El régimen cubano supo sortear el fracaso económico del comunismo aferrándose al protectorado de la Unión Soviética, al caer ésta, apenas sobrevivió a través de relaciones comerciales europeas muy puntuales, ese periodo especial fue muy rudo para los habitantes de la isla (no para sus dictadores). En 1999, llegó Chávez como un gran salvador para las autoridades isleñas, tanto que prácticamente Cuba es la que arropa en un protectorado a Venezuela.
Desde que el precio del barril estancó su abrupta subida y la extinta Pdvsa comenzará reducir su producción por ineficiencia y corrupción, Cuba no pudo continuar incrementando las ganancias obtenidas de los bolsillos venezolanos, pero en ningún momento, desde Chávez y ahora Maduro, ha dejado de recibir recursos, incluso, en esta época de escasez de gasolina, Cuba continúa recibiendo el vital combustible por parte del chavismo.
Una reflexión: cuando comenzó la crisis del Covid-19 en Estados Unidos, Trump prohibió a las empresas estadounidenses fabricantes de mascarillas exportarlas, aunque fue una medida criticada por el mundo, el presidente de esa nación priorizó el bienestar de sus conciudadanos, el estadounidense alabó la medida. Caso contrario, Maduro en plena crisis de gasolina mantiene entre sus privilegios el envío de gasolina al régimen cubano, a pesar que el venezolano repudia la medida… que gran diferencia en la conducción de un país.
La injerencia cubana en Venezuela es obvia, incluso descarada, no olvidemos hace unos meses el canciller cubano fue declarado invitado permanente en el consejo de ministros venezolanos, mesa donde se debaten los intríngulis de mayor relevancia del país, donde se incluyen temas de seguridad y defensa. Así mismo, es lugar común encontrar la bandera cubana en las distintas dependencias públicas del país, de manera que no estamos inventando nada.
El discurso del chavismo, sus slogans, sistema político, electoral, segmentación social, esquema partidista, contenido constitucional, aliados internacionales, mecanismos de “represión”, hegemonía informativa, centralismo económico, colectivización de los medios de producción, etcétera, son una oda al castrismo, un calco a la mineralización de una élite política-militar con ánimos a perpetuarse, tampoco es secreto para nadie.
Esta desgracia ha sido consumada lentamente desde 1999, a través de la desinstitucionalización del país, los poderes públicos han sido raptados por el partido de gobierno, primero por el tragifamoso MVR, luego por el Psuv, a esta usurpación de funciones se incluyen los espacios que electoralmente ha ganado la oposición. Precisamente, gran aporte a este tétrico proyecto han sido los procesos electorales en “condiciones mínimas”, se han cernido sobre los venezolanos como una maldición apocalíptica… aceptarlos implicó aceptar un país en condiciones mínimas.
El ciudadano venezolano lo sabe, desde 2017 decidió no seguir apostando a vías electorales absolutamente inútiles, donde el régimen no pierde ni perdiendo, pues recupera a través de la violencia institucionalizada toda instancia que los venezolanos le quita. Las sendas abstenciones que se han suscitado en el país desde la “constituyente” hasta la fecha valieron al régimen su desconocimiento internacional y lo ha puesto contra la espada y la pared.
De este modo, prestarse para procesos electorales donde el voto no genera cambios, no premia ni castiga, donde el venezolano vota, pero no elige ¡es un absurdo! un colaboracionismo para quienes hoy dirigen el país innaturalmente, favoreciendo (no tan) indirectamente a Cuba y su proyecto expansionista. Por eso, el slogan electoral de quienes decidan prestarse como candidatos a las próximas parlamentarias, incluyendo a los de “la oposición”, debe ser “Make Cuba Great Again”.
Leandro Rodríguez Linárez
leandrotango@gmail.com
@leandrotango
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