jueves, 5 de agosto de 2021

ALEJANDRO MENDIBLE: PERÚ, PEDRO CASTILLO EL PRESIDENTE DEL BICENTENARIO

En momentos cuando el cuadro de inestabilidad sudamericano alcanza un nivel dilemático asistimos al reconocimiento de Pedro Castillo como presidente electo del Perú, un país clave para la conformación geoestratégica del continente en la actualidad. El hecho somete a prueba la capacidad de resistencia de la democracia liberal en este país garantizada por la constitución vigente de 1993, que fue sancionada durante el gobierno de Alberto Fujimori cuando la sociedad peruana se protegía de la amenaza terrorista de Sendero Luminoso, una situación que se replantea tres décadas después bajo otros términos pero en esencia relacionada al valor de la libertad.

Una situación que nos mueve a pensar sobre lo que puede ocurrir en el próximo lustro tomando como referencia la desestabilización populista alcanzada por el chavismo en Venezuela desde 1999 y lo que podría acarrear el “Castillismo” con su movimiento o por el contrario considerando la concientización regional ver como la voluntad y firmeza de la sociedad y las instituciones peruanas puedan crear un muro de contención democrático, de defensa de la propiedad privada y de su constitución, cuyos efectos redundarán sobre el orden del continente.


La llegada al poder de Castillo se monta sobre la plataforma histórica creada por la celebración del Bicentenario de la independencia que nos permite repensar la evolución de la república. En este largo tiempo histórico el poder presidencial se ha legitimado bajo los preceptos liberales y aceptando el sistema capitalista desde sus inicios en el 28 de julio de 1821 cuando el general argentino José de San Martin declara la independencia en la Plaza Mayor de Lima y es confirmada el 9 de diciembre de 1824 cuando el ejército de la Gran Colombia bajo el comando del general Simón Bolívar nombra al general Antonio José de Sucre para dirigir la Batalla de