John Bolton, en su polémico libro “La habitación donde sucedió: una memoria de la Casa Blanca”, ha dedicado un capítulo a Venezuela, el cual comienza con un “No estuvimos a la altura”. Nada nuevo para quienes hemos mantenido una postura crítica sobre la larga lista de errores cometidos desde Washington en el manejo de esta crisis.
En artículos anteriores he señalado el desatino de la administración estadounidense en “comprar” el plan de un sector de la oposición venezolana que carece de estrategia; traza sus acciones inmediatistas a partir de escenarios irreales; desconoce los códigos del chavismo y de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.
Ahora bien, de las treinta y nueve páginas de “Venezuela Libre”, se confirma que al menos Donald Trump tenía claridad sobre las “debilidades” de Juan Guaidó, la “fortaleza” de Maduro y el mal camino que se avizoraba. Dice Bolton, “El 3 de marzo, Trump me dijo: Guaidó no tiene lo que se necesita (…) Aléjate un poco de eso, no te involucres tanto”; siendo así ¿por qué han continuado con el mismo plan sin ningún correctivo?, ¿cuál sería el interés del Presidente Trump en avanzar con alguien que visualiza como un “niño débil”?
Sobre la valoración del Presidente Trump hacia Nicolás Maduro, lo dicho por Bolton coincide con las recientes declaraciones de Fernando Cutz, ex funcionario del National Security Council of The White House, en entrevista con Juan Carlos López de CNN, quien dijo “en privado Trump había comenzado a manifestar respeto por Maduro”.
Todavía no sabemos cuál será el destino final del libro que confirma la opción militar como parte del menú puesto sobre la mesa, sin embargo, para John Bolton, reafirmado en su propio escrito, “la intervención militar no es la solución”.
El diez de septiembre de 2019, Bolton abandona su puesto en la Casa Blanca. Después de la tristeza colectiva de los radicales venezolanos, quienes creían estar perdiendo a su mejor aliado para la guerra, Donald Trump escribe un tweet posicionando a Bolton como el “obstáculo que lo frenaba” para enviar la séptima flota a Venezuela.
Surge una contradicción. El 18 de junio el Presidente Trump coloca un trino en referencia a Bolton “es un tonto aburrido descontento que solo quería ir a la guerra”, pero mucho antes, el 29 de enero de este año, cuando ya se sabía de la existencia del famoso libro, Trump dijo: “si lo hubiera escuchado estaríamos ahora en la Sexta Guerra Mundial”, entonces, ¿John Bolton es o no el freno para la guerra?
La administración estadounidense debe definir y responder si su compromiso está con un sector del país, con todos los venezolanos o con sus propios intereses. De confirmarse las memorias de Bolton, sería sumamente preocupante que la intervención militar sea considerada como algo “cool” y que todavía, en pleno siglo XXI, alguien pueda pensar en la posibilidad de revivir la doctrina Monroe, ¿el plan es redemocratización o colonización?
Ahora, ¿por qué tenemos que creer en un Bolton “resentido y enojado”? De la gloria a la “nada” en un tweet, así cierra su paso por la Casa Blanca el ex asesor de seguridad John Bolton. Tiempos aquellos cuando era ovacionado y considerado el hombre que le pondría la braga naranja a Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y al Ministro de la Defensa Padrino López.
Así paga el diablo a quien le sirve, dicen en mi pueblo. El presidente Donald Trump lo ha calificado de “traidor”, “loco”, “mentiroso”, “tonto”, “aburrido”. Desde Venezuela, ninguno de sus antiguos aduladores ha salido en apoyo solidario.
Bolton fue utilizado para impulsar una política propia de un circo y ahora es desechado. Primero fue con el show de la famosa libreta amarilla con la nota sobre las 5000 tropas por enviar a Colombia; luego con la cantidad de tweets incoherentes que día y noche dirigía a los altos jerarcas del entorno de Maduro los cuales llegaron a ser tan contraproducentes, que una tarde me atreví a decirle a un alto funcionario estadounidense: “por favor, alguien que le esconda el Twitter”.
En un apartado del capítulo, Bolton cuenta: “Trump periódicamente decía que quería reunirse con Maduro para resolver todos nuestros problemas con Venezuela, cosa que ni Pompeo ni yo pensábamos que era una buena idea”. Es una lástima leer esto, estoy segura hubiese funcionado mucho más que todos los “planes” ejecutados hasta ahora; era la oportunidad perfecta para darle un bálsamo al golpeado ego de Maduro, quien tiene tiempo deseando ese encuentro, no olvidemos cuando lo intentó en el marco de la reunión de Naciones Unidas.
Como anécdota personal, una tarde del verano del año pasado, estábamos reunidos parte de grupo de trabajo informal en un importante tanque de pensamiento de Washington DC, analizábamos la posibilidad de un encuentro Trump con Maduro y posteriormente Guaidó. La propuesta la llamamos “Cumbre de Mar–A-Lago”, pensamos en repetir la historia Clinton, Arafat, Barak en Camp David, tratar de construir una ruta realista para una solución negociada al tiempo que reposicionábamos la diplomacia norteamericana. Esta idea llegó a altos niveles pero no devolvieron el último feedback.
Definitivamente el libro de Bolton es un repaso de sus propias contradicciones y las de la administración. Por un lado se habla de intervención cool, anexionismo Monroe, pero también de reuniones, diálogos; se confirman valoraciones poco favorables a la persona de Juan Guaidó, pero por otro lado se reafirma el respaldo continuado; habla sobre la seriedad de la amnistía ofrecida a militares venezolanos para que abandonaran a Nicolás Maduro, pero olvida que él mismo alejó a esos militares con la grosera y torpe actitud de influencer en Twitter.
Por último, si Guaidó leyó el pdf del libro, debe reconsiderar bien su papel en esta historia. Debo reconocer que el único mérito indiscutible de Juan Guaidó es su coraje. Indistintamente de tener las espaldas cubiertas por un amplio sector de la comunidad internacional, se requiere valentía para verle la cara al “perro con rabia” tan de cerca, sin embargo, es muy mala señal que los presidentes de dos superpotencias no tengan una imagen bien definida de ti, el de Rusia lo visualiza como una Hillary Clinton y el de Estados Unidos como un Beto O’Rourke.
Después de un largo e intenso año, le cambiaría el título al libro de Bolton, le llamaría “La habitación donde ocurrió y no ocurrió nada”.
Indira Urbaneja
@indiurbaneja
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