Lo
natural, lo lógico, lo cuerdo, lo esperado, lo anticipable, lo deseable era que
España fuera el mejor aliado de la Democracia en Venezuela. No lo ha sido a
pesar de los vínculos que nos unen y a pesar del inmenso contingente de
españoles que hacen vida en el país. Y a pesar, también, de que aún hay en
suelo venezolano intereses económicos de envergadura en empresas propiedad de
españoles.
Las
razones de su tibieza podría bien explicarlas el gobierno de la Moncloa. Ocurre
que su posición es errática, poco contundente e intermitente a pesar de que
hayan reconocido el gobierno de Juan Guaidó y hayan considerado positivamente
acreditar la existencia de un representante personal del Presidente interino.
Así es como la Unión Europea, a falta del líder natural – España- que motorice
posiciones más firmes en torno al problema venezolano, tampoco ha sido
determinante ni en armar una condena contundente a las atrocidades del régimen
madurista, ni ha sido útil para iniciar y sostener el proceso de eyección del
gobierno usurpador y a todas luces criminal.
Alemania,
para sorpresa y admiración de los demócratas, si ha dado un paso adelante en la
voz de su Embajador en Caracas y en la voz de su Ministro de Exteriores Heiko
Maas.
Esta
posición fofa de la Unión Europea puede ser atribuida a dos factores: uno es
que, en los últimos meses, la crisis venezolana ha girado en torno a temas
políticos: Democracia versus Dictadura o bien las violaciones de derechos
humanos. Ambos temas tienen dolientes sin rostro.
Además,
la falta de actuaciones proactivas en soporte de la oposición de parte de la
Madre Patria, han tenido como argumentación de base el que no existía un plan
coherente ni común a todos los partidos detractores de la dictadura.
Esa
no es ya la situación desde fines del año pasado. Todas las fuerzas opositoras
se han unido para producir un plan de recuperación consensuado del país bajo la
batuta de Juan Guaidó. Este plan contiene acciones concretas a desarrollar en
cada terreno de la dinámica nacional. Y es particularmente creativo y
propositivo en el desarrollo de un programa detallado de recuperación económica
de carácter expansivo.
Alemania
sí parece haber entendido que es el manejo de un plan comunista de control de
la economía venezolana lo que ha llevado a esta nación tan rica a los niveles
de pobreza y de destrucción que son flagrantes hoy – al margen, claro está, del
grosero robo de sus recursos-. En el montaje de este modelo de comunismo de
corte caribeño han ido destrozando a su paso todas las instituciones y a todas
empresas de los sectores petrolero y no petrolero para reproducir en Venezuela
al fallido también modelo cubano.
Es
en Berlín donde se han percatado de que el Plan País de Guaidó bien orquestado,
en sus aspectos macroeconómicos, es capaz de sacar a Venezuela del marasmo en
que se encuentra, y de marcar una alternativa de recuperación para superar el
caos y la pobreza. Así también es reconocido por organismos como el BID, ante
quien el presidente interino ha nombrado un representante de gran calibre
dentro de la Academia a escala planetaria: el profesor Ricardo Hausmann.
El
Fondo Monetario Internacional también está estudiando en positivo la viabilidad
de este plan a cargo de cuya instrumentación estaría este destacado economista.
Una
mirada minuciosa a esta propuesta por el lado de España le haría detectar
cuanto juega a favor de los intereses de los españoles el cambio de ruta hacia
el progreso democrático que propone Juan Guaidó en Venezuela.
De
lo contrario, será Alemania, faro y guía de la Europa unida, quien lleve la voz
cantante del Viejo Continente en favor de la única tesis viable en Venezuela.
Será Alemania, una vez más- y esta vez secundada por Francia- quien se ponga a
la vanguardia de los 28 y lidere el soporte de las fuerzas liberales a favor
del rescate político y económico del país.
Y
España habrá perdido el estandarte que siempre llevó en favor los álgidos temas
del Continente latinoamericano.
Beatriz de Majo
@beatrizdemajo1
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