Tal vez no sea esto lo que a la mayoría de la gente –
quizás a usted - le gustaría leer en un artículo sobre La Democracia. Pero la
realidad es que tenemos que empezar por tocar tierra y no caminar por la vida a
tres centímetros del suelo, como hacía un representante del maligno en una
novela de misterio que alguna vez leí.
En principio, dejemos ya, de una vez, de asignarles
todas las culpas y responsabilidades a los pueblos -no "al pueblo"
que manipulan ciertos políticos-; y centrémonos más en los sistemas y modelos de gobierno que se les ofrecen y las
promesas que se les hacen para conquistar sus votos.
Los pueblos son personas de carne, hueso y cerebro
que, fuera de trabajar y luchar por su sustento, no tienen mayores opciones que
la resignación y la espera.
La esperanza
es, siempre, la última frontera entre sus dificultades y una sociedad
que les permita desarrollo y bienestar en lapsos razonables – media vida- y,
así, poder transmitirlo a sus hijos.
Liberalismo limitado
Los conceptos básicos de libertad individual,
asociación e igualdad ante la ley; la defensa de la propiedad privada,
autonomía contractual y reparación de daños; del individualismo y la globalización
aunada a la limitación del poder de control del Estado (con sus inevitables
corolarios: libertad total de mercados y comercio libre) se ha venido
deteriorando con el tiempo.
Las dificultades concretas para lograr implementar
estas teorías y la poca absorción de sus preceptos en los estratos sociales
para beneficiar igualitariamente a la mayoría neta de los seres humanos ha
hecho que la filosofía liberal y sus herramientas básicas pierdan fuelle e
impulso en el nuevo mundo que advino en el Siglo XXI.
¿Está el capitalismo exhausto?
Tampoco el sistema económico que deriva del
liberalismo, el capitalismo, ha logrado permear hacia todos.
Así, los dogmas relativos a que los Medios de
Producción sean privados, que el Mercado servirá como mecanismo justo y eficaz
para asignar recursos (siempre escasos) y que el Capital, sin más, sirve de
fuente principal para producir mayores riquezas, se han venido agotando hasta
casi llegar a una asfixia funcional.
En su etapa más eficaz, el capitalismo logró avances increíbles para la civilización
y el desarrollo humano. Pero hoy, masas ingentes de personas en las periferias
de los grandes centros de producción, no logran acceder a sus mecanismos para
beneficiarse eficazmente del sistema.
Las realidades del Mundo Nuevo
La llegada del Siglo 21, las economías emergentes
exitosas (China, India o Turquía) y la irrupción globalizadora de los Medios de
Comunicación (y ahora la Pandemia Covid19), están llevando a nuevos –
reformulados o “aggiornados”- modelos políticos, económicos y sociales que
buscan nuevos nichos y formatos que permitan participación, aunque sea nominal,
de los pueblos para superar necesidades casi ancestrales o muy antiguas.
Así, dicen, “garantizan” –con promesas novedosas- que
podrán hacer “algo” de forma directa para su mejoría existencial aquí y ahora.
Y no sólo bajo las conocidas formas éticas, morales,
religiosas o apegadas a lo legal: también de manera disruptiva y distópica cuando no abiertamente ilegal, represiva o
criminal.
La Pandemia “Covid19” ha exacerbado dichos procesos a
niveles mundiales y ha obligado a naciones enteras a comenzar a pensar la
reformulación de su acercamiento real a la sociedad que las soporta y a la
forma de resolver problemas concretos de sus poblaciones, de sus bloques
asociativos y del mundo en sí mismo.
El Momentum para un Nuevo Liberalismo
Con nuevas, inteligentes y bien adaptadas
aproximaciones políticas a los problemas de toda índole que han venido
surgiendo, el liberalismo debe ahora –si de verdad quiere sobrevivir- ya no
establecer premisas para un mundo en crecimiento sino para un mundo en
desarrollo, -no significan en absoluto
lo mismo- para empezar a lograr que los inmensos beneficios que ofrece el
sistema (cuando logra aplicarse bien)
alcance, de verdad y en breves lapsos, sin utopías insostenibles, a esas
grandes porciones de excluidos del desarrollo, de la vida digna, de la salud
pronta, de la diversión necesaria y el reposo debido además de la alimentación
como un acto humano reflejo e inalienable más que de una ingente necesidad
diaria.
No es únicamente “resolver” temas económicos (que han
mejorado muchas cosas, es verdad, aunque no bastaron) y que cada quien se
arregle con las demás variables del sistema.
Es lograr que los pueblos retomen la ilusión por
participar activamente en el mundo del que son parte para lograr aquella
“máxima felicidad” en su breve lapso vital, además de mantenerse activos en
todos los sentidos.
Y sobre ese tema, hay mucha tela que cortar.
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