Con el grotesco incidente nunca visto en otra parte
del mundo, en el cual, todo un país quede sin electricidad durante casi una
semana por negligencia, se confirma definitivamente la incapacidad total de la
dictadura. En cualquier país civilizado el gobernante dimite voluntariamente
ante tal bochornoso despliegue de ineptitud. El continuismo sería un acto de
sadismo por parte de los inútiles dirigentes y de masoquismo por parte de un
pueblo noble y sano a quien se le colmó la paciencia.
Para los que se encuentran fuera de Venezuela, para
los que no vivieron en carne propia la tragedia, no es fácil imaginarse este
apocalipsis. No se trata del rutinario apagón que ocurre hasta ocho veces por
día y que quema artefactos eléctricos. Ni tampoco de los famosos racionamientos
diarios de fluido eléctrico que duran 4 a 6 horas sin horario anunciado. Esto
es otra cosa. Es peor que una guerra, porque las indolentes autoridades ni
siquiera se preocuparon por informar lo que estaba ocurriendo, salvo la
estupidez del sabotaje.
Sin electricidad, sin luz, sin CANTV, sin Internet,
sin Movilnet, sin recarga para laptop y celulares cuyas plataformas no estén
caídas. Sin medios de comunicación en noches donde el tedio abruma, ni siquiera
se consigue hielo en toda la ciudad. Sin protección eléctrica en los hogares y
establecimientos comerciales, sin gasolina (aparte de la escasez normal, las
bombas no funcionan). Como no hay bancos ni efectivo circulante, los pocos
locales comerciales con punto de pago se atiborran de kilométricas colas.
La falta de agua nos ha hecho antihigiénicos,
nauseabundos y hasta trasmisores de enfermedades. La comida se pudre y la que
se compra probablemente ya esté en período de descomposición. Edificios con personas,
pacientes y ancianos atrapados en sus pisos altos. Además estamos aislados del
mundo, con fronteras cerradas por caprichos de niño malcriado.
A esta paralización total del país el tirano agrega el
asueto populista. Quien se enferme de gravedad en estos días se muere. Las
clínicas privadas tienen sistemas de emergencia, que son precisamente eso, de
contingencia para unas horas pero no para días, aparte de que no todos los
sistemas sofisticados funcionan con plantas de emergencia. O renuncia o que lo
renuncian. Que oiga quien tiene oídos…
Ernesto García Mac Gregor
@GarciaMacGregor
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