martes, 5 de mayo de 2020

ANTONIO MONAGAS, ¿EN EL FRAGOR DE NUEVAS REALIDADES?

Cuando la incertidumbre acecha la vida, colectiva o individual, es cuando más surge el interés y la necesidad por despejar las incógnitas retenidas en las honduras del problema en cuestión. 

La situación azuzada por la crisis humanitaria que está padeciendo el mundo entero con la incursión clandestina del Convid-19, confirma la inminencia de tan inaplazable acción. Por eso, el planeta completo vive la fase de saber cómo va a ser ese contexto de nueva normalidad una vez aislado de la amenaza que se ha cernido sobre gruesas capas de la población. Sin embargo, al momento de asomar la presente disertación, no es posible anticipar nada. Menos aún, en los predios de un escenario en que las certezas son nulas. En se ámbito, se escucha hablar de decisiones complejas. Tanto, como de la falta de experiencias previas en contextos aproximados a lo que ha significado la pandemia del peligros y temido SARS CoronaVirus. 

Distintas son las especulaciones a este respecto. Aunque por ahora, se insiste en la prevención adoptada a partir de tres medidas que no por elementales, no dejan de ser prioritarias. A saber: distancia interpersonal, lavado de manos e higiene y el uso de la mascarilla. No obstante, hasta ahí llegan las sugerencias relacionadas con la prevención. Pero la idea de esta disertación, busca pasearse por consideraciones que rocen el futuro. Más, cuando en lo sucesivo, se determinará cómo las sociedades habrá de integrarse a la dinámica de este planeta pintado de azul esperanza, de azul vida y de azul energía. 

Vale reflexionar de cara a la intención de considerar el paso del ser humano de una circunstancia a otra. Que no es asunto de sencilla explicación. Ello pudiera devenir en una fractura o abandono del estado de bienestar alcanzado anteriormente, por otro de nueva factura. Habida cuenta, la vida es una sucesión de eventos cuya correlación no siempre se ajusta a la necesidad más apremiante. Es decir, la vida es como una cadena entendida como una conexión de eslabones, uno a uno. Y que visto este desde la perspectiva de la vida, da cuenta que los empalmes son como momentos atados entre sí. 

De manera que sólo la seguridad de la continuidad, le infunde importancia al hecho que significa entender que es más seguro un afianzamiento entre empalmes  basado en coincidencias que en diferencias. En esto, innegablemente, cabe la noción de “justicia”. Particularmente, si se entiende que el ser humano no ha terminado de reconocer que la vida no cede mayor espacio si lo que se interpone en ella son las miserias y mediocridades que el mismo hombre suele motivar en cada diatriba que acusa su discurrir. Vale pues esta párrafo, a manera de comprender la dinámica de la vida. Y por tanto, así aceptar sus limitaciones. 

La política y la economía en el centro del análisis

Pero volviendo al objetivo de esta disertación, cualquier teoría  que a dicho respecto pueda dilucidarse, no busca competir con alguna de las profecías de Michel de Nôtre-Dame o Miguel de Nostradamus. Nada de eso. Tampoco con plagiar alguno de  los pensadores de la antigüedad, cuando se atrevieron a actuar de profetas de su tiempo. La idea es trazar consideraciones que bien pudieran ser indicativos de decisiones futuras. Decisiones que pueden aventurarse a calibrar expectativas asentidas con la suficiente cautela para no desdibujar lo conseguido hasta ahora. Con el debido respeto a los derechos y libertades. 

Se habla de una nueva forma de vida a la que ahora tendrá que adaptarse la sociedad. Ya Peter Drucker, de quien se dice ser “el padre de la Ciencia de la Administración” según la revista Time, las nuevas realidades fue un tema que dio mucho que pensar en el ocaso del siglo XX. En su libro “Las nuevas realidades”, (1989), Drucker refirió que las mismas serían “(…)distintas de las cuestiones sobre las cuales se siguen escribiendo libros y haciendo discursos los políticos, los economistas, los eruditos hombres de negocios y los dirigentes sindicales”. 

