Es
un problema acogido bajo el concepto de “incertidumbre”. Ante la pregunta ¿y
ahora qué?, se alza la incertidumbre. Su condición etimológica implica el
desconocimiento que se tiene sobre el futuro que se abalanza en lo que viene de
un nuevo trazo de tiempo.
En
lo específico, no es posible conocer la probabilidad de ocurrencias de eventos
en el tiempo inmediato o siguiente. Aunque pudieran esbozarse conjeturas. Pero
sin que las mismas comprometan la previsibilidad exacta de los hechos a
ocurrir.
La
teoría de planificación, intenta resolver esos problemas. Sin embargo, aclara
que deben distinguirse problemas bien estructurados, de problemas no bien
estructurados. Luego de superar tal diferencia, propone algunas soluciones.
Siempre desde distintas perspectivas situacionales, ya que lo contrario sería
caer en el oficio del timador que juega a ser “pronosticador de coyunturas”.
Lidiar
con la incertidumbre aunque esté mal definida, es lo que más puede acercar una
conjetura a una postura algo próxima a una realidad posible. Aún así, es un
atrevimiento que podría resultar oneroso. O ser costoso en todo sentido. Sin embargo, la política no escarmienta ni
tampoco escatima esfuerzos al momento de apostar a responder preguntas como la
que esta disertación busca analizar. ¿Y ahora qué?
La
política es tan osada, que se lanza a “lo loco” a una carrera. Sólo para
convencer a quienes se prestan a caer en su juego. Y lo hace con el mayor
descaro que las circunstancias permiten. Sin medir consecuencia alguna. Más
aún, con presumida actitud. Sin sentido de la desvergüenza ante la pretensión
asumida. Quizás, fue la razón que llevó al actor estadounidense metido en
política, a decir que “la política es el arte de buscar problemas,
encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar luego los remedios más
equivocados”
¿Y
ahora qué?Es la pregunta que muchos venezolanos, a sabiendas de las amenazas,
peligros y problemas en ciernes, se hacen. Sin que nadie pueda responder. Sin
embargo, nadie duda de que la política es osada. Más, cuando a decir del léxico
ordinario, la desinformación es el mejor caldo de cultivo para fecundar
realidades. O sea, para preñarlas de presunciones, exageraciones o
tribulaciones. Y que después se acojan a cualquier desparpajo emitido. Tal vez,
así puede sopesar, calibrar o pulsar el
ambiente político imperante. Y por tanto, sembrar la trampa calculada. Incluso,
tantear la ingenuidad de ilusos prosélitos.
Lo
arriba referido, no es óbice para suponer que, en efecto, la vida política,
social y económica en Venezuela, no será igual. Podría menguar más aún. O
arreciar. O como pregona el saber popular: “Todo depende del color cristal con
que se mire”.
En
todo caso, no es inmoderado decir que la Consulta Popular, entendida como
“medio de protagonismo del pueblo en ejercicio de su soberanía(…)” abrió un
compás de deducciones con una fuerza narrativa capaz de despejar caminos
conducentes a forjar decisiones fundamentales en lo que concierne al
ordenamiento jurídico nacional.
Respecto
de lo que es posible inferir, luce indiscutible negarle importancia al hecho
cuantitativo que significó tan reconocido acaecimiento político. También de
condición jurídica, dado el carácter vinculante que la Constitución le otorga.
Numéricamente, dicho evento superó las expectativas. Asimismo, hizo ver el
calado de la sociedad democrática que impugna la actual situación
político-económica que tiene atascado el desarrollo nacional. En todas sus
manifestaciones.
Aunque
resulta algo forzado, el hecho de cotejar estos resultados con la situación que
el régimen estableció al imponer elecciones parlamentarias el 6-D, sirve para
inferir lo que pudiera dar algunas respuestas a la pregunta que intitula esta
disertación: ¿Y ahora qué?Por demás, cuestionadas y poco o nada creíbles.
Y
es que si bien se sabe que la idea que animó la ejecución de tan fraudulento
evento comicial, fue la reconquista de los escaños de la Asamblea Nacional,
igualmente dicha realidad ya consumada permite nuevamente reconocer el talante
represivo que caracteriza al régimen cuando quiere tomar para sí cualquier
instancia pública que considere necesaria a sus intereses.
¿Y
ahora qué? A decir de por dónde viene o han ido las tendencias, es posible que
algunas conjeturas no se atasquen en los predios de la incertidumbre. Habida
cuenta, el régimen no ha dejado de funcionar sin olvidar que su gestión
política la ha podido apuntalar detonando dignidades y principios a punta de
arreglos de toda calaña y cuantía.
Y
aunque en el fondo de la pregunta ¿Y ahora qué? rondan las secuelas de la
incertidumbre, el desconocimiento de situaciones conexas o de información
veraz, sus posibles respuestas no dejarán de inquietar. Particularmente, a
venezolanos que mantengan, entre sus prioridades, el propósito de prestar la
posible colaboración a la tarea de hacer que Venezuela recupere la democracia
sobre la que escribe la teoría política. Tanto como del país con el cual sueñan
tantos venezolanos que bien merecen vivir bajo las libertades por las que
precursores y libertadores, lucharon y regaron su sangre.
Así
que ante la falta de certeza sobre las realidades próximas, o de eventos que
habrán de cabalgar sobre un conocimiento cierto en torno a los tiempos que
pesan en el futuro inmediato de Venezuela, siempre seguirá deambulando la
interrogante ¿Y ahora qué?
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Venezuela
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