martes, 11 de febrero de 2020

ALFREDO M. CEPERO: EL SÍNDROME DE ENAJENACIÓN DE LOS ENEMIGOS DE TRUMP

La simbiosis del político y del artista produjeron una noche de grandes beneficios para la campaña política que se avecina.

Donald Trump  es sin dudas el presidente de los Estados Unidos más odiado en los últimos 60 años. Ha superado incluso a presidentes tan vituperados como Richard Nixon y Ronald Reagan. Muchos analistas políticos se preguntan cuál es el motivo de este odio vitriólico. Mi tendencia a abordar temas difíciles me impele a buscar una respuesta a este complicado acertijo.

Durante años, demócratas y republicanos han actuado según el mismo libreto en su ejercicio del poder político. Las élites establecidas de ambos partidos se diferenciaban únicamente en la retórica pero no en la forma en que conducían los negocios públicos. Hablaban distinto pero actuaban lo mismo. Se protegían unos a otros en la usurpación de prebendas gubernamentales. Algo así como "hoy yo y mañana tú" y el pueblo crédulo que iba a las urnas era burlado en los procesos electorales.

Toda esta política de la iniquidad predominó hasta que llegó Donald Trump, el perturbador por excelencia. Un hombre que habla y actúa de la misma forma. Que, por primera vez en muchos años, se ha convertido en el candidato que ha tenido la integridad y la vergüenza de cumplir sus promesas de campaña al llegar a la Casa Blanca. Y que, con ello, ha desatado una enfermedad política que ataca a las élites de ambos partidos con la misma intensidad del ominoso corona virus chino.

El nombre de esta dolencia: "Trump's derangement syndrome". En español: "Síndrome de enajenación de los enemigos de Trump." De hecho, se podría decir que Trump es un enajenador de sus enemigos. Los saca de quicio y los turba del uso de la razón y de los sentidos. Parecería estar en posesión de poderes sobrenaturales. El mejor ejemplo es una Nancy Pelosi que inició un juicio político (impeachment" contra Donald Trump que sabía perfectamente tener perdido.

Desafortunadamente, Nancy no está sola en su odio vitriólico al presidente. Se encuentra en compañía de muchos como Mitt Romney, uno de los rezagos de la élite republicana que bailaba al mismo ritmo que la élite demócrata. Estos dos enajenados han perdido todo sentido de moderación y hasta de sentido común.
Ante la vista de millones de televidentes, Nancy Pelosi hizo trizas la copia del discurso sobre el estado de la Unión que le entregó el presidente. Mitt Romney, por su parte, se ha hecho acreedor a la innoble distinción de convertirse en el primer senador republicano en votar a favor de condenar al presidente de su propio partido en un juicio político.

Pero hay mucho más. Estos dos son unos fariseos que esconden su maldad detrás de una pretendida fe religiosa. Cuando un periodista tuvo el coraje de preguntar a la Pelosi si odiaba al presidente, la belicosa señora le apuntó con el dedo en forma amenazadora y le dijo: "Yo no odio a nadie y rezo por el presidente todos los días". Mitt Romney, por su parte, tomó esta página del libro de la Pelosi. Justificó su voto de condena a Donald Trump diciendo: "Yo soy profundamente religioso. Mi fe esta en el centro de mi vida. Tomo muy en serio mi juramento a Dios."

La realidad es que ambos están en conflicto con San Mateo 7:15-20: "Cuídense de los falsos profetas, que vienen a ustedes disfrazados de ovejas , pero por dentro son lobos rapaces. Ustedes los conocerán por sus frutos, pues no se recogen uvas de los espinos, ni higos de los abrojos".

Pero entre estos dos el más miserable y el que corre mayor peligro de ostracismo político es Mitt Romney porque Donald Trump, ganó el estado de Utah por amplio margen en las presidenciales de 2016. Me explico. Con el respaldo del  Partido Republicano a nivel nacional, el poder legislativo del Estado de Utah puede aprobar sin demoras el Proyecto de Ley HB 217 para llevar a cabo una revocación de Romney. Esto lo obligaría a aspirar de nuevo a su escaño en el senado federal compartiendo la boleta con el candidato presidencial del Partido Demócrata al que tanto ha beneficiado con su voto contra Trump en el juicio político.

