Desde que los
padres de la llamada Teoría Crítica, agrupados en el Instituto de Investigación
Social de la Universidad de Francfort, a inicios de los años ’20, comenzaron a
cuestionar la razón occidental, el pensamiento moderno ha ido progresivamente
reduciéndose hasta acabar en lo que el profesor Bauman denominó, ‘sociedad
liquida’, diluido entre la soledad del hombre y la banalidad de las sociedades
que alcanzaban la prosperidad y el confort.
Este período
de crecimiento económico y aceleración de la sobre producción y la súper tecnología,
al mismo tiempo relegó a otras sociedades hasta invisibilizarlas y desplazar a
sus poblaciones a minorías segregadas.
De esta manera
surgen progresivamente los movimientos que irán redescubriendo los rostros de
quienes permanecieron por décadas relegados y cubiertos por las sombras de la
inexistencia como realidades solo importantes para ofrecer, tanto materias
primas como su misma humanidad, para ser exhibida en el circo de las ilusiones
de ferias tercermundistas.
Ese mundo
perdido y exótico, compuesto por una formidable ‘heterogeneidad temática’ ha
ido agrupándose en lo que se conoce como minorías étnicas, religiosas,
sexuales, ideológicas, que en su ‘hibridación política’ van a coincidir hasta
esto que en los últimos tiempos se ha dado en llamar, ‘violencia epistémica’,
término acuñado por la doctora M. Belausteguigoitía, quien a su vez lo
desarrolla a partir de las ideas de la profesora, Gayatri Spivak.
Este mundo
donde ahora nos toca vivir es el espacio donde anidan y se expresan todas y
cada una de las minorías que por décadas han sido silenciadas por los sistemas
ideológicos imperantes, que de manera vertical han establecido un solo tipo de
razón y de pensamiento soportados por una institucionalidad que le da sustento
y sentido de existencia.
Han pasado
poco más de 90 años desde que la Teoría Crítica, de M. Horkheimer fue publicada
exponiendo los principios y el razonamiento para explicar la realidad que
significó el sufrimiento de las sociedades europeas de entre guerras y los
procesos de industrialización. La violencia epistémica viene ahora a indicarnos
que todo tipo de pensamiento, de razonamiento que genere violencia o sea motivo
de enfrentamiento, es contrario al pensamiento lógico y trascendente, y, por
tanto, carente de humanismo. No creo, sin embargo, que, como están indicando
algunos extremistas en sus reclamos sociopolíticos, las posibilidades del
pensamiento complejo sean motivo para demostrar la locura de esto que se
señala.
La violencia
epistémica va directamente al núcleo, centro del problema: la ausencia e
invisibilización del Otro-contrario, su reducción al silencio y anulación. La
discusión de este postulado propone visibilizarlo y reconocerlo como sujeto
histórico. Esto último que señalamos está siendo manipulado, tanto por las
corrientes de pensamiento populista/extremista, integrados en poderosos y
gigantescos medios de comunicación, como de la institucionalidad tradicional
negada a integrar a la realidad de sus sociedades, los rostros ausentes del
protagonismo que por derecho humano le corresponde desempeñar.
Estoy de
acuerdo en revisar, discutir, proponer e incluso, incorporar el pensamiento de
las realidades minoritarias como derecho humano a existir, sin que ello signifique,
como se está evidenciando, la imposición de un sistema de vida totalitario,
donde gran parte de esas ‘minorías’ históricamente relegadas, una vez en el
poder, se dediquen a desarticular el Estado y legitimar la venganza de
quienesbuscan, como sistemática perversión de una ‘razón de la marginalidad’,
imponer su pensamiento y consciencia desechables. Es la típica reacción del
‘hombre de la tribu’ que se ampara en su legítimo reclamo para incendiar de
odio y rencor el entorno donde se siente extranjero y, por tanto, reniega y
rechaza.
Gobernar sobre
los escombros de una sociedad de minusválidos mentales no creo que nos lleve a
ningún puerto medianamente tranquilo y seguro. La fragilidad del pensamiento
del hombre de estos tiempos está soportada en la incertidumbre de quienes han
estado ocultos por generaciones en las cuevas del fracaso como individuos
rezagados, resentidos sociales, por tanto; deseosos de acceder al poder para
vengarse del mundo y disponer de lo que nunca han tenido.
Tergiversar
teorías que han sido por años tratadas escrupulosamente por teóricos
reconocidos es falsear la historia, para dar paso a un tipo de pensamiento de
la marginalidad, y con marginales jamás se podrá desarrollaruna sociedad que
beneficie a las mayorías y mucho menos, acceder a un estado humanizado de
riqueza integral.
Juan Guerrero
camilodeasis@hotmail.com
@camilodeasis
Venezuela
No hay comentarios:
Publicar un comentario