Luego de explicar que todo tirano debe rodearse de un
grupo de fanáticos que lo respalde, Friedrich A. von Hayek expone porque cree
que los peores serán los seleccionados:
"Hay tres razones principales para que semejante
grupo, numeroso y fuerte, con opiniones bastante homogéneas, no lo formen,
probablemente, los mejores, sino los peores elementos de cualquier sociedad.
Con relación a nuestros criterios, los principios sobre los que podrá
seleccionarse un grupo tal serán casi enteramente negativos. En primer lugar,
es probablemente cierto que, en general cuanto más se eleva la educación y la
inteligencia de los individuos, más se diferencian sus opiniones y sus gustos y
menos probable es que lleguen a un acuerdo sobre una particular jerarquía de
valores. Corolario de esto es que, si deseamos un alto grado de uniformidad y
semejanza de puntos de vista, tenemos que descender a las regiones de
principios morales e intelectuales más bajos, donde prevalecen los más
primitivos v «comunes» instintos y gustos. "[1]
Es por eso que los políticos no pueden estar
interesados en una política educativa de alta calidad, ya que va en contra de
sus propios intereses electorales. La excepción a esta regla es la del político
estadista, especie tan rara en la actualidad que queda prácticamente
descartada. Por lo demás, las leyes educativas y la educación estatal
ampliamente aceptadas en todo el orbe, han armado un entramado tan fuerte y
poderoso que es prácticamente imposible de doblegar y de romper. Esa estructura
legal en procura de la mal llamada enseñanza "pública" tiende
-invariablemente- a la uniformidad y homogeneidad de todos los contenidos
educativos, ya sea que sean impartidos en instituciones públicas (estatales) o
mal llamadas "privadas" (particulares) donde quienes son sus
titulares los son únicamente de los inmuebles y mobiliarios del
establecimiento, pero no lo son de los contenidos educativos que debe infundir
a sus alumnos y demás educandos.
Es decir, por más que encontráramos esa rara avis del
verdadero estadista (que reiteramos, no los hallamos con facilidad) de llegar
al poder debería encarar una profunda reforma legislativa que diera por tierra
con todo tipo de obligatoriedad de instruir sobre planes oficiales de
enseñanza. Y es posible imaginar la resistencia que encontraría en las
estructuras burocráticas consolidadas en torno de ministerios y secretarias de
educación, y ni que decir de los gremios docentes que se opondrían con saña a
tales planes reformistas.
Sigue declarando Hayek, respecto del grupo de los
fanáticos de líder populista:
"Esto no significa que la mayoría de la gente
tenga un bajo nivel moral; significa simplemente que el grupo más amplio cuyos
valores son muy semejantes es el que forman las gentes de nivel bajo. Es, como
si dijéramos, el mínimo común denominador lo que reúne el mayor número de personas."[2]
Ha de interpretarse con poca educación si lo
relacionamos con la cita anterior. Da a entender que no es tan significativo el
grupo como parte de una mayoría de personas, como la uniformidad de sus
valores, o el más grande número de personas que comparten esos valores. Son más
similares en gente de nivel educativo bajo o: a menor nivel mayor uniformidad.
Ningún gobernante puede mantenerse en el poder si no logra un consenso muy
amplio sobre ciertos aspectos de su programa de gobierno. Es por ello
indefectiblemente necesario para él que el más alto número de personas comparta
sus puntos de vista
"Si se necesita un grupo numeroso lo bastante
fuerte para imponer a todos los demás sus criterios sobre los valores de la
vida, no lo formarán jamás los de gustos altamente diferenciados y
desarrollados; sólo quienes constituyen la «masa», en el sentido peyorativo de
este término, los menos originales e independientes, podrán arrojar el peso de
su número en favor de sus ideales particulares."[3]
Es más fácil descubrir ese tipo de personas entre los
niveles educativos bajos. El secreto es hallar la homogeneidad de sentires, y
esta se localiza en cuantioso número en las personas de escasa cultura. Y no
hay peor enemiga de la uniformidad de pensamientos y de gustos que la
educación, es por ese motivo que quien aspira a dominar a otros no puede jamás
estar en favor de una alta educación, y es lo que diferencia la educación del
adoctrinamiento. El gobierno adoctrina no educa, pero no se notará a ningún
estatista que lo admita abiertamente.
Sin embargo, existe el prejuicio por el cual se cree
que esta en el interés del gobernante que todos tengan acceso a una educación
de calidad. Este es el argumento central de la llamada educación
"pública". Mas allá de las buenas intenciones que un político en
particular pudieran genuinamente poseer cuando afirma tal cosa, el sistema
educativo estatal no ha conseguido nunca en el pasado, no lo consigue en el
presente y es dudoso que lo consiga en el futuro el fin perseguido por sus
apologistas. En rigor, el sistema educativo estatal está diseñado no para
elevar la calidad educativa del pueblo, sino para todo lo contrario, por muy
extraño que esto pudiera parecer a muchos o a todos.
Los líderes políticos, o quienes aspiren a convertirse
en tales, encuentran un terreno mucho más fértil para sus planes de dominación
dentro la gente menos educada y no sus opuestos. De allí que, los planes
educativos oficiales tienden hacia la uniformidad intelectual y no a la
diversidad del educando.
El fascismo logró imponerse en Europa gracias a que
sus líderes apelaron a la gente de más baja cultura, y es por esto que
reemplazaron la diversidad educativa por la uniformidad doctrinaria. ¿Cómo lo
lograron? Monopolizando la educación de los países en donde aparecieron.
Será oportuno recordar que el décimo punto del
Manifiesto Comunista estatuye lo siguiente:
"10. Implantar la instrucción pública
obligatoria, a través de escuelas y establecimientos exclusivamente regidos por
el Estado."[4]
De tal suerte que, no es casual que gran parte de la
educación mundial esté en manos de los gobiernos por muy "liberales",
"capitalistas" y "democráticos" que se los considere.
[1] Friedrich A. von Hayek, Camino de servidumbre.
Alianza Editorial. España. pág. 177
[2] Hayek F. Camino…ibidem.
[3] Hayek F. Camino…ibidem.
[4] (Vid. Manifiesto Comunista (1848), Marx y Engels,
págs. 74 y 75 (Progress Publishers), Moscú, 1975, edición en lengua inglesa.)
Gabriel S. Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina
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