Si bien el factor económico -se dice- es un móvil muy
importante y muy frecuente por el cual el ciudadano decide su voto, no es el
único. Las elecciones económicas (las que incluyen el voto a candidatos
políticos -agregan quienes así argumentan-) están influenciadas por las
emociones humanas.
Desde el punto de vista praxeológico la opinión
expresada arriba puede ser objeto de varias objeciones.
Comencemos
diciendo que, para la praxeología, economizar es optar, elegir entre diferentes
alternativas. Y como toda acción implica una opción toda acción es económica,
en la que se descartan unas alternativas por otras. En nuestro tema, esto
incluye al voto político, también llamado sufragio. Al votar por un
pretendiente al cargo, automáticamente estoy descartando a los restantes. Se
trata, praxeologicamente, de una acción económica.[1]
Aun cuando se
acepte que una decisión este influida -en mucho o en poco- por elementos
emocionales, la acción final que se emprenda será económica en el sentido apuntado.
Ahora bien, las
motivaciones por las cuales un votante elige al aspirante "A" en
lugar del "B", también son, en última instancia, económicas.
Vivimos en un
mundo estatista, donde esta tan aceptado que los gobiernos intervengan,
manipulen o dirijan por completo la economía, que tenemos en cuenta este último
componente a la hora de concurrir a emitir el sufragio. La gente está
convencida que sus destinos económicos están y seguirán estando -sino
enteramente- si en una proporción muy importante. en manos del partido de quien
resulte el postulante electo. En consecuencia, su voto se orientará hacia aquel
que promete más bienestar económico a corto o mediano plazo.
Las llamadas
motivaciones "no-económicas", como -por ejemplo- la educación, la
salud, la previsión social, la seguridad personal y jurídica, la corrupción,
etc. son todas, en última instancia, también económicas por todo lo que
llevamos dicho. Lo sepa la gente o no, todas esas actividades solo pueden
sustentarse y desarrollarse contando con los respectivos fondos que, en el
imaginario colectivo, han de ser adelantados por los gobiernos, cuando sabemos
-desde la más pura ciencia económica- que esto nunca ha sido así, ni puede ser
así. Nada que el gobierno gaste no ha sido sino previamente detraído del
bolsillo de alguno o de todos nosotros mediante impuestos u otros artilugios
"legales".
Entonces, a la
hora de votar, evaluamos como fue la gestión económica del mandato (si pretende
ser reelecto) o como suponemos que lo será en caso de que no hubiera aun
ejercido el cargo. Y comparamos todo ello con nuestra personal situación
económica. Esto es más acusado en aquellos lugares donde los gobiernos son más
intrusivos en la vida ciudadana que en aquellos otros donde lo son menos.
Claro que,
también en nuestras elecciones entran a jugar otros constituyentes, ya más de
índole personal como, por ejemplo, el carisma del candidato, su liderazgo, sus
actitudes personales, familiares, etc. Pero, más bien, cumplen un lugar
secundario en relación a las motivaciones económicas, salvo casos
excepcionales.
La cultura media
del elector es otro ingrediente decisivo. No solamente cuenta su formación
cívica, sino su nivel total de educación es relevante, porque de acuerdo a
ellos será la opinión que se haga de los candidatos y lo que determine su voto.
Nos parece que
-en promedio- las motivaciones económicas (según se las entiende popularmente)
ocupan un 50% de la intención de voto, y el otro 50% lo representan las
llamadas (o percibidas por el ciudadano como) no-económicas (educación, salud,
seguridad, justicia, previsión social, etc.). El político que ofrezca mejorar
estas cosas respetando esas prioridades del votante será quien finalmente se
alce con el triunfo.
La visión
socialdemócrata del electorado para la cual el gobierno-estado es una especie
de Santa Claus o Robin Hood moderno, terminará votando al candidato que mejor
prometa hacerle cumplir con dichos roles. La socialdemocracia -a la cual nos
hemos referido en muchísimas oportunidades anteriores- representa un grado por
encima al más básico del saber económico. Este nivel ultra elemental de
"conocimiento" económico es el que ofrece el marxismo. Y radica en la
pura intuición de lo que parece "evidente" a los ojos de cualquier
persona sin discernimiento de economía: que hay gente que posee cosas que otros
no tienen. De allí a concluir que lo que ostentan unos se debe a que no lo
poseen otros hay un paso tan simple como es el que terminan dando la mayoría de
las personas.
Es a esto a lo
que se refería Friedrich A. von Hayek cuando insistía que la economía es una
ciencia contraintuitiva. Sus verdades no son evidentes por sí mismas. Y es por
esto que no ha existido jamás en la historia ningún gobierno liberal, ni
democrático ni antidemocrático.
Aquel
razonamiento errado marxista es matizado por el no menos equivocado
socialdemócrata, en el sentido de que el estado-nación debe cumplir con la mal
llamada "justicia social", es decir, quitarles a unos lo que les pertenece
para darles a otro lo que nos les pertenece, lo que -en esencia- no tiene
demasiada diferencia con la fórmula marxista que proponía lo mismo por medio de
la fuerza bruta revolucionaria. La única discrepancia con la socialdemocracia
es que esta persigue idéntico fin, pero a través de los votos. Por eso, antes
se usaba una expresión más clara, como la de socialismo democrático, y luego se
la abrevió para disimular mejor, y quedó como socialdemocracia.
Lo que no parece
aceptarse de ningún modo -al tiempo de hoy- es que el gobierno se abstenga de
intervenir en la economía, fruto de esa ideología socialdemócrata que se impone
mundialmente, y en la cual se enrolan la generalidad de los partidos políticos
internacionales con mayores o menores variantes, pero todos encolumnados detrás
de la "filosofía" socialdemócrata. Por supuesto, si esto se les dice
a algunas de estas personas lo negarán enfáticamente. En su lugar, dirán
"No. Yo soy de izquierda", o "de derecha" o "de centro",
pero pocos admitirán ser socialdemócratas. Es que la gente prefiere manejarse
con expresiones estereotipadas y ordinarias, corrientemente términos que
divulga el periodismo, que es la fuente principal de información y,
lamentablemente, hasta de formación de numerosas personas.
[1] véase Ludwig
von Mises, La acción humana, tratado de economía. Unión Editorial, S.A., cuarta
edición.
Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina
No hay comentarios:
Publicar un comentario