Veamos.
Se
trataba de una una fauna impresionante. Jacob Chamsley, alias Jake Angeli,
penetró en el capitolio norteamericano por una de las ventanas derribadas por
la multitud embravecida. Llevaba un curioso casco de piel de coyote del que
salían dos enormes cuernos de búfalo. Tenía la cara pintada en son de guerra de
rojo, azul y blanco, los colores de la bandera americana. Su disfraz era el más
vistoso. Si hubieran dado premios se hubiese llevado el primero. Los cuernos y
el casco ocultaban su agresiva calvicie. Se había hecho tatuar en el vientre,
creo, una especie de daga enorme. Era el chamán de QAnon.
Los
chamanes son los sacerdotes de las tribus primitivas. Hacen las veces de
curanderos y tienen, dicen, poderes sobrenaturales. QAnon es una combinación de
una de las más altas gradaciones de los que tienen acceso a los secretos
estadounidenses, a quienes les asignan la Q, mientras Anon es una contracción
de “Anónimo”. Varias veces una misteriosa letra Q ha firmado algunas de las
“teorías conspirativas” que circulan por Internet.
Curiosamente,
el señor Angeli tuvo que desmentir una de las más asombrosas teorías
conspirativas puestas en circulación por el trumpismo más rancio: que él era,
en realidad, un agente provocador colocado por la gentuza de Antifa o Black
Lives Matter entre los patriotas de derecha para sembrar el caos y desorden que
se vio en el capitolio el 6 de enero.
En un
twit enviado por el chamán a Lin Wood, abogado de Donald Trump, y experto él
mismo en difundir esos rumores, Angeli le explicó que él se había visto
obligado a luchar contra esos canallas. Sin dilación, persistió en la huelga de
hambre que había montado en la cárcel mientras el juez no le proporcionara
alimentos orgánicos que necesitaba su esbelto cuerpo de chamán. El juez,
magnánimo y garantista, le otorgó los alimentos que el reo solicitaba.
La
lista de las “teorías conspirativas” es casi infinita. Tienen que ver con la
importancia de los protagonistas. Por eso los judíos son una fuente inagotable
de rumores. Como el origen del pleito ocurrió en las sinagogas, y Roma era el
centro del mundo cuando el emperador Teodosio I en el siglo IV declaró “locos o
malvados” a quienes desobedecieran a los obispos cristianos del rito de Nicea,
los pobres judíos comenzaron a beber la sangre de los niños, a envenenar los
pozos de agua potable, a propagar las pestes y a cualquier perrería que se les
ocurriera a sus adversarios.
Desde
entonces circulan esas canalladas. Un Anderson Cooper, presentador y
comentarista de CNN (o sea, la definición perfecta del “enemigo del pueblo” en
esas mentes calenturientas), le preguntó a Jitarth Jadeja (de origen hindú,
pero estadounidense), renegado de QAnon, si de verdad creía que él, Cooper, se
alimentaba con la carne de los niños, a quienes antes les había bebido la sangre.
Jadeja le dijo que sí y le pidió perdón. Su explicación era que, si se formaba
parte de un culto, se corría el riesgo de creer cualquier cosa.
Creer,
por ejemplo, en septiembre 11 del 2001 hubo una secreta pasividad de los
militares que no respondieron adecuadamente al ataque a las torres gemelas o al
Pentágono. O sostener que ese día, ¡oh casualidad!, no fue ningún judío a
trabajar a las Torres Gemelas. Pero la palma se la lleva la negación de que un
avión de los secuestrados se estrelló contra el edificio del Pentágono “porque
nadie lo ha visto”.
¿Existe
alguna súbita cura para quienes creen en las teorías conspirativas? Me temo que
no. Existe una terapia de realidad, que es capaz de convencerte de que eres un
malvado y te conviene modificar tu conducta, porque de lo contrario vas a
terminar preso o muerto. Pero eliminar el tipo de pensamiento absurdo que te
lleva a creer en los zombis o en los extraterrestres que nos visitan, no tiene
un rédito claro e inmediato.
Si
mañana Donald Trump declarara que realmente perdió las elecciones se produciría
una decepción profunda en sus filas, pero no un cambio de convicciones. Muchos
dirían que fue forzado por el “deep State” para salvar las vidas de sus hijos.
Le darían otra vuelta a la tuerca. Sólo eso.
montaner.ca@gmail.com
@CarlosAMontaner
España-Estados Unidos
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