Definitivamente,
la vida se muestra cada vez más difícil cuando no se tiene un camino delimitado
por el cual ha de transitarse. Esto, no sólo constituye un problema para el
devenir del hombre en su diario trajinar. También, para la política pues sus
tiempos son la manifestación de todo cuanto ocurre alrededor de lo que el
hombre decide en su beneficio o en su perjuicio. Por eso decir o reconocer que
todo tiene su tiempo, es tan cierto que nada fuera de su espacio tiene más
utilidad que la que el hombre puede permitirse en aras de su evolución o su
involución. Todo, absolutamente todo, es registrado por el tiempo.
La
historia por ejemplo, al igual que la política, depende de lo que el tiempo
determine en su intrínseco desarrollo. Sin embargo, algunos capítulos de la
vida humana pueden verse cercenados por los efectos de tiempos que no
sincronizan lo que sus interioridades pueden revelar. Justamente, son esos
hechos. Y que al quedar desasistidos, desvirtuados o alterados por la acción
del tiempo, suelen pasar desapercibidos sin que sus efectos alcancen a atenderse
tal como ocurren.
Es así
como la historia y la política se imbrican hasta el punto en que luce algo
fácil confundir o manipular sus propósitos. Por eso, hay eventos que en poco o
nada trascienden como acontecimientos capaces de marcar verdaderos hitos. Sin
embargo, la vida brinda ocasiones fortuitas para quienes tienen la capacidad o
el potencial innato de otear el fondo de esos acontecimientos. Muchas veces
disfrazados de una emergente cotidianidad que sabe disimular el valor implícito
que dichos acontecimientos esconden.
Precisamente,
desde la esencia de esos hechos de sencilla apariencia, puede abordarse la
complejidad de procesos sociales creativos. O de procesos políticos audaces que
buscan apoyar no pocas acciones llevadas por el hombre en función de su
bienestar y progreso. Incluso, en términos de su atoramiento u obstrucción.
Esta
explicación intenta considerar el significado que para Venezuela, podría tener
la incertidumbre encubierta en cada decisión equivocada que tome el régimen.
Esto, considerando que su poder lo ha agrandado con base en los resultados
electorales forjados el pasado 6-D. Aún así, no ha entendido que no por haber
ensanchado su poder, lo ha consolidado legitimando su ejercicio y aplicación de
políticas.
Lo que
antes era la pétrea confusión entre esperanzas y motivaciones, capacidades y
necesidades, sabe bien disfrazarse. Por ejemplo, se disfraza de “farol” cuya
luz ilumina los más recónditos pasadizos que estructuran esa enorme y
complicada madeja llamada “régimen”. Sobre todo, cuando se envuelve de la
perversión maquinada para oscurecer la senda del desarrollo económico y social.
Y busca hacerlo, con la ayuda de un populismo demagógico ataviado de mil y una
formas.
Y
aunque las dificultades siempre serán parte estructural de los procesos
políticos y administrativos que habrán afrontarse, lo que ha corrido del año
2021 han sido hechos enrarecidos y peligrosos. Es decir, conflictivos por
cuanto asoman tiempos cargados de serios inconvenientes que ahondarán las
crisis actuales. Y para eso, la usurpación en el contexto de la política
complicará todo aún más.
Se
afincará en juicios contradictorios en conjugación con inconsistencias legales
que han comenzado a afianzar el ejercicio de la represión. En su ámbito, el
régimen seguirá manejando problemas con procedimientos difusos que proyectará
la oscuridad a todos los dominios posibles. Así el desorden se extendería más
de lo que hasta ahora ha deformado al país.
Pese a
lo referido, 2021 ha comenzado a comportarse como un año difícil en todo
sentido. Debe entenderse que nada es más dañino para las expectativas de un
país (en crisis), suponer que el tiempo lo resiste todo. Desde los engaños que
sirven de aliciente a una insustancial capacidad de gobierno provocada por
proyectos políticos decadentes, hasta la represión inculcada por ínfulas de la
hegemonía que se arroga todo poder despótico.
Debe
tenerse claro que el tiempo no transforma los problemas en datos de la realidad.
Tampoco los convierte en norma convencional. El tiempo sabe jugárselas todas a
la política. Sobre todo, cuando su ejercicio desconoce las verdades que avivan
protestas de todo tamaño y fuerza. Por eso, el régimen venezolano no debe
pretender enquistarse. Porque en política, al igual que en la vida misma,nada
es para siempre.
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Venezuela
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