Los
economistas nos dirán que la inversión a borbotones que vamos a observar va a
provenir de dineros "de dudosa procedencia" (eufemismo que define a
esos miles de millones que nos fueron robados) pero nos apuntarán que esas
inversiones son "necesarias" para sacarnos de estas arenas movedizas.
Que hay que bien venirlas pues sin ellas no hay paraíso. Nos dirán que esos
capitales permitirán que los servicios públicos y privados mejoren y que
entonces el aparato productivo tendrá menos obstáculos y podrá arrancar. Nos
anunciarán también que el dólar seguirá rumbo arriba y que eso le viene de
perlas al régimen, que es el único que opera en bolívares.
Cualquier
politólogo con dos dedos de frente nos explicará, sin frases churriguerescas,
que absorber las alcaldías (nuevo plan del abigeato político del régimen) no
soluciona problemas operativos de los vecinos y que este nuevo espelucamiento
no es sino una jugarreta de poder político. Sirve para irritar.
Los
sociólogos nos dirán que la
migración aumentará. Que para fines de este se habrán ido unos 2 millones más.
Y nos explicarán cómo eso es un tremendo dolor de cabeza para los países
receptores, sobre todo para Colombia, que no puede rechazar a los migrantes
porque muchos de ellos tienen derechos civiles y políticos que no se pueden
despachar así nomás, por mucha xenofobia que escupa doña Claudia. Y el asunto
no es dato menor considerando que en 2022 hay elecciones presidenciales en
Colombia. Como quien dice, a la vuelta de la esquina. Y esos votos valen.
Muchos
analistas nos van a explicar, algunos por fortuna en lenguaje comprensible y
sin cursis citas en otros idiomas, que sin embargo, aunque por la gritamentazón
el régimen no parezca proclive a ella, la negociación entre los apoltronadosen
Miraflores y cuarteles y la oposición (la de verdad) va a ocurrir. Que no hay
de otra. De hecho, está en antesala. Y en este caso nadie será triunfador.
Nadie cantará victoria. Y eso hará que las posibilidades de acuerdo aumenten.
Algunos
consultores nos anunciarán que los liderazgos cambiarán. Que algunos
sobrevivirán pero otros caerán con callos y todo por el barranco, previo ser
carcomidos por las hordas. Y vaticinarán que aparecerán nuevos actores, tanto
en un bando como en otro.
Alguien
declarará que sin los militares, sin Cuba, sin la Unión Europea y sin los
países de América Latina, no hay acuerdo posible. Y a pesar de correr el riesgo
de ser acribillados en las redes, algunos puntualizarán una verdad difícil de
tragar: que cuando
se está en una situación tan grave, ningún bando tiene
"irrenunciables", porque ambos necesitan sobrevivir.
¿Qué
puede estar al final de este año? Quizás un gobierno transitorio, mixto, medio
extraño y que en realidad guste a pocos, con inversión privada pero manteniendo
la propiedad del estado. Sí, con muchas cosas a media luz y con muchas más a
medias. Y con muchos y variados atajaperros.
Los
extremistas de uno y otro bando terminarán desactivados. Este país ya no tiene
los recursos que tuvo en abundancia en el siglo XX y ya no hay cómo creer en
pajaritos preñados volando en retroceso. El país ya no tiene cómo ni con qué
apalancar fantasías. Muchos países que no tienen recursos naturales saben
trabajar sin recursos. Nosotros no. Pero lo aprenderemos. Maestra vida.
La
menguada clase media venezolana sufre todavía de delirios de grandeza. Pero a
punta de coger más palos que gata ladrona agarrará mínimo y entenderá que tiene
que dejar de mirarse el ombligo.
Tenemos
que vernos a nosotros mismos como un país pequeño, un bueno, pujante,
progresista. Que dé pasos pequeños pero seguros, que abandone la visión de
héroes, gestas, batallas y la cambie por ese aburrido asunto de la rutina.
Menos altibajos. Con buenas aspiraciones pero sin delirios de grandeza.
Los
nuevos jóvenes lo tienen clarito. Me refiero al país que será, el país que
quieren que sea para ellos, para sus hijos y sus nietos. Incluso los jóvenes de
la Revolución. Un país pequeño, multiproductivo, con un Estado eficiente, con
equidad social. Si sentáramos en una mesa a Guaidó y a Héctor Rodríguez nos
sorprendería la cantidad de cosas en las que coinciden. Cuando se quitan las
etiquetas babosas y se deja de hablar para los titulares, ajá, ahí surge el
encuentro que deshace el desencuentro. Pero tienen correas que los restringen.
Porque cada uno depende de apoyos. Si patean a sus respectivos apoyos, pierden.
Todavía hay mucho vetusto en ambos bandos.
Esa
nueva Venezuela la lideran los jóvenes. Hay que escuchar a los jóvenes metidos
en política, a eso que tienen menos 50 años. Esos son los constructores.
Los
políticos construyen la infraestructura para que la sociedad pueda producir. La
carrera más importante en Japón es la educación. Y la segunda más importante es
la política.
El
mayor error de la oposición en Venezuela no ha sido los traspiés que ha dado;
ha sido el comunicar más los horrores del régimen y no enfocarse en vender su
propuesta, que la tiene, estructurada y escrita. Cualquiera sabe más de los
horrores que dice y hace el régimen que de la propuesta de la oposición. Y eso
es un disparate.
Hay
que comportarse como alternativa , no como oposición. El ser "anti"
sirve un rato, unos meses. Luego hay que conquistar.
En
Venezuela a la oposición le va a caer la locha; va a entender que no sirve ser
oposición, sirve ser la alternativa. Y para ello tiene que conquistar más o
menos unos 3.3 millones de venezolanos que no están con el régimen pero que no
apoyan a la oposición.
La
señora Venezuela si no le gusta un marido y tampoco le gusta el otro, va a
buscar un tercer marido.
En
fin, año difícil. Sí. Pero, sobreviviremos.
Soledad
Morillo Belloso
soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob
Venezuela
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