Debe ser cómoda, apropiada para las disertaciones
amplias y pulcra para las acciones justas. Al entrar se percibiría un aroma de
libertad y contaría con tomos enormes, libros suculentos sobre economía,
finanzas y políticas públicas, para ilustrar el cómo erigir el gran país
requerido.
Dominarían los colores tenues y discretos. Atrás
quedarían las rimbombancias pictóricas y el rojo sangriento como estandarte. La
justicia debe ser blanca y sin banderas ideológicas.
El piso debería tapizarse de azulejos impecables, para
andar con diafanidad en el nuevo camino a recorrer. Los ventanales sin cortinas
suntuosas, vidriadas y traslúcidas, para no ocultar las visiones y los sueños
irresistibles por cambiar los paradigmas.
El mobiliario debe ser cómodo, sólido, con
revestimientos finos, para sortear las batallas indescifrables. Con lámparas
radiantes que compaginen con las ideas más originales y correctas. Un nicho
perfecto para la reconstrucción, donde se generen las decisiones más lógicas
para propiciar la felicidad compartida.
Nunca he sido experto para decorar los espacios. No sé
si un jarrón puede trastornar lo minimalista o generar una distorsión en la
armonía. Pero un presidente con buenas intenciones no creo que requiera de
sitios intrincados ni le complique una oficina modesta.
Juan Guaidó nos puso a soñar. Lo hizo con unas
palabras certeras en un momento en que la crispación nos atormentaba. Cuando
días enteros se vivieron en tinieblas y hasta la sed hacía mella en nuestros
pensamientos. Señaló sin recato y con un enfoque inigualable: “El cese de la
usurpación está muy cerca. Pronto necesitaremos una nueva oficina para
trabajar; próximamente iré a buscar mi oficina en Miraflores”.
Sus palabras tenían más de juramento que de una
ocurrencia discursiva. Fueron esclarecedoras y no controvertidas. Habló de un
requerimiento impostergables. De una necesidad por una actuación inmediata para
modificar este esquema de tormentos impuestos.
Me entusiasma su sencillez y humildad, que se
contraponen a sus metas. Espera lo que todos anhelamos y lo dice sin
obstáculos. Ha desarrollado en poco tiempo, la capacidad para aplacar las dudas
y hasta hacer desprender una salva de risas entusiastas por el futuro. No dudo
que su mochila gubernamental está atiborrada de buenas intenciones.
En relación con el régimen, a veces tengo la rara
percepción que la maldad conoce tanto de honestidad, que es capaz de
manipularla para estampar sus farsas tremendas. Que detrás de una mentira hay
otra peor y que tiene la sagacidad de burlarse de la verdad más evidente.
En todas las situaciones difíciles en la vida
cotidiana del venezolano, se observa la silueta sombría del sistema. Los
escamoteos, los trucos de mala índole y hasta las palabras temblorosas de pavor
del usurpador pueden ser programados.
Por eso nadie me quita la idea de que el apagón
histórico -más allá de ser evidente ante el descuido innegable en la generación
eléctrica y de saltarse a la torera con todas las normas de mantenimiento-, pudo
ser un evento planificado y medido para apagarle un poco la pólvora a los
anhelos de libertad.
Los saqueos no tenían la catadura de un pueblo
desesperado, sino de bandoleros de oficio. La gente en la calle solo clamaba
por la restitución del servicio y, en algunos instantes, hasta se esfumó la fe
en las verdaderas convicciones de Guaidó.
Los cubanos siempre han jugado al esquema cruel de que
un caos tapa otro caos. Lo han hecho de forma repetida y brutal. Tal vez este
apagón no sea el caso y simplemente sucedió lo que por tanto tiempo se
esperaba.
Pero esta vez existe una consciencia internacional
clara y un plan justo trazado con pincel. No creo en la visita turística de los
emisarios de la ONU -como bien lo calificó Alfredo Romero, director del Foro Penal-,
pues han concurrido a los centros hospitalarios que les ha dicho el régimen y
no pudieron conversar con los presos políticos.
Estamos inmersos en un momento crucial. El presidente
interino lleva su plan con cautela, pero sin desviar su cometido independentista.
Está bien plantado frente a cada paso histórico. Los acontecimientos
sobrevendrán. No podemos dudar de ello. Su guía está saturada de movimientos
simultáneos, en la cual la irrupción militar podría ser el eslabón de una
cadena de hechos posibles. Por ahora solo resta seguir andando este pedregoso
camino para la reconstrucción nacional.
José Luis Zambrano Padauy
zambranopadauy@hotmail.com
@Joseluis5571
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