De manera que no hay duda de que las nuevas realidades se verán configuradas por una especie de “reseteo” de las actuales. A pesar que serán ocupadas por procesos que no van a finalizar en poco tiempo. O porque se definirán como resultado de lo que el juego político determine mediante el decreto de un presunto “estado de alarma”. Escribía Drucker, que una  prueba convincente de esto, “es el profundo sentido de irrealidad que caracteriza gran parte de la política y de la teoría económica”.

Es así que con razón, el discurso de la economía se ha visto renovado ya en la antesala del siglo XXI. Más, en su ínterin. La economía se ha venido formulando con miras a atender nuevas realidades. Sobre todo, realidades afectadas por la dinámica de una oferta y demanda que tomará otro giro. Sino distinto en términos de sus procederes, su operatividad sufrirá algún desplazamiento motivado por las controversias que serán realidades en lo que la inmediatez permita. 

El fondo del asunto 

Políticamente, podría conjeturarse un gran pacto de Estado que, en la onda del Pacto Social formulado por pensadores de la talla de Rousseau y de Locke, pretenda cambios a nivel de la administración de gobierno. Especialmente, en lo que corresponde a la delegación de facultades y autoridad. Esto pudiera devenir en procesos de mayor amplitud a la hora de integrar factores políticos a las decisiones gubernamentales que mejor se correspondan con la pluralidad como condición básica de la política. 

La transparencia en la administración de gobierno, jugará un papel determinante de arraigo a la democracia. Asimismo, el papel del gobernante pulsara cada decisión a elaborar con la participación de actores no siempre comprometidos con la ideología del proyecto gubernamental. Pero las condiciones imperantes, harán reflotar tan eximio valor político. De esta forma, la diferencias ya no serían óbice para mantener a raya cualquier impugnación o contrariedad expuesta ante le jefatura de gobierno. 

Será innegable la inminencia de actuar en conjunto ante los nuevos desafíos geopolíticos que emergerán. Encarar dichos retos, será asunto de una política pública de suma trascendencia que debe convertirse en un todo un proyecto nacional. Las exigencias forzarán a los países a endeudarse más de lo previsto. Y esto se logrará en acuerdo y conformidad con los actores políticos previamente sumados al trabajo mancomunado. Por consiguiente, las medidas adoptadas habrán de garantizar la seguridad en todos los sentidos. Desde el jurídico hasta el operativo.

Las novedades a considerarse, se considerarán con base en nuevas realidades caracterizadas por sus implicaciones políticas, económicas, sociales, culturales. Pero particularmente, humanísticas, cívicas, ambientales, organizacionales, empresariales, comerciales y sanitarias. Incluso, militares, tecnológicas y de carácter emotivo que comprometan riesgos ya vividos. Asimismo aquellas actitudes que sigan patrones ortodoxos, se verán replegadas a fin de evitar que el miedo irradie hacia situaciones ya superadas. 

Esto ha de significar el vuelco inmenso que habrá de vivirse a instancia de nuevas formas de socialización. O de encauzar emociones y sentimientos. Y aunque será difícil comprender lo busca traducir “remar en una misma dirección”, será difícil cuestionar el giro que tomará la sociedad dado los cambios que necesariamente deberán adoptarse. 

Es indudable que la vida social, política y económica, por considerar estas esferas pivotes de las restantes actividades humanas, será distinta. La lección impartida por esta pandemia, obligará al hombre a actuar al margen de antivalores relacionados con la soberbia, la egolatría, la terquedad, la envidia, la avaricia y los males capitales que tanto daño han causado a la humanidad a lo largo de su historia. 

Está en juego el tiempo de vida del ser humano. Como si al momento de ir de un lado a otro, su camino transcurriera sobre el filo de una navaja. Pareciera que todo fuera un atolladero mental. O una cerrazón emocional y sentimental lo que ha hecho mal funcionar al mundo actual. 

Aunque se ha especulado que superada la actual pandemia, sobrevendrá otra. Tan peligrosa como la del Convid-19. O aún mayor. Y será la intolerancia. Así habrá que tolerar al intolerante. O acaso será una de las tareas primordiales exigidas para vivir ¿en el fragor de nuevas realidades?

Antonio José Monagas 
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas 

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