Sin excepción alguna, ciertos políticos y burócratas de distintos gobiernos, en sus pronunciamientos o discursos públicos, muy especialmente los que son “verbocotorreros”, presumen de su supuesta vocación representativa de los pueblos, o voceros de los mismos. Pero, además, adicionalmente también afirman ser representantes sordos de los mismos, que terminan siendo mudos: nunca son escuchados y, además, mucho menos representados. Es una relación, además, en la que no es extraño que se ofrezca mucho y a la que rara vez les cumplan lo prometido.
Lamentablemente, en Venezuela se vive en la actualidad una situación política sumamente compleja. Y todo sucede mientras el Soberano o Pueblo está dividido o polarizado. Por un lado, se tiene a un Gobierno de izquierda o de un comunismo muy particular y violento, apoyado por una minoría "escuálida" del Soberano. Adicionalmente, dispone y controla el aparato Legislativo, el Ejecutivo, el Poder Judicial, además de todos los cuerpos represivos, Fuerzas Armadas, Milicias, policías y otros.
Por el lado contrario, está la representación política de los que se autodenominan "opositores", que cuentan con el respaldo de una evidente mayoría de ese Soberano o Pueblo (80% versus 20%, según encuestas), además del respaldo de 59 de los gobiernos de los países democráticos del mundo Occidental. Se trata de las representaciones que, en su mayoría, son catalogadas como grandes potencias, y que, a su vez, desconocen al Señor Nicolás Maduro como Presidente de la Nación, a la vez que, en su lugar, reconocen al Ingeniero Juan Guaidó como Presidente interino de Venezuela. Es un innegable acontecimiento político en el que, de igual manera, se proyecta a dicha figura política aclamándosele, en el medio de un respaldo mayoritario a cargo del Soberano, conformado en un gran bloque de opositores.
En términos políticos de razón y democracia, estas grandes diferencias entre ambos bandos ha ocasionado la ruina del país, múltiples enfrentamientos y protestas ciudadanas con lamentables pérdidas materiales, vidas de ciudadanos y, a su vez, la justificación de la diáspora históricamente más grande del continente americano.
Los voceros y líderes políticos de ambos bandos alegan defender y trabajar para el pueblo, sin que, hasta el presente, el Gobierno haya podido lograr consolidar una propuesta seria y honesta que se haya traducido en un acuerdo entre las partes para lograr efectivamente un cambio gubernamental estructural. Ninguno de los dos bandos ha promovido o propiciado un posible Acuerdo que permita resolver la crisis, aun a sabiendas de que no podrá haber ningún Acuerdo, si no se sale del criterio del " Todo o nada ". Todo Acuerdo implica coincidir en algo.
¿Qué hacer, entonces?. Lo lógico sería ir a unas elecciones generales, regidas por un Consejo Nacional Electoral (CNE) imparcial, que garantice y permita que sea ese Pueblo o Soberano el que decida. No entre “un todo o nada”, sino que, a partir del hecho competitivo del proceso comicial, sencilla y simplemente, se imponga la voluntad de la mayoría, como único y verdadero dueño soberano del país.
Ciertamente, esa es la solución que el Gobierno no rechaza, pero que se lo plantea como propósito con un organismo electoral totalmente controlado por miembros de su organización partidista, y ex funcionarios de la misma estructura. Adicionalmente, como si fuera poco, su pretensión de dominio es alcanzar a supervisar y controlar el evento electoral, a partir de la supervisión de las parcializadas Fuerzas Armadas, como de unas denominadas Milicias Nacionales, sin olvidar que, además, se plantea la utilización del mismo patrón y registro electoral conocido por su alta composición de dudas y vicios, como por su capciosa legitimidad.
Como si fuera poco, y para dividir aún más el escenario político, el Gobierno ha propiciado la conformación de un grupo de "Partidos políticos minoritarios" y que ha denominado " La Mesita". Es una figura de reconocidas organizaciones partidistas que, en esta oportunidad, se le trata de atribuir la paternidad participativa para propiciar un supuesto diálogo, proponiendo ir a unas elecciones Parlamentarias este año. Sólo que se darían con el mismo CNE vetado por la oposición, aunque modificando su Directorio o Rectores, y repartiendo los cinco puestos rectores entre dos propuestos por La Mesita (?), dos por el Gobierno y un imparcial (?). En otras palabras, un juego político que, evidentemente, sigue dándole el control al Gobierno, a la vez de la conservación de todo el cuerpo de ese CNE, distinguido por lo intacto de los mismos registros y de la estructura viciada. Imposible, desde luego, que nadie ajeno a quien plantea dicha jugada electorera, pueda creer en que un evento electoral en tales condiciones, pueda ofrecer ninguna garantía o credibilidad.
Recientemente, luego de una gira política y diplomática internacional, regresó al país el Presidente Interino Ing. Juan Guaido. Se trató de un recorrido que, obviamente, no fue reconocido por el Gobierno. Se trató de un recorrido por países de Europa y Norte América. Allí fue recibido por presidentes de las naciones visitadas y aclamado por la diáspora venezolana en cada uno de ellas. Desde luego, se trató de un hecho que el Gobierno venezolano no puede ignorar. Además de que el respaldo ofrecido al visitante por las grandes potencias de Europa y Norte América obligan a reflexionar, de igual manera, es imposible dejar de mencionar el bochornoso recibimiento que ofrecieron al viajero turbas oficialistas exaltadas, y que se ocuparon de golpear y de maltratar a los recién llegados, como a periodistas y acompañantes.
Lo que allí se planteó, y que fue como lo trató en sus análisis la prensa internacional, es que el asunto de fondo no es un problema de guapetones o de tercos, sino de que Venezuela está quedando internacionalmente aislada. También que esa especie de manifestación de tutor protector, como es el caso de Rusia, considerado único apoyo importante que tiene el Gobierno, no puede, económica o militarmente, mantener ese apoyo de manera indefinida.
En cualquier momento, inevitablemente, tendrá que negociar ese padrinazgo por su propio bienestar político y económico, como ya lo ha hecho en oportunidades similares en otras partes del mundo. Es una situación posible en la que está sobrentendido que su posición no es por amor al pueblo venezolano, con el que no se identifica ni comparte ninguna relación cultural, sino por razones de interés geopolítico y económico.
El panorama cada día se complica más. El único recurso de ingresos económicos que le queda a Venezuela, es su industria petrolera, que está prácticamente colapsada. El país está sancionado por los organismos financieros internacionales. No hay dinero y la maquinita de multiplicar dinero inorgánico ya no sirve. El Bolívar fue desplazado por el Dólar y no hay posibilidades de préstamos o subsidios. Internamente, el hambre y la miseria siguen agravándose. El espejismo de presunta bonanza que proyectan los denominados "Bodegones", son sólo recursos para una gran minoría. Caracas, en detrimento del país, aún conserva parcialmente electricidad, agua y gasolina. Esto es una bomba de tiempo. que explotará sin beneficiar a nadie. El país conoce a los responsables de lo que ha sucedido hasta hoy. Dios les permita reflexionar a tiempo.
Egildo Lujan
Mariela Silva
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@egildolujan
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