También
percibo una clara tendencia de los venezolanos hacia el realismo y el
pragmatismo. La gente ha ido abandonando los extremos de etapas anteriores,
colocándose en una posición más centrista. La filosofía podríamos resumirla del
siguiente modo: el régimen es pésimo, inepto y corrupto hasta los faroles, pero
está atornillado porque las organizaciones y dirigentes que lo enfrentan
carecen de la fuerza necesaria para someterlo y sacarlo. Se trata, entonces, de
aceptar esa dura realidad e intentar obtener el mayor provecho posible dentro
del estrecho margen en el cual es posible moverse. La oposición no solo carece de partidos, sindicatos y grupos
metidos en la piel del pueblo, sino también de una estrategia global que les de
coherencia a las destinas iniciativas que emprende, tal como lo expone Alfonso
Molina en su agudo artículo, Panorama
crítico. Un oposición sin dirección política, publicado en la revista
digital Ideas de Babel
Entre
los factores que más alimentan este clima de desolación, se encuentran la
inflación incontrolable y el deterioro sostenido de los servicios públicos. El
caos reinante por la falta de electricidad, agua, gas en bombonas, gasolina e
internet, el estado de ruina en el que se encuentra el transporte colectivo,
público y privado. La precaria condición de la educación y la salud, patente especialmente por el caos
desatado por el corono virus. La falta de empleo bien remunerado, que ha
obligado a los trabajadores a refugiase en el inestable mundo de la
informalidad. Todos estos factores, que se dan simultáneamente y coexisten en
una atmósfera de precariedad generalizada, han convertido la vida cotidiana de
los venezolanos en un degredo.
La
gente quiere volver a vivir lo más pronto posible en un mundo donde rija una
cierta normalidad. Abra la nevera y esté encendida, con alguna comida para ese
día y los siguientes. Gire el grifo del baño y pueda lavarse la cara y darse un
baño. Calentar los alimentos con gas inyectado a bombonas o por tuberías. Ir a
la estación de la zona y obtener gasolina. Desplazarse por el Metro y llegar a tiempo
al trabajo. Conectar la computadora para que los hijos reciban clases o para
realizar un trámite bancario de rutina, y saber que la maquina va funcionar.
Todo dentro de la más estricta normalidad. Pero, ya ninguna de estas prácticas
cotidianas son ‘normales’. Ahora todo es extraordinario. Lo cotidiano se
transformó en excepcional.
Esa
ruptura con la normalidad que vemos en Venezuela, propia de las sociedades más
arruinadas, sigue empujando a los jóvenes y adultos a irse del país. Casi 40%
está planteándose emigrar una vez sea dominada la Covid-19.
En
este país destartalado, con un gobierno incompetente y voraz, con los mayores
niveles de pobreza de Latinoamérica, es lógico que la gente espere que el
régimen y quienes todavía conservan alguna legitimidad y representación por el
lado de la sociedad, se sienten a conversar para buscar rutas que detengan la
caída.
Los
venezolanos no quieren ni una salida de fuerza –ya sea por la vía del golpe de
Estado o por una invasión extranjera-, ni desean que las sanciones
internacionales continúen. Sienten que el castigo ha perjudicado a los más
humildes y vulnerables, mientras que al gobierno y a los enchufados no los ha
afectado en nada. Al contrario, a Maduro y su entorno les ha dado argumentos
para justificar su infinita incapacidad. La mayoría de los venezolanos aspiran
a que el apoyo internacional se traduzca en una poderosa fuerza que obligue
al régimen a proponer soluciones
factibles a la apremiante realidad que afecta a más de 80% de la población.
Esto es lo que se espera que impulse el nuevo gobierno de Joe Biden. Hasta
ahora, el presidente norteamericano –sin la estridencia de su predecesor- ha
mantenido la misma actitud inflexible ante el mandatario venezolano. En el
discurso en el cual se refirió a la política internacional estadounidense, no
mencionó a Venezuela. Ni siquiera a Latinoamérica. Este, en principio, no es un
buen signo. No aparecemos en su esfera de preocupaciones. Habrá que ver qué
sucede en las próximas semanas.
Por
ahora, somos los venezolanos quienes tenemos que ocuparnos de obligar al
gobierno a rectificar y ocuparse de la larga lista de graves problemas que
acorralan a la gente. Esa asfixia la han llevado a clamar por soluciones
negociadas inmediatas que mejoren en algo la calidad de vida.
Trino Márquez Cegarra
trino.marquez@gmail.com
@trinomarquezc
Venezuela
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