El análisis al que ha de
corresponder la siguiente disertación, partirá del escenario en el que la
democracia haya comenzado a debilitarse como sistema político. Así podría
asumirse que tan arduo problema, tiene entre sus causales el acaecimiento
fraguado de un nuevo sistema político. Este, montado con la vehemencia y
desespero de un poder político amparado en el miedo infundado en la población a
través de amenazas de riesgosas incidencias.
Aunque pareciera inconcebible, es
el caso Venezuela. Contrariada realidad, pero duramente cierta. El régimen, por
donde se vea, está forzando el cambio de la institucionalidad sobre la cual
descansa el “Estado democrático y social de Justicia y de Derecho” que
manifiesta la Constitución de la República en su segundo artículo. Y es que en
política hasta las estupideces y necedades humanas adquieren forma doctrinaria.
Esa desavenencia dialéctica, hace
notar una seria depresión en la lógica política a la cual se apegó , en 1999,
la redacción del texto constitucional venezolano. Y en lo específico, esto
configura el intersticio que deja ver el problema al cual se aferra la absurda
creación del patético “Estado Comunal”. Y que no es otra, entre distintas
razones, que la gruesa pero a la vez delicada divergencia entre las acepciones
politológicas de “democracia” y “república”.
Sin embargo, ahí no se queda lo
cuestionado. Se tienen otras causas que ponen al descubierto problemas
diferentes. En consecuencia, es posible conseguir vacíos y exabruptos de
naturaleza jurídica. Igualmente de índole cívico-moral, rayando con problemas
de ciudadanía. Estos a su vez, rozan con problemas de ética pública y de
conciencia. Incluso, con razones que comprometen los significados de libertad y
derechos.
La explicación que daría con algunas
pautas capaces de atajar la imposición de un Estado Comunal, tal como se
presume a instancia del régimen, no es de fácil definición. Tampoco, de
comprensión. Más, cuando se advierte que su instauración supone saltar por
encima de distintas restricciones de toda razón y género. Entre otras, algunas
marcadas por preceptos constitucionales. Otras en lo político, territorial,
social, económico, cultural, administrativo y jurídico. Aunque también, algunas
más referidas por aspectos que comprometen procesos de construcción de
ciudadanía.
Así que al momento de buscar por
dónde o cómo atajar las ínfulas de un Estado autoritario, azuzado por un
totalitarismo tan peligroso como el proyecto ideológico-político que anima sus
ejecutorias y proceso de elaboración y toma de decisiones, hace que su respuesta
no sea de fácil delineación. Tampoco, de sencillo discernimiento o explicación.
Algunas de sus vías conceptuales y operativas, lucen bastante complicadas.
Su complicación se suscita en
distintos ámbitos y diferentes momentos. Y es, precisamente, lo que debe
ordenarse a fin de conciliar esfuerzos, conocimientos y manejo de la situación
en análisis. Todo, desde la perspectiva de los recursos a emplear para ello.
Primeramente, habría que
consustanciarse con el abanico normativo. Revisar la actual Constitución,
ofrece importantes vías que aluden al propósito de cómo atajar el Estado
comunal.
De ahí que el ordenamiento
jurídico, determina valores, principios y mandamientos que no permitirían otro
sistema político que no se corresponda con una sociedad en comunión con “la
promoción de la prosperidad y bienestar del pueblo” (Art. 3). Así como tampoco
accedería la imposición de otro gobierno que no se atenga a condiciones
distintas de las que caracteriza un gobierno “(…) participativo, electivo,
descentralizado, alternativo, responsable, pluralista y de mandatos revocables”
(Art. 6).
La Ley Orgánica de Comunas (D-2010)
y su cuerpo de leyes, todas subversivas y sancionadas en medio de un proceso
fosilizado y con vida fantasmagórica, destaca el objetivo de “desarrollar y
consolidar el Estado comunal (…) para la construcción de la sociedad
socialista” (Artículo 7-Parágrafo 1). Ninguna de tan obtusas leyes, concuerdan
con la distribución funcional del poder. Tampoco, con el carácter federativo y
descentralizado del Estado venezolano concebido constitucionalmente. Cualquiera
de las repudiadas estructuras normativas (comunales) inspiradas en la
presunción de retorcer la institucionalidad democrática del país, se hallan
infectadas de cuanto sectarismo, resentimiento y revanchismo sería posible
aplicar.
El desespero funcional que traduce
el cuerpo de leyes que pretenden dar vida al Poder Popular, vehículo furtivo
del Estado comunal, se muestra sin ambages en toda su exposición. De hecho,
cualquier estamento de la Administración Pública, aparte de que algunos surgen
por elección popular, quedan sometidos a las decisiones del “autogobierno”.
Habida cuenta que el aludido “autogobierno”, tiene la potestad para asumir “(…)
la formulación, ejecución y control de la gestión pública” (Ob.cit.-Parágrafo
2) Es decir, todo pasa por el control inquisidor y contralor del Poder Popular
en sus distintas representaciones. Tanto así, que el llamado Parlamento
comunal, a través de su Consejo Ejecutivo, entre sus abusivas atribuciones,
está la de decidir sobre “(…) la regulación de la vida social y comunitaria”
(Art. 21)
¿Qué esconde el ajado Poder
Popular?
El Poder Popular, tal como está
diseñado, es el mayor tamiz o filtro de todo cuanto busca movilidad y funcionamiento
bajo la oscura noche de la revolución socialista. Sus instancias de
contraloría, planificación, legislativa, ejecutiva, administrativa, tanto a
nivel político, como de injerencia en lo económico y social, son el brazo
fiscalizador, distribuidor, regulador, acusador y exterminador que busca
emplear el régimen usurpador para acometer sus contradichas e impertinentes trapisondas.
Ello, implica el pleno ejercicio de
la soberanía popular a través de sistemas de agregación o anexión comunal sin
que otra instancia tenga alguna posibilidad de detener su rapacidad y manejo
autónomo, usurero y arbitrario de los recursos, capacidades y potencialidades
que mueven al Estado venezolano en su rango de actividades.
Todo esto opera a favor del
presidencialismo, estatismo, centralismo, y clientelismo en tanto que actúan
como complementos implícitos del poder despótico. Este, es una expresión vehemente
del autoritarismo hegemónico que padece Venezuela. Es como una suerte (mal
ganada) de minimalismo político o de escepticismo de la vida nacional. Y la
única forma de restarle malignidad a la fuerza que mueve tan horrendo monstruo
de mil tentáculos, es atajando la coacción que plantea la existencia de un
Estado comunal.
Y atajar sus amenazas, significa
evitar su presencia e incidencia en los planos de la vida nacional. Deberá
entenderse que cualquier intención en este sentido, parte del significativo
hecho de sembrar educación política en la población. O sea, cultivar educación
política en el ciudadano común. Y para lograrlo, debe elevarse el nivel de
información política en el venezolano. De esta manera, será posible que haya la
participación ciudadana y movilización política que compromete toda acción que
bien pueda despejar cualquier duda frente al firme propósito de evitar la
existencia del arcaico Estado comunal. De ahí la afirmativa pregunta de ¿cómo
atascar el Estado comunal?
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Venezuela
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Venezuela
No hay comentarios:
Publicar un comentario