Porque cómo es posible que habiendo tantos temas y
platos fuertes sobre mesa y manteles, así los nacionales y los internacionales,
así los mundiales y más allá, galácticos o microbianos, que son los vinculados
al destino mismo de la humanidad en este momento de la historia, tu mente
escoja, sí, la tuya, ella que es la que lo decide casi todo y de su cuenta pero
de nuestro riesgo, ese título evasivo y casi que burlón y guapachero que sirve
de cubierto, que dadas las circunstancias pareciera al menos discordante y tan
fuera de tu foco acostumbrado de imagen y atención bibliográfica.
No te parece un poco irónico y sarcástico, pero sobre
todo irresponsable y descocado, sacarle en apariencia el cuerpo al público por
razones personales que a nadie debieran importar, cansancio tuyo se supone,
hartazgo existencial, y despacharte así no más de un plumazo o de dos la
oportunidad de decir y apuntar sobre la realidad vigente y denunciar, otra vez
y hasta el cansancio como toca, lo que la cruda vida enseña, y describir una
situación, fotografiar posibles responsables, proponer y propiciar una salida,
decir algo vibrante y adecuado tal vez.
Y aparte, porque subrayo que es una descortesía eso de
venir así de ok como si nada y echarnos ese balde de agua helada encima y ni
siquiera alegrarnos el día como esperabamos, dejándonos con los crespos hechos,
a los de cierta generación de riesgo como tú y como yo, y alegrarnos la vida
aunque sea un instante con los aromas del tiempo, amores, olores, sabores y
texturas que ese título coqueto evoca en nuestro inconsciente musical
colectivo. O chico: es que si tú no tienes remedio ni perdón, ponte a hacer
otra cosa.
Porque si te estoy leyendo no es por ti, es por el
título, porque me pareció atractivo, sabroso, cariñoso, constituyente y
empático para con el lector, distinto a esos ladrillos repetidos y mudos llenos
de jeroglíficos y distancias que se redactan para público que les saca el
cuerpo aunque no diga, porque está hasta la coronilla de lo que ocurre en el
país, en el barrio, en la familia o en el alma, escenario donde ocurren los
mayores desastres del universo; porque se desgañita a cada rato y no encuentra
respuesta, porque no tiene plata en el bolsillo para hoy, ni futuro que
imaginarse para mañana, porque ni siquiera el presente existe sino una escalera
inútil porque no lleva a ningún sitio, enjabonada a propósito de problemas y
mentiras sin fin; qué pandemia ni qué pandemia. Porque fíjate tú que a lo que
hemos llegado y el gobierno feliz, es a un cansancio provocado, inhumano,
calculado por y desde el poder.
Por eso es que tanta gente anda achantada, descreída,
persiguiendo si se puede “el demonio fugitivo de los minutos felices”, como
decía Baudelaire, para que tú veas que uno también tiene su tumbao y yo lo
traduzco aquí bailando a mi manera. Y entonces uno se encuentra con un título
como el tuyo y se deja atrapar buscando el país que se le perdió en algún cruce
de caminos, mala jugada, cosas que pasan, y resulta que se da cuenta de que la
nostalgia es una calle ciega y se da vuelta y no sabe dónde regresar porque las
calles que nos vieron nacer y jugar, trabajar y soñar, amar y más amar, ya no
existen, ya no me reconocen ni yo a ellas, nos las robaron los malandros del
barrio. Sabrá Dios cuántos le estarán pintando ahora pajaritos en el aire.
Aunque viéndolo bien creo que eso parece pero no es.
La verdad y sacando cuentas es que hay mucho por hacer y los pajaritos en el
aire, los papagayos de la ilusión y de la esperanza, deben estar a pesar de
todo alumbrando puertas que parecen cerradas, que parece. Siga escribiendo
amigo que algo deja.
Leandro Area
Pereira
leandro.area@gmail.com
@leandroarea
Venezuela
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