Por otra parte, la mala noticia para las élites políticas es que los dos partidos han desaparecido y las opciones son inmensamente claras. Con los comunistas de Bernie Sanders o con los capitalistas de Donald Trump. Los logros del capitalismo hablan por sí mismos y no dejan lugar para ficticios lemas ideológicos o destructivos delirios fanáticos. Sobre todo después de las historias de miseria y horror que hacen de Cuba, Venezuela y Nicaragua, antesalas del infierno en la Tierra.

Veamos algunas de esos logros enunciados con mayor amplitud por Donald Trump en su reciente discurso sobre el Estado de la Unión. El presidente comenzó diciendo: "Hace escasamente tres años iniciamos la renovación de América. Esta noche me presento ante ustedes para compartir los increíbles resultados. Los empleos se multiplican, los ingresos crecen, la pobreza está en picada, el crimen se reduce, la confianza aumenta, nuestro país está prosperando y es respetado de nuevo. Los enemigos de América se baten en retirada. Los valores de América van en aumento y su futuro es brillante."

Paso entonces a una lista de éxitos que, en honor a la brevedad, procedo a sintetizar. El presidente dijo que desde su elección se han producido 7 millones de nuevos empleos y los niveles de desempleo de los afro americanos, hispano americanos y asiáticos americanos son los más bajos de la historia. Destacó que bajo su administración se han creado 12,000 nuevas fábricas, que los Estados Unidos disfrutan de independencia energética y que los sistemas de salud protegerán siempre a los pacientes con condiciones pre-existentes.

En un tema sensible e intensamente debatido el presidente pidió a los legisladores que aprobaran una ley condenando el aborto en estado avanzado de la gestación y agregó:"Seamos demócratas o republicanos, creo que debemos estar de acuerdo en que la vida humana es un regalo sagrado de Dios". Y ratificó la promesa hecha ya varias veces de que, bajo su administración, el socialismo no podrá prosperar en  los Estados Unidos. Por último les dijo a los tiranos de Cuba, Venezuela y Nicaragua que los Estados Unidos apoyan a quienes luchan por la libertad y la democracia en esos países.

Pero tan importante como la elocuencia de sus palabras fueron los ingredientes que rodearon el discurso y le dieron un atractivo de producción de Broadway. Detrás de esta trama estuvo sin dudas la mano del Donald Trump que condujo por 14 años el programa The Apprentice en la cadena NBC en el cual ganó 214 millones de dólares. La simbiosis del político y del artista produjeron una noche de grandes beneficios para la campaña política que se avecina.

Presentó por ejemplo al último piloto vivo de raza negra que luchó durante la Segunda Guerra Mundial, concedió la Medalla de la Libertad al popular comentarista conservador Rush Limbaugh, presentó a víctimas de la violencia urbana, mostró a un niño prematuro sobreviviente y destacó la reunión de un soldados con su familia. Es asimismo importante señalar que tuvo el acierto de no mencionar ni el cambio climático ni el juicio político a que fue sometido en el Congreso. Esta fue sin dudas una noche que benefició a Trump y multiplicó el síndrome de enajenación de sus enemigos en los dos partidos.

Pero más importante todavía, una noche que aumentó su popularidad y su influencia entre los votantes de todas las ideologías, de todos los sexos y de todas las razas. Por ejemplo, según una encuesta de la empresa Gallup, los niveles de aprobación de la labor de Trump como presidente se encuentran en el 49%, los más altos desde que tomó posesión en enero de 2017.

Al mismo tiempo, mientras los demócratas sufren una división interna que amenaza con destruirlos, Trump disfruta del 94 por ciento de respaldo entre los miembros del Partido Republicano y el 42 por ciento de apoyo de los votantes independientes. Igualmente esperanzador es el hecho de que el 47 por ciento de los ciudadanos están satisfechos con la dirección del país y el 52 por ciento se opone a que Trump sea sometido a otro juicio político. Con estos éxitos y estas estadística, al menos por el momento, Trump tiene asegurada su reelección en noviembre.  

Alfredo M. Cepero
alfredocepero@bellsouth.net
@AlfredoCepero
La Nueva Nación  

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