No quiero aparentar ser un experto en algo en que estoy muy lejos de serlo: la política ecuatoriana. Sin embargo, perfectamente puedo referir mi impresión de por qué gana la tendencia del ex Presidente Correa, los comicios recientemente efectuados. El artículo no pretende ser una defensa de lo que algunos llaman “el correismo”, ni de las gestiones de Correa y su “revolución ciudadana”. Mi muy limitado interés es que se entienda por qué gana, luego de la desabrida gestión de Lenin Moreno.
Algunas personas, afectadas visceralmente por la
política venezolana de las últimas dos décadas, querrán ver en ese triunfo,
como lo hicieron con la victoria del MAS en Bolivia, la expresión de un pobre
pueblo ignorante, que generará miles de infortunios a Ecuador; sentirán que la
maldición del socialismo del siglo XXI sigue presente en nuestra América. Se
les aparecerán los fantasmas de Chávez y Maduro, y más allá Fidel y así hasta
llegar a Stalin, Lenin y Marx, que para este tipo de gente son exactamente lo
mismo.
En definitiva, no comprenden por qué sucede que la
gente vuelve a votar por quienes habían dejado el poder, y no le prestan
atención a cómo fue que ocurrieron esas transiciones de poder. Tan emocionados
estaban con las supuestas derrotas de dos tendencias que asimilaban similares a
las de Chávez-Maduro, que no se percataron que en el caso de Bolivia se trató
de un burdo golpe de Estado patrocinado por la OEA y por Almagro, que derivó en
un gobierno de facto, autoritario y negador de las reivindicaciones populares
obtenidas.
En el caso ecuatoriano, no procesan que el “correismo”
no perdió la elección luego de la salida de Correa. La ganó, sólo que su
candidato, una vez electo Presidente, se les volteó y se transformó en el
enemigo más acérrimo de su anterior líder, de su partido y del programa que
había acompañado como Vicepresidente. Esa actitud de energúmeno que actúa con
un resentimiento inexplicable, que desbarata con los pies lo que ayudó a
construir con las manos, no les gusta a los pueblos, que rápidamente se
distancian de ellos.
En sus períodos de gobierno, Correa tuvo numerosos
aciertos: construyó una infraestructura de servicios importante, dentro de ésta
la educativa y de salud; controló el gasto público, no generó aumento del costo
de la vida, redujo en forma importante la pobreza general y la extrema, mejoró
los servicios públicos, practicó el respeto a la autodeterminación de los
pueblos y no se vio envuelto en escándalos de corrupción. Todo esto contrastó
con la gestión gris de su sucesor, quien se dedicó a perseguirlo y a intervenir
en los asuntos internos de Venezuela.
El pueblo ecuatoriano esperó que transcurriera el
tiempo para de nuevo expresarse en las urnas, como ya lo había hecho cuando
votó por Lenin Romero. La sorprendente traición de éste, sus actitudes en casos
como el de Julián Assange, que llevaron a la repulsa mundial, fueron clara
demostración de su visceralidad enfermiza. El triunfo de Andrés Arauz no debe
sorprender a nadie. Significa que una mayoría de los ecuatorianos siguen
votando por la Revolución Ciudadana, que no tiene nada que ver con el
socialismo del siglo XXI.
No voy a hacer vaticinios sobre qué pasará en la
segunda vuelta electoral, aunque algo sí tengo muy claro: no es un problema
sólo aritmético.
lft3003@gmail.com
@LFuenmayorToro
Venezuela
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