La anomia es una enfermedad psicosocial
generada por la incoherencia entre los fines propuestos por la cultura y los
medios que aporta la sociedad para alcanzarlos. Venezuela sufre de anomia por
el contraste entre las aspiraciones producto de los mitos de que somos un país
rico porque disponemos de recursos naturales y de que somos buena gente, lo
cual contrasta con las carencias que sufre la mayoría de la población. En esta
medida, surgen varios síndromes.
En lo social, se rompen los vínculos
existentes y se buscan otros, o la persona se aísla, careciendo así de los
soportes necesarios para que cualquier ser humano se pueda realizar en la
vida.
En lo psicológico y emocional, la
frustración genera tensiones que hacen que los afectados se movilicen para
buscar nuevas relaciones sociales (trabajos, partidos, parejas, amistades, la
emigración, etc.), otros se retraen y deprimen, mientras que una minoría tiende
a reaccionar con ira y se moviliza para construir un nuevo modelo de sociedad.
Lo más grave es que la mayoría tiende a sentir tristeza, desconfianza,
desorientación y miedo; sentimientos desactivadores que le dejan el camino
libre a los pocos que sí tienen un proyecto.
En lo económico, la anomia hace que
quienes la sufren busquen nuevas formas de ganarse la vida, migrando, cambiando
de trabajo, robando, empobreciéndose o arrimándose a un poderoso que les
resuelva. Este último fenómeno se llama clientelismoy refleja el reconocimiento
de la impotencia propia y la disposición a lograr los fines mediante el apoyo
de otro que se supone que sí tiene el poder para lograr lo que otros no pueden.
El clientelismo es una forma ligera de corrupción en la medida que es jugar con
ventaja a favor de unos pocos y excluyendo a muchos.
En lo cultural, se crea el ethos moral de
la codependencia. El débil asume que tiene que arrimarse al fuerte y este
último necesita al débil para que le aplauda y apoye en mantener el andamiaje
de lo que explica todo esto: el autoritarismo, el cual trae como consecuencias
estructuras de concentración del poder, una economía rentista y de reparto
clientelista de los bienes sociales, un individualismo extremo y la
desconfianza.
Este es el ethos de la Venezuela que no ha dejado de ser, como
dijo Arturo Uslar Pietri, el país de las grandes oportunidades perdidas. Para
resolver esto, tendremos que partir del principio de que nuestra riqueza no
está en los recursos naturales sino en poner de lado el individualismo, dejar
de imponernos sobre los demás y jugar en equipo.
José Antonio Gil Yepes
Directiva Datanalisis
04249909099
@joseagilyepes
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