Meses enteros estuvo el planeta entero esperando un positivo resultado de las negociaciones comerciales entre China y Estados Unidos encaminadas a evitar una guerra de tarifas entre los dos gigantes comerciales del orbe.
Cuando se examinen las razones que los llevaron a no poder acordar un alto al fuego surgirán variados elementos y entre ellos habrá que tener en cuenta que una negociación comercial de la talla de la emprendida entre estos dos jugadores involucraba bastante más que los temas propiamente arancelarios. Entre estos asuntos están consideraciones de política internacional y decisiones de carácter estratégico que no son, en absoluto deleznables. Estos dos elementos per se podrían estar en el origen del fracaso de las tratativas, tanto o más que el impacto que los nuevos aranceles tendrán de lado y lado.
Si la premisa anterior es cierta, es decir, si los aranceles eran un medio bueno para airear otras diferencias y que cada una de las partes le mostrara los colmillos al contendor en la esperanza de salir fortalecido ante el otro en la escena global, es claro es que este infeliz final no es un final definitivo. Ambas partes estarán esperando, en lo sucesivo, que las circunstancias externas cambien lo suficiente como para reanudar las negociaciones.
Otras cosas como el estilo negociador de cada lado de la ecuación puede haber privado igualmente para que no se pudiera alcanzar un acuerdo. En los círculos de gobierno de Pekín hubo siempre el sentimiento de estar sentado frente a una contraparte que le apuntaba con un revolver a la sien. Y los chinos no están acostumbrados a encontrarse en situación de flagrante desventaja como el Presidente norteamericano, con su peculiar manera de abordar las relaciones con quienes lo adversan, se empeñó en hacerles sentir.
Quizá lo más importante de todo fue que China había dado importantes pasos al interior de su país para atenuar el golpe comercial en ciernes. En los meses transcurridos desde que Trump amenazó a China con un aumento de aranceles hasta esta fecha muchas ocurrieron al interior del coloso de Asia para intentar adaptarse a lo que era un “warning” creíble. Una cantidad de estímulos y de medidas internas se pusieron en marcha para sacar a su economía del hueco en el que se encontraba por el estrangulamiento del crédito y la desaceleración, lo que podía sensiblemente agravarse como consecuencia del incremento de aranceles de su principal importador. No hay que olvidar que una cultura milenaria que ha aprendido a golpes lo que significa una pequeña desviación de objetivos cuando hay 1400 millones de bocas que mantener, tiene sapiencia y garra suficiente para adelantarse a las adversidades.
Desde el inicio de este año China se embarcó en importantes reformas para reactivar su economía: al sector privado se le hicieron recortes de impuestos corporativos, y contribuciones en pensiones y gastos, que combinados ascendieron hasta cerca de 2% del Producto interno del país. Con ello lograron comprobar de que la amenaza americana era de calibre pero no era insalvable.
Esta fortaleza se hizo más visible en las últimas semanas y con ella “in pectore” los negociadores chinos pudieron convertirse en contrapartes irreductibles, en huesos duros de roer, frente a la aparente firmeza de las amenazas norteamericanas.
China no saló perdedora. Al terminar este capítulo nos tocará ver que tan preparados se encuentran los norteamericanos para torear, a su vez, los incrementos tarifarios que se impondrá desde el lado chino.
Allí también los asiáticos se encuentran en ventaja al no tener que enfrentar un proceso electoral en su horizonte temporal cercano .
Beatriz de Majo
@beatrizdemajo1
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