Con la revolución industrial, en el siglo XIX, surge
el movimiento obrero, la política democrática, los partidos masivos, los
grandes sindicatos, “ligas” de trabajadores, grupos sociales de izquierda,
derecha y centro que compiten por el poder a través del voto. Es la llamada por
Robert Dahl “poliarquía”, sociedad dividida en múltiples intereses enfrentados.
Bismark, un estadista de derecha, es paradójicamente el creador nada menos que
de la seguridad social.
Lo hace con los sindicatos, la derecha, conservadores,
social cristianos, liberales y las izquierdas revolucionaria y reformista.
Lejos del pobrecitismo romántico, los trabajadores, eran protagonistas y
encabezaron grandes levantamientos en casi toda Europa. Marx estampa en el
Manifiesto, su frase inmortal y suicida: “un espectro recorre el mundo. El
espectro del comunismo”.
Perdónalos… no saben lo que hacen
Ejecutan vandalismos como la Comuna de París, tan
trágica, que la ciudad levanta la iglesia de Sacre Coeur en Montmartre para
pedir perdón al Altísimo por la, destrucción de obras de arte y asesinato de
inocentes. El “establecimiento” es la sociedad abierta, plural, poliárquica,
gobernada por hombres de las clases emergentes y movimientos de masas. El
primer caso de sufragio universal en la historia es la elección de Luis
Napoleón Bonaparte, con 75% de los votos, que a Marx parecía incomprensible.
Escribe asombrado “…el Estado burgués se deshace y se
vuelve a hacer”. El vigor de la izquierda fue tal que uno de los gigantes del
pensamiento político del siglo pasado, Edward Shills, escribió que “de cada
diez términos políticos, siete vienen de la izquierda”. Por eso la sociedad
abierta, plural, poliárquica, democrática, con florecimientos culturales de los
más poderosos de la historia, con el Renacimiento y el siglo de Pericles, quedó
motejada de “capitalista, gobernada por el capital.
Para la confusa visión de Marx, los empresarios que
habían hecho posible ese milagro, inventaban ferrocarriles, imprentas masivas,
máquinas textiles, sistemas productivos, eran ladrones que robaban la
“plusvalía” generada por el trabajo. Su idea del futuro radiante sería “el
control sobre los medios de producción” y la dictadura del proletariado, según
Trotsky, “dictadura sobre el proletariado”.
Deng, el neoliberal
El mundo entero adopta alguna forma de colectivismo o
estatismo socializantes: Se imponen en el bloque soviético, China y parte de
Asia y formas moderadas en EEUU de Roosevelt, Europa, Latinoamérica guiada por
Cepal... Pero murió de hambre el mundo comunista en el siglo veinte para que
algunos, solo algunos, entre ellos Den Xiaoping y Gorbachov, entendieran la
función de los empresarios junto a los trabajadores para crear empleo y
bienestar.
Ese andamio se desploma estrepitosamente durante los
ochenta, que inicia con la monstruosa crisis de la deuda latinoamericana, que
podía haber sido bancarrota mundial si no intervienen los gobiernos a través
del FMI. Hábiles creadores de fake news, los revolucionarios de derecha y de
izquierda inventan el neoliberalismo, y atribuyen a los bomberos, programas de
reforma económica que frenaban un colapso universal provocado ellos.
Hiperdevaluaciones, hiperinflaciones, pobreza extrema,
desempleo. El colectivismo hunde al mundo, pero afortunadamente Deng, había
transformado la sociedad china con el socialismo de mercado y la tesis de que
la economía de mercado no era patrimonio del capitalismo sino de la humanidad.
“Ser rico es glorioso” fue su grito de guerra a finales de los setenta y hoy
China es la primera potencia económica mundial. La paradoja trumpista: EEUU,
líder del chauvinismo anacrónico y China de la economía abierta.
Millones de capitalistas
Marx decretó “la concentración del capital” pero el
mercado global de valores convirtió las grandes empresas de cúpulas a propiedad
de millones de accionistas, entre ellos fondos de pensiones y sindicatos y con
un clik los capitales se mueven de un país a otro como golondrinas. Surgen las
empresas de garaje, grupos de muchachos creativos, hoy las más poderosas de
planeta. El poder lo han ejercido los políticos de partido y los antipolíticos,
estos últimos especializados en hacer lo que les da la gana y eludir los
controles constitucionales.
China lanzó su guerra la pobreza hace décadas y Xi
Jimping se declaró en Davos 2017 “líder de la globalización liberal”, mientras
Latinoamérica “del siglo XXI” declara la guerra contra la falacia del
“neoliberalismo”, incapaz de salir de la crisis. Argentina peronista pasó de
segunda potencia mundial en los cuarenta, al tercer mundo. Debía declararse
inepto para cargos públicos todo contagiado del Covid mental, el pensamiento
anacrónico.
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