La respuesta del régimen castrista a las sanciones aplicadas por la administración americana contra el emporio militar-mercantil GAESA ha sido reprimir a los cuentapropistas, la economía informal y el mercado negro, esto coordinado con una intensa campaña por todos los medios de comunicación, que son monopolio del gobierno, para intimidar a la población pero también enviar un mensaje que es necesario descifrar.
Así como Donald Trump afirma en su campaña electoral que EEUU “jamás será socialista”, parece que los Castro quisieran replicar que Cuba jamás será capitalista; pero no puede dejar de observarse la falsedad de esta equiparación, que puede considerarse oficial desde que Obama la consagró en su discurso en La Habana, el 22 de marzo de 2016.
Se puede discutir acerca de qué quiso decir al afirmar que “EEUU es un mercado libre”; pero no debe desperdiciarse un minuto en explicar que “Cuba tiene un modelo económico socialista”, porque tal cosa no existe, no ha existido nunca y quizás nunca existirá.
Para no extendernos demasiado digamos que el socialismo promete abolir el trabajo asalariado, que es causa de la alienación del hombre, la plusvalía, explotación, etcétera; eliminar la división del trabajo, con lo que todo el mundo se podría dedicar a cualquier cosa y lo más importante, extinguir toda división entre gobernantes y gobernados. Es innecesario preguntar si algo así existe en la Cuba revolucionaria y no porque les haya faltado tiempo, visto que llevan más de sesenta años en eso.
Lo que existe en Cuba es una tiranía militar comunista y como bien decía Von Mises “un Estado militar es un Estado de bandidos”, que se comporta en su territorio como un ejército de ocupación, sus ingresos provienen del botín que arrebatan a los propietarios y de los tributos abusivos que les impone a sus súbditos.
En Cuba no se ha inventado absolutamente nada a lo que pueda atribuirse una peculiaridad específicamente “socialista”, al contrario, todas las empresas o unidades económicas sean de producción o de servicios tienen una forma típicamente mercantil, como sociedades anónimas, compañías anónimas, por acciones, de responsabilidad limitada, etcétera.
La única particularidad es que pretenden ser “públicas”, cuyo único accionista sería el Estado o una corporación no privada como las FAR; pero esto no tiene nada de socialista, porque en los países capitalistas se utilizan exactamente las mismas figuras, sean en manos de personas jurídicas privadas o públicas, sin que ello cambie su esencia mercantil.
Por ejemplo, el Havana International London Bank, posteriormente Habana International Bank Ltd., fundado en el Reino Unido de la Gran Bretaña el 3 de octubre de 1972 por funcionarios del Min Int y del Banco Central de Cuba, según publicó el Diario de Las Américas, sirvió a su vez para la creación de alrededor de trescientas empresas offshore, para burlar “el bloqueo”.
Algunas de ellas cayeron en la red que triangulaba marfil y diamantes de África con cocaína de Colombia a través del Panamá de Manuel Antonio Noriega, lo que dio lugar a la Causa 1/89, por la que fueron fusilados el General de División Arnaldo Ochoa y el coronel “Tony” De La Guardia, entre otros.
Ahora bien, aquél banco londinense, mediante resolución del consejo de ministros de Cuba de 1991 ¡en pleno período especial!, estableció una Oficina de Representación en la isla, o sea, un banco nominalmente extranjero instala sucursales en Cuba y opera como si fuera un agente particular. Esto puede llamarse de muchas maneras, pero difícilmente “socialismo”.
Entre otras cosas se puede objetar a los militares, no tanto que posean y administren multitud de empresas, sino que lo hagan como monopolios o practicando una competencia muy desleal, de manera que nunca puede saberse cuál es la eficiencia de estos negocios, si se justifica su existencia y si no sería preferible librarlos al arbitrio del mercado, a ver cómo les va en el mundo real.
La parte doctrinal, justificadora, digamos ideológica de esta política es la creencia en que “la pequeña propiedad engendra capitalismo”, prejuicio que puede encontrar asidero en el mismo Lenin; así repiten constantemente que “según los clásicos” la política sigue a la economía, esto es, que si pierden el control sobre el desenvolvimiento económico terminarán perdiendo el poder político que, en el fondo, es lo único que les interesa.
Por último, lo que quieren lograr los americanos y así lo declaran es “empoderar” a los cubanos, darles mayor independencia económica, que es la base para la libertad individual; evitar en todo lo que sea posible que los recursos fluyan hacia el aparato militar reforzando su capacidad de control y represión de la población.
En respuesta, ya lo sabemos, el aparato recurre a los allanamientos de casas, talleres y depósitos, requisa bienes, materiales y equipos de trabajo; todo mediante gran despliegue de propaganda, bajo la acusación genérica de “prácticas económicas ilícitas” con las que los acusados pretenden “enriquecerse”, ¡como si eso fuera un delito!
Para que un sistema unipartidista se sostenga forzosamente tiene que reducir a los demás partidos a la inexistencia, para lo que requiere altas dosis de represión. Han optado por acciones quirúrgicas, muy puntuales y personalizadas, arrestos breves, multas, palizas, intimidación, citaciones, interrogatorios, permanencia en patrullas cerradas durante horas bajo un sol abrazador, amenazas incluso a los familiares; de esto dan fe los venezolanos.
Pero nada de esto sería posible sin una amplia complicidad internacional: ningún medio global se hace eco de las denuncias de atropellos y brutalidad policial del régimen castrista. En las llamadas Instituciones Internacionales no puede encontrarse el más mínimo apoyo.
Por poner ejemplos al azar, Antonio Guterres, Secretario General de la ONU, dirigente del Partido Socialista de Portugal, era Presidente de la Internacional Socialista, que no ha reconocido a ningún partido socialista cubano con el argumento de que “no son legales en Cuba”; pero sí invitaron a Fidel Castro al congreso de la IS en noviembre de 1980.
Josep Borrel, Alto Representante de la Unión Europea para Relaciones Exteriores y Políticas de Seguridad, dirigente del Partido Socialista Obrero Español, sucede a Federica Mogherini, comunista e islamista, quien sentó la doctrina de que “Cuba es una democracia de partido único”, que aquel sigue a pie juntillas.
Michelle Bachelet, Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, dirigente socialista, vivió un exilio dorado en la RDA, entre 1975 y 1979, que recuerda como una época “muy feliz”; su madre, Ángela Jeria, no observó nunca tras el muro de Berlín “el menor rastro de tiranía”. Ambas son fervientes admiradoras de los Castro.
Fatou Bensouda, Fiscal de la Corte Penal Internacional, extremista islámica, ocupó todos los cargos jurídicos en el régimen del dictador de Gambia Yahya Jammeh (depuesto por intervención militar de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental en enero de 2017) incluso los de Procurador, Fiscal General y Ministro de Justicia, aunque su especialidad es sobre Derecho del Mar.
Últimamente ha salido a la luz el Director General de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, dirigente del Frente de Liberación Popular de Tigray, una organización armada marxista-leninista de Etiopía, donde las tropas cubanas intervinieron en la guerra contra Somalia a fines de los años setenta. No tiene sino elogios para Cuba a la que considera “un ejemplo para el mundo”.
Y así podemos continuar ad nauseam; la pregunta es si habrá alguna esperanza para los casi 150 presos políticos atormentados en las cárceles de Castro, por más desesperados que sean los esfuerzos que hagan los opositores dentro de la isla por visibilizar sus casos.
En medio del fragor del escándalo orquestado por la izquierda y el islam contra EEUU y las instituciones occidentales, no, no hay ninguna esperanza.
Lo que hace aún más imperativo denunciar estas injusticias, que claman al cielo.
Luis Marin
lumarinre@gmail.com
@lumarinre
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