El error más grande cometido por los ciudadanos de
este país fue elegir a Barack Hussein Obama presidente de los Estados Unidos.
Desde muy niño, Barack escuchó las
conversaciones de su abuelo materno Stanley Armour Dunham con su amigo Frank
Marshall Davis, líder de la izquierda política americana. En sus años de
juventud Obama asistió durante 20 años a los servicios religiosos del pastor
Jeremiah Wright, un hombre que odiaba a los Estados Unidos al extremo de que
,en sus sermones, sustituyó el tradicional "Dios Salve a America" por
la frase venenosa de "Dios maldiga a America". Y un hombre llamado
Obama lanzó su primera campaña política a la legislatura del estado de Illinois
en la residencia de los terroristas del Weather Underground, Bill Ayers y
Bernardine Dohrn. Con estos antecedentes, Barack Obama jamás debió haber sido electo a ningún cargo
púbico.
Pero este personaje. además de ser un político
brillante, es un simulador consumado. Cuando su figura alcanzó niveles
nacionales rompió todo contacto con Jeremiah Wright y Bill Ayers. Se presentó
ante el pueblo americano como un joven idealista, moderado y conciliador. Su
sonrisa inocente fue otra de las cualidades que le ganó la simpatía de millones
de sus conciudadanos. Escondió en la manga su militancia de izquierda y su
racismo congénito. Con ello, Obama llevó a cabo el mayor engaño perpetrado
contra el pueblo americano en más de 245 años de república.
Al finalizar sus dos períodos de gobierno, Obama debía
ceder al paso a otro presidente y apoyó la candidatura de su compañera
delincuencial Hillary Clinton. Ella mantendría en secreto las fechorías
cometidas por ambos. Pero se produjo el milagro de Donald Trump ganando las
elecciones de 2016 y tanto Hillary como Barack tuvieron que mandarse a correr.
Obama lanzó la resistencia a Trump en la reunión del 5 de enero de 2017 en la
Casa Blanca con la participación de Joe Biden, Sally Yates y Susan Rice,
mientras Hillary pagó dos millones de dólares al ex espía británico Christopher
Steele por un informe apócrifo afirmando que Trump conspiraba con Vladimir
Putin para ganar las elecciones.
Por otra parte, la elección de Donald Trump fue un
golpe demoledor tanto para Hillary Clinton como para Barack Obama. Ella vio
frustrada su aspiración a convertirse en la primera mujer presidente de los
Estados Unidos y él vería erradicado su legado presidencial de izquierda
agresiva. Y lo peor, a los 55 años de edad, Obama no estaba dispuesto a
convertirse en reliquia. La mayoría de los ex presidentes se retiran a la vida
privada y a sus respectivos
entretenimientos. Su mayor proyección política es el diseño y administración de
sus bibliotecas presidenciales. Y su regla de oro es no inmiscuirse en las
decisiones de sus sucesores.
Pero eso sería imposible para un adicto a la actividad
política como Barack Obama. A sus actuales 59 años Obama se considera
capacitado para seguir jugando un papel importante en la vida pública americana
y se aferra al poder a través de sus
antiguos subalternos. Uno de ellos es sin dudas un Joe Biden que acató la orden
de designar a Kamala Harris como su vice presidenta.
El 19 de mayo del año pasado, en un artículo que
titulé "El regreso de Obama a la Casa Blanca", escribí: "Obama,
por su parte, se prepara a regresar a la Casa Blanca por la puerta lateral que
le abriría un Joe Biden mediocre, balbuciente e incapacitado". Por
desgracia se ha cumplido mi vaticinio.
Además los Obama compraron una residencia por 8
millones de dólares a menos de dos millas de la Casa Blanca. Trump no disfrutó
de tranquilidad para poner en marcha su agenda pero, a pesar del hostigamiento,
fue más efectivo que todos sus antecesores, incluyendo a Obama. Y ahora Obama, el presidente obstruccionista
de los años de Trump, ha logrado su sueño de convertirse en el presidente
oculto pero actuante del período de Biden.
