Las perspectivas del Partido Republicano gringo (Grand Old Party o GOP) lucen tan apetitosas como tomar una ducha helada en Alaska en invierno y a la intemperie.
Sí,
por ahí se augura que van a intentar descarrilar la presidencia de Biden
abusando del famoso filibuster, el cual permite obstruir votaciones importantes
a menos que se cuente con una mayoría semicalificada de 60 votos, y/o
bloqueando el funcionamiento del Senado según reglas muy enredadas, pero lo más
seguro es que por el camino se estrellen contra una de dos paredes. Pared 1:
digamos que los republicanos cierran filas en su defensa de Trump ante el
impeachment y que apenas un puñado de senadores de ese partido votan para
condenarlo, de los 17 necesarios. El obstruccionismo seguiría, con mayor o
menor éxito, pero el efecto que esto tendría sería sobre todo mantener
electoralmente vivo a don peluquín, con la consecuencia de que el ruido
constante, el cubrimiento obsesivo de los medios y la reiteración de las
espantosas imágenes de la toma del Capitolio también perpetuarían el
resentimiento del lado opuesto, conduciendo otra vez a un voto masivo, sobre
todo en las presidenciales de 2024. Digamos que allí Kamala Harris enfrenta a
Trump. Él, por definición, marchita cualquier renovación. Postergar el
surgimiento de nuevas figuras es una fórmula para el desastre en cualquier
partido. Para Biden sí son importantes las elecciones de mitaca en 2022, pero
un avance republicano en ellas de ningún modo es garantía para las
presidenciales posteriores, sobre todo por el rechazo gigantesco que arrastra
Trump, muy superior al apoyo que sí tiene.
La
pared 2 prefigura todavía menos una recuperación cierta del GOP. Digamos que la
oposición republicana a Trump crece y que, así no lo condenen en el
impeachment, logren sacarlo de la carrera y promover candidatos alternativos
para las presidenciales. Esta guerra civil, aparte de costar muchos puestos en
las elecciones al Congreso, pues Trump atacaría con saña a cualquiera que se le
oponga, podría hacer que los trumpistas armaran toldo aparte, llevándose
digamos el 30 % de partido, lo que restaría a los republicanos los votos
necesarios para ganar casi cualquier elección nacional y no pocas elecciones
locales y regionales. En fin, si surge un ala conservadora razonable en el GOP,
que intente hacer contrapeso a los trumpistas obsesionados con conspiraciones
inexistentes, la batalla por el alma del partido se puede volver a muerte, lo
que por definición aleja a la gente moderada o insegura. O sea, mal por un lado
y mal por el otro.
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¿Hay
otras opciones a corto plazo? No se vislumbran. Se vislumbra en cambio una
recuperación económica decente en los próximos dos años, así como el control de
la pandemia de COVID-19, presupuestado para fines de 2021 en Estados Unidos.
Con ello, el gringo promedio se tranquilizaría. No se ve cómo eso podría
llevarlo a votar por Trump o por los botafuegos que él apoya, por ejemplo la
loca representante a la Cámara por Georgia, Marjorie Taylor Greene.
Lo
único que podría repotenciar al GOP a mediano plazo sería que el Partido
Demócrata caiga a su vez en manos extremistas. Esto último no es probable,
aunque tampoco imposible. También le serviría a la derecha una crisis económica
muy aguda, no ahora, que ya existe y se le achaca a Trump, sino otra nueva.
Hasta donde se sabe esto tampoco es probable en los próximos años, si bien una
vez más no es imposible.
andreshoyos@elmalpensante.com
@andrewholes
Colombia
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