lunes, 22 de junio de 2020

LINDA D'AMBROSIO, EL LEGADO DE ISABEL HERRERA

Hace apenas unos días dejó este mundo doña Isabel Herrera de Umérez, quien, antes de emprender su viaje a la eternidad, legó a la tradición venezolana uno de los aguinaldos más populares de nuestro país: El Niño Criollo, musicalizado por Luis Morales Bance, quien recibiera en 2011 el Premio Nacional de Cultura.

En la letra del aguinaldo, uno de los cantos más arraigados y difundidos en su género, doña Isabel se pasea por todas las particularidades de un eventual niño Jesús venezolano: su fisonomía, su entorno y su indumentaria.

Es la propia Isabel quien nos narra, en un manuscrito dirigido a “Carlos y Emiliana”, según hace constar en el encabezado, cómo surgió el aguinaldo.

Al parecer, Luis Morales Bance había pedido a doña Matea, la madre de Isabel, que escribiera la letra para una composición que le había sido asignada como tarea en el conservatorio, animado por la facilidad que poseía la dama para rimar: “Los muchachos vecinos a veces eran tremendos, y cuando mi mamá los regañaba, los regaños le salían en versos.[…] A Luis Morales, en la escuela donde estudiaba violín, y música en general, le pusieron de tarea escribir un aguinaldo, y fue a donde mi mamá a pedirle que, en lugar de un regaño, le escribiera unos versos para la letra de su tarea”.

Pero la inspiración no llegó. “Han debido de estar portándose bien, porque no hubo ningún resultado en versos”, añade jocosamente Isabel. Y prosigue: “una noche yo estaba en la sala de nuestra casa, y me vino de golpe la letra. Se la di a Luis y en esa Navidad lo cantamos por primera vez. Uno de los papás del grupo trabajaba en una televisora de esa época y nos dijo que teníamos que registrarlo como autores, y para el año siguiente hicieron unos programas especiales en la televisión que nos dieron la oportunidad de ser “famosos”.

Y famosos fueron: creado en 1962, el aguinaldo fue concebido por su autora en versos octosílabos, e interpretado por primera vez a cuatro voces en CVTV gracias a una invitación de su entonces director, don Antonio Cartaya. Desde entonces, no ha dejado de cantarse y de ser objeto de múltiples versiones, incluso una en clave de salsa, creada por Oscar D’León. Posteriormente su esposo, Gonzalo Umérez, agregaría una nueva estrofa, que garantizaba que el aguinaldo tomara en cuenta todas las regiones de Venezuela: Cual estrella titilante/del Catatumbo los rayos/como en Belén servirían/ de rumbo a los Reyes Magos.

Existen tres episodios de la vida de Jesús considerados epifanías. De ellos, el más popular es el que se rememora el seis de enero, que refrenda el principio de la universalidad de la salvación: Jesús se da a conocer, se revela, no solo a los de su pueblo, sino también a los magos (sabios) de Oriente: Melchor, Gaspar y Baltasar, quienes, al tiempo que pertenecen a diversos orígenes étnicos (uno blanco, uno negro, uno indio), reconocen la majestad, la sacralidad y la mortalidad del recién nacido, expresadas a través de sus respectivos dones: oro para el rey, incienso para el dios y mirra para el hombre.

Jesús nace para todos. En él se compendian todos los hombres, todas las razas, todos los orígenes. También el nuestro. Y es ese el espíritu que recogió doña Isabel Herrera de Umérez en El Niño Criollo.

Doña Isabel, además, era proverbial por su amabilidad, por su bondad, por su competencia. Connotada arquitecta, construyó diversas viviendas, así como la Iglesia de La Boyera, en donde destacan los vitrales diseñados por su madre, la ya citada María Teresa Herrera, “Era la mujer más completa que he conocido”, subraya una de sus tantísimas amigas. Damos por hecho que los ángeles la recibirían, al llegar a su morada definitiva, con furrucos, con maracas, una charrasca y un cuatro.

Linda D´ambrosio
linda.dambrosiom@gmail.com
@ldambrosiom
@ElUniversal

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