Pero esta vez, Obama es mucho más efectivo porque
tiene la experiencia de ocho años de improvisaciones y fracasos. Sabe por
ejemplo, que sólo tiene dos años para poner en marcha la agenda que se le quedó
en el tintero en sus primeros ocho años de gobierno. En las parciales de 2022
los demócratas podrían perder la mayoría en una o hasta en las dos cámaras del
Congreso. Esa es la respuesta a la ráfaga de 40 órdenes ejecutivas emitidas por
Biden en menos de dos semanas, más que ninguno de sus antecesores.
Por lo tanto, los conservadores que vemos en Donald
Trump la última esperanza de devolver esta nación a la libertad, la prosperidad
y la justicia debemos prepararnos para dos años verdaderamente tormentosos
porque los ataques sólo han comenzado. Desde la pérdida de la independencia
energética hasta el financiamiento del aborto, pasando por las fronteras
abiertas, el aumento de la delincuencia y la confiscación de nuestras armas de
fuego esta gente se propone llevarnos a una esclavitud del Siglo XXI donde
serán incluidos los ciudadanos de todas las razas. Y, dicho sea de paso, el
único Dios que reconoce esta izquierda es el estado totalitario y todopoderoso.
Ahora, ese estado se va a apoderar del pastel creado
con los impuestos aumentados a la clase media para distribuirlo entre sus
zánganos mantenidos y sus incondicionales políticos. Para ello, tienen que
debilitar la voluntad de lucha de una buena parte de la ciudadanía. Y no hay
nada más debilitante que el complejo de culpa. En este país se le conoce como
"Culpa Blanca" o "White Guilt".
Muchos se preguntarán qué es esta "Culpa
Blanca" . El sociólogo Willard Gaylin la describe en estos términos:
"Culpa es la emoción que conforma una proporción considerable de nuestra
bondad y generosidad. Es una señal que nos dice cuando hemos transgredido los
códigos de conducta que nosotros mismos nos hemos impuesto. Sentirnos culpables
nos dice que hemos fallado en nuestros ideales". Este sentimiento ha sido
utilizado por la izquierda militante para chantajear a muchos de los
multimillonarios y políticos americanos. Un ejemplo en cuestión ha sido el
Alcalde de los Ángeles, Eric Garcetti, hincándose de rodillas ante ciudadanos
negros para pedirles perdón por ser blanco. Si esto no fuera tan deprimente
sería risible.
Explotando este sentimiento, mercaderes del racismo,
tanto dentro como fuera del gobierno, se han atrevido a proponer el disparate
de proporcionar una indemnización a los ciudadanos de raza negra. La
interrogante mayor es determinar quiénes son los americanos de raza negra que
descienden de esclavos seis generaciones después de que Abraham Lincoln
emitiera su Proclama de Emancipación el primero de enero de 1863.
La otra es precisar quiénes son los americanos blancos
descendientes de antiguos dueños de plantaciones de esclavos. Sería una
injusticia por partida doble obligar a un ciudadano cuyos antecesores no
tuvieron esclavos a pagar reparaciones por delitos cometidos por otros. Esto no
es otra cosa que una sucia maniobra de la izquierda para mantener esclavizados
y garantizarse los votos de los ciudadanos de la raza negra. Porque el hombre
que sin esfuerzo propio recibe de otro su subsistencia es esclavo del que se la
proporciona.
Estos son los procedimientos y estratagemas con los
que cuentan Barack Obama y sus apandillados para enfrentar a un Donald Trump
que cuenta con el respaldo incondicional de 74 millones de americanos y que ha
dicho que volverá a aspirar a la presidencia. Hay una nación dividida por el
medio entre los mafiosos del pantano y los defensores de un regreso a los
valores de la América que nos legaron los padres fundadores. Todos sabemos
quiénes son porque al "capo" de la mafia demócrata se le acabó el
anonimato.
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