Al nacer solo tenemos una certeza: algún día
moriremos. Pero ¿Qué pasaría si la muerte dejara de laborar? ¿Cuál sería la
reacción de los seres humanos? ¿Desesperación y terror por un mundo poblado por
seres matusalénicos? ¿Tendrían cabida los dictadores y asesinos en un país sin
la Catrina? “¡Quién sabe sobrino! En el país donde hasta la cucarachas vuelan,
esos malucos, inventarían algo a través de alguna disposición exprés”, dice mi
tía Filotea.
El día que no murió nadie. El hecho, por absolutamente
contrario a las normas de la vida, causa en los espíritus una perturbación
enorme, efecto a todas luces justificado… ni siquiera un caso para muestra, de
que alguna vez haya ocurrido un fenómeno semejante, que transcurriera un día
completo, con todas sus pródigas veinticuatro horas, contadas entre diurnas y
nocturnas, matutinas y vespertinas. Bajo esta y otras hipótesis el escritor
lusitano José Saramago realizó la novela Las intermitencias de la muerte, en la
cual, ninguna de las instituciones humanas escapa a las críticas del autor.
No era una simple casualidad o buena fortuna para el
país, del cual, el poeta José Saramago no dice su nombre, pero se sospecha que
quien lo gobierna es un dictador y por eso, el escritor comunista se cuida de
mencionarlo para que no le censuren su obra. Hecho muy común en países como el
nuestro, donde la culpa de todo lo que pasa, siempre la tiene otro. Si bien es
cierto que, en esta novela las personas ya no mueren, eso no significa que el
tiempo se haya detenido. El destino de los humanos será una vejez eterna e
incontrolada por la falta de medicinas. Aquí sucede todo lo contrario: morimos
por la falta de ellas.
Después que este curioso acontecimiento fue concebido
como un milagro, pasó a transformarse en la peor pesadilla experimentada por la
especie humana. Diversas reacciones causó en la colectividad la noticia de que
la “calaca” había suspendido sus actividades. Se suscitó un gran espíritu
patriótico y todos salieron a izar la bandera nacional en señal de regocijo por
el inusual regalo que estaban recibiendo.
En Las intermitencias de la muerte, el escritor
portugués realiza una profunda reflexión sobre la vida, la muerte y la
condición humana. Todo en una trama donde mezcla la realidad, la ficción, el
humor y el caos, para luego desembocar en una conclusión donde se afirma que
solo el amor podría defendernos de nuestro inevitable destino. En la novela,
justo cuando se espera la llegada de un nuevo año y sin previo aviso, los
habitantes de este innominado país dejan de morir, consiguiendo la “ansiada
inmortalidad”, aunque, eso sí, quien está muy enfermo o a punto de morir,
permanecerá en las mismas condiciones, ya que su salud no mejorará, solo se
mantendrá latente.
Saramago desarrolla con sarcasmo, las consecuencias
que la desaparición de la muerte ocasionaría sobre la vida de un país, narrando
cómo actuarían los poderes
fácticos ante tal fenómeno. Así, quien detenta el
poder, al igual que ante las crisis sobrevenidas, no sabría cómo reaccionar
ante tan insólita situación. El sistema de pensiones se derrumbará; los
hospitales y las residencias de ancianos no se darán abasto; las bolsas de
comida que reparten, ya no serán necesarias; las farmacias y periódicos
cerrarán sus puertas; las funerarias deberán cambiar de ramo. La Iglesia
sufrirá una profunda crisis porque al no haber muerte, tampoco existirá la
resurrección, y en consecuencia, la religión no tendrá razón de existir.
En la segunda mitad de la obra el escritor presenta a
los dos principales protagonistas de la novela: la muerte, primero con su
imagen típica de un esqueleto para luego transformarse en una hermosa y sensual
mujer, de unos 36 años. El otro personaje es un anónimo violonchelista de 50
años que se suponía debía morir a los 49. Confundida por el hecho que el músico
siga viviendo, la muerte decide conocerlo y termina enamorándose de él.
Saramago construye una novela en donde los únicos compañeros que tienen los
protagonistas son: para la muerte, su guadaña y para el músico, su perro. En el
mundo siempre habrá charlatanes que se negarán a partir, aun a sabiendas de que
les ha llegado su hora.
Noel Álvarez
Noelalvarez10@gmail.com
@alvareznv
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