Son
muchas las experiencias compartidas con la diáspora Venezolana en Canadá. A
raíz de nuestra designación como Embajador del Presidente (E) Juan Guaidó los
encuentros con nuestra comunidad han venido acompañados de trepidantes
emociones. Vivencias, aprendizajes y fortalezas que sin duda regresarán a
nuestro país convertidas en virtudes que contribuirán sensiblemente a la
recuperación del tejido social, ciudadano y afectivo de Venezuela.
Un
Ángel en Vancouver
Con
mucha calidez y dulzura se me acerca una dama. Con ojos llorosos pero mirada
alegre me comenta: “Muchas gracias por devolvernos la esperanza Embajador. Son
muchos años solos y sin nadie que nos represente, sin una voz y una humanidad
que nos tienda una mano, si quiera un gesto de solidaridad. Pero los tiempos
llegan y con ellos la justicia… Vine a Canadá porque estando en Venezuela
conocí a quien sería mi esposo…Fui una ejecutiva exitosa. Trabajé para un grupo
textil que me permitió emprender y formar mi propia agencia. A corta edad (22)
ya tenía mi apartamento, mi carro, una vida próspera y pujante… Me casé en
Venezuela pero al poco tiempo me separé. Una noche-resistida a salir- acepté
una invitación a cenar donde repentinamente conocí a un hombre maravilloso.
Venía de Quebec de visita en Caracas (…)
“Tan
sólo al verte supe que serías mi esposa” me comenta con nostalgia y alegría a
la vez nuestra sentida interlocutora fue el cumplido que al rompe le dijera
aquél joven de 30 años oriundo de Montreal. Quedó realmente prendado del
carisma y belleza de una joven Venezolana ahora ya con 30 años en Vancouver.
Pocas semanas más tarde le pediría que se casara con él y se marcharan a
Canadá. Ella lo dudó profundamente, ansiosamente. Le iba bien en Venezuela
(1.993) a pesar de su divorcio y ciertas turbulencias políticas. ¿Cómo
apartarse de Venezuela? ¿Cómo irse a un país frío, enfrentar otra cultura, otro
idioma, otro clima, otro horario? Pero después de consultarlo con “todos los
parientes, todas las piedras, las almohadas y los gurús”, decidió aventurarse
con su nuevo esposo en tierras gélidas…
Tan
sólo un par de años más tarde viviendo en B.C. queda embarazada… Al tiempo de
nacer su hijo -ese mismo día- ella era transportada con su bebé [enfermo] en
una ambulancia a otro hospital de la ciudad de Vancouver donde agonizaba su
esposo, aquel joven Québécoise que apenas hace un par de años le ofreciera
matrimonio y otra vida lejos de su país. Después de sufrir durante un año una
enfermedad degenerativa -naciendo su hijo- su padre se marchaba de este mundo.
Nacía un ángel y se despedía otro. Para aquella mujer-devastada-que llegó plena
de ilusiones a Canadá procedente de Caracas, comenzaba sola una vida con su
hijo quien además nació con una afección pulmonar congénita.
Con
lágrimas en los ojos me contó como tuvo que encarar su proceso migratorio.
Demostrar humanidad y compasión. Pero además talento como diseñadora y
empresaria para justificar sus cualidades profesionales y quedarse… Su caso fue
muy reseñado por la prensa canadiense. Recibió mucho apoyo de la gente. Después
de las indeclinables burocracias y exigencias migratorias le aprobaron su
residencia. El destino le concedió rehacer vida familiar… Años más tarde vuelve
a casarse en Vancouver con canadiense, con quien lleva una vida feliz y digna,
sin dejar de aportar, ayudar y colaborar un sólo día con Venezuela. Su hijo
superó el umbral de la pubertad. Al nacer le habían dicho que si “vencía” la
adolescencia viviría. Y la venció. Hoy está en la Universidad, y con el
ejemplo, abnegación y dedicación de una luchadora como su madre, su hijo no
sólo ha sobrevivido sino se preocupa por la sobrevivencia de su país de origen.
Por eso somos sangre buena, pura y noble, capaces de superar cualquier
adversidad si dejar de tener presente a Venezuela en nuestro corazón…
Y venceremos todos
Cuando
escucho estas experiencias de vida, de sangre, sudor y lágrimas, valido todas
mis convicciones sobre la resiliencia del venezolano. Nuestro temple, nuestra
madera fina, nuestra determinación para encarar y superar todos los obstáculos.
Siempre digo que el problema de Maduro y sus adláteres no es que está rodeado
por una coalición internacional que viene por él. Su gran carga y reto es que
está rodeado de madres e hijos de nuestras madres invencibles que no soltarán
las barras ni talante hasta ver que se ha hecho justicia, que tenemos los que
nos corresponde, esto es, recuperar nuestro derecho a ser libres y felices y a
vivir en paz…
¿Cuántos
Ángeles tiene Venezuela con historias de vida que dejan impronta en cada
esquina del planeta? ¿Cuántos ángeles hay en Venezuela que no han podido
extender sus alas y volar en paz por un gobierno irresponsable, indigno y
malechor?
La
maldad nunca tuvo rostro de vencedora. Y por eso ganaremos y lograremos que
esta camarilla de maledicentes y criminales pronto se marchen del poder. No hay
fuerza que contenga la energía y la voluntad de esos ángeles, de esas madres
infatigables por un pueblo digno, hijos de la más regia compostura.
Eso
es Juan Guaidó. Un “ángel” Venezolano hijo de vientre nativo, rebelde, bravío y
glorioso, que aprendió en casa una sola cosa: la vida no la decreta otro, menos
la despoja, y la libertad no se mendiga, menos se condiciona. Nos pertenece y
es sagrada...Esa es nuestra historia, nuestra pujanza. De ángeles inmigrantes
que pronto desalojarán la maldad, la anomia y la tiranía de tierra de gracia...
¡Ya casi!
Orlando
Viera-Blanco
@ovierablanco
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