por dólar de PIB, mientras que en el año 2001 se demandaban 96.2 mililitros de
crudo para generar un dólar de PIB, es decir, 30% menos. En otras palabras,
como consecuencia de los adelantos tecnológicos en los procesos productivos,
cada vez se reducirá la importancia de este hidrocarburo en la generación de
riqueza. Lo que está a la vista es que el petróleo, para uso energético, irá
perdiendo cada día relevancia económica como fuente de valor.
La extensión en el tiempo de la vida útil del petróleo
estará más relacionada a la actividad petroquímica. Existen alrededor de 4 mil productos
de origen petroquímico. Japón, Singapur y Taiwán naciones emblemáticas por el
desarrollo de este sector productivo, pero que no posee yacimientos de
hidrocarburos, compran actualmente en los mercados internacionales un barril de
petróleo a 60 dólares aproximadamente (o menos si sigue cayendo su precio). Esa
misma cantidad, es decir cerca de 160 litros de crudo, son convertidos por la
industria petroquímica en miles de productos de consumo masivo que generan más
de tres mil dólares por barril.
Venezuela ya tiene más de 100 años como nación
productora y exportadora de petróleo, pero aún no hemos podido superar la
condición de país mono exportador de este recurso energético casi
exclusivamente en forma de materia prima. De no modificarse tal situación, lo
que tenemos en el horizonte es una dura realidad contra la cual vamos
directamente a colisionar.
A todo lo anteriormente dicho debe añadirse la nueva
realidad que ya es un dato relevante en la geopolítica internacional del
petróleo. Los avances tecnológicos basados en la perforación horizontal y la
fracturación hidráulica, están permitiendo la producción y comercialización
económicamente rentable de petróleo y gas de una conformación geológica llamada
esquisto. Los estadounidenses poseen grandes acumulaciones de este tipo de
crudo que antes no era comercial explotar. Como consecuencia de lo anterior,
según la Agencia Internacional de Energía, en un breve plazo EE.UU. podrá
desplazar a Arabia Saudita como el principal productor de petróleo del mundo y para
el año 2035 tal vez pueda ser autosuficiente en materia energética, aunque este
pronóstico nos parece una exageración ya que así como puede producir más
petróleo internamente, también el consumo estadounidense seguirá aumentando a
30 millones de barriles diarios dentro para dentro de 10 años.
EE.UU. seguramente reducirá progresivamente la compra
de petróleo proveniente de naciones de la OPEP, entre otras cosas motivado a la
convicción de que parte de ese dinero ayuda a financiar a grupos fundamentalistas.
Venezuela se verá perjudicada en esta nueva ecuación geopolítica del petróleo
ya que los estadounidenses preferirán adquirir el crudo que siga necesitando
importar de naciones como Canadá y también de Colombia y Brasil, países que no
son hostiles a las políticas de Washington y que apuntan a convertirse (como ya
sucede con Colombia) en exportadores importantes de crudo y carburantes.
En este momento la nación del Norte trae de afuera la
mitad del crudo que demanda internamente, pero la tendencia, a la luz de la
explotación del petróleo de esquisto es a reducir a un 25% su dependencia en
esta materia. Un 45% del petróleo que exporta la muy menguada industria
petrolera venezolana se dirige a EE.UU. En un futuro cercano posiblemente
tendríamos que buscarle colocación a casi la mitad de los barriles que
colocamos en el exterior, algo nada fácil en un mercado energético que tal vez
esté signado por la sobreoferta durante un tiempo prolongado.
El futuro económico de nuestro país no luce
auspicioso. Lo que no hicimos en 100 años de explotación petrolera, es decir,
dejar de depender de este recurso energético como fuente exclusiva de divisas,
tendremos que hacerlo ahora en un lapso perentorio. Por falta de visión el
futuro nos alcanzó, pero no para bien. Nuestro país está expuesto.
Pedro Elías Hernández
@pedroeliashb
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