En ésta y muchas otras materias no
se pueden tener posiciones duales o múltiples, ni ambiguas, dependiendo de si
las conductas al respecto son de quienes consideremos amigos o aliados o de si
tenemos como adversarios o enemigos a quienes las despliegan. No puede ser que,
si lo hace uno de los míos o alguno que esté de mi lado, está bien hecho y hay
que permitirlo y celebrarlo, pero si lo hace quien no está conmigo o de mi
lado, hay que condenarlo y enfrentarlo. Ese tipo de posiciones acomodaticias
son realmente deleznables y no favorecen los intereses de la nación venezolana.
Ahora, vamos a describir claramente
las distintas situaciones, que pudieran llevar a confusiones verdaderas y no
interesadas, para poder diferenciar las cosas muy bien, de manera de no caer en
errores conceptuales productos de posiciones subjetivas, emocionales o
interesadas. Afirmo que no existe hoy en Venezuela ninguna invasión militar de
otros países, como algunos han insistido en el caso de las relaciones con Cuba
o con Rusia, y a veces incluso extendida a los casos de China, Irán, Turquía y
El Líbano, o a la presencia de grupos irregulares militares de carácter
político o simplemente delincuenciales.
Y no existe invasión ninguna como
tampoco existía en el pasado adeco-copeyano ninguna invasión del ejército
estadounidense, independientemente de existir una misión militar permanente en
Venezuela y de llegar incluso a manejar y administrar material militar de
carácter estratégico, como fue el caso muy conocido de los radares del estado
Falcón. Había asesores militares en los cuarteles, hubo ejercicios militares
conjuntos entre nuestro ejército y el ejército gringo, como ocurrió en Guayana
con el Batallón de Selva a finales de los ochenta.
Hay varios artículos y
declaraciones públicas mías de la época de estos ejercicios, que se hicieron
sin autorización obligatoria del Congreso de la República, pero que en todo
caso fueron autorizados por el Ejecutivo Nacional del momento y no contrariaban
su voluntad. Se puede criticar agriamente la realización de ese tipo de
actividades e incluso calificarlas de ilegales e inconstitucionales, como lo
hice entonces, pero no se puede hablar de que se trataba de una invasión
militar, pues los destacamentos militares extranjeros no vinieron a conquistar
territorio ni a enfrentar a las FFAA venezolanas.
Hoy ocurre prácticamente lo mismo
con efectivos militares de Rusia y de Cuba. Pero estos efectivos están en el
país con el consentimiento del gobierno e incluso en labores de entrenamiento y
trabajo conjunto, algunas respaldadas por convenios, con los que podemos o no
estar de acuerdo, pero nunca calificarlas como una invasión militar. Estos
actores militares pueden tener capacidad de tomar decisiones, como la tuvieron
en su momento quienes operaban los radares de Paraguaná, pero tenemos que
entender que las decisiones finales las toma la FANB, como en el pasado las
tomaban las FFAA del país.
Sobre la existencia de grupos
armados irregulares en Venezuela de carácter político de cualquier signo,
escribiré en el futuro si la vorágine que sufrimos me lo permite. Sólo diré por
ahora que tampoco es un problema exclusivo de los gobiernos de este siglo,
aunque éstos pueden haberlo potenciado, y que tienen como causa el conflicto
violento de décadas existente en la vecina Colombia y su política de querer
transformar a Venezuela en el yunque, que permita aplastar con un martillo a
los irregulares colombianos que escapan en un momento dado de su territorio.
Algo siempre rechazado nuestros gobiernos pasados y actuales
Luis
Fuenmayor Toro
lft3003@gmail.com
@LFuenmayorToro
Venezuela
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