Varias conclusiones se pueden extraer del acuerdo
logrado recientemente entre el gobierno de Maduro y el “gobierno” de Guaidó. Y
utilizo el término gobierno para definir a quienes mantienen el control de una
parte de las decisiones de poder que corresponden al Estado venezolano. No
estoy hablando de legalidad, ni de constitucionalidad, ni de legitimidad. Estoy
refiriéndome a un hecho objetivo, que sólo pueden negar los fanáticos empeñados
en que sus deseos, afectos y desafectos, son los que determinan la realidad y
no al contrario, como realmente ocurre.
Maduro controla el territorio venezolano o por lo
menos formalmente lo hace. En forma similar, controla las decisiones
económicas, judiciales, legales, sociales y políticas al interior del país.
Tiene por lo tanto una parte del “poder” que corresponde al Estado. Guaidó, por
su parte, controla, o por lo menos formalmente lo hace, las relaciones
internacionales con los países más importantes y numerosos del mundo occidental
y los recursos financieros venezolanos represados en el exterior. Tiene, sin
lugar a dudas, parte del “poder” que corresponde al Estado.
Quienes luego de largas conversaciones y discusiones
llegaron al acuerdo, para usar una parte ínfima del dinero venezolano represado
en la banca internacional en el pago de las vacunas del sistema “COVAX” de la
OMS, se reconocieron como adversarios con poder. Ambos querían que se
utilizaran las vacunas del sistema antes mencionado, pero Maduro no podía
disponer de esos recursos, pues no es reconocido por quienes manejan a su
antojo las finanzas mundiales. Guaidó no podía instrumentar el proceso de
vacunación, pues carece totalmente de control al respecto. Negociaron, ambos
ganaron y ganó el pueblo.
Puede no gustarles a muchos esta conclusión, pero es
evidente que así fue. Ningún gobierno, el de Maduro menos, conversa y llega a
acuerdos con quien no tiene nada que darle. Y Guaidó tenía la posibilidad de
darlo. Ninguna oposición negocia con un gobierno que no está dispuesto a
otorgar algo a cambio y Maduro estuvo dispuesto a dar su autorización, lo cual
de hecho significó un punto a favor de Guaidó, al poder presentar a los
venezolanos su primer logro luego de más de dos años de actuaciones erráticas.
Una segunda gran conclusión que se extrae de lo
ocurrido es que las negociaciones y los acuerdos entre adversarios extremos son
perfectamente posibles y necesarias. Se acabó, por una parte, ese cuento de que
con dictadura no se negocia, que negociar es venderse y traicionar, que quienes
negocian son unos alacranes, que se le está dando oxígeno a la tiranía asesina
y estupideces por el estilo. Se acabó también el cuento contrario, que sólo
exige prisión para los traidores a la patria, que habla de socialismo o muerte,
más de muerte quizás; que califica de fascista a todos los que se le oponen e
imbecilidades propias de fanáticos. El diálogo y la negociación son entonces
perfectamente posibles.
No me voy a sumar al coro alborozado que felicita a
los protagonistas de la tragedia que vive Venezuela, pues ésta continúa.
Simplemente manifestaré mi acuerdo con lo actuado, pues ha triunfado por
primera vez en mucho tiempo la sensatez y de la misma se beneficiarán, por lo
menos eso espero, quienes viven en Venezuela en condiciones de pobreza,
incertidumbre, desesperanza y tristeza, que nunca imaginé podríamos vivir. Se
prendió un fósforo en la obscuridad del túnel.
Luis Fuenmayor Toro
lft3003@gmail.com
@LFuenmayorToro
Venezuela
Totalmente de acuerdo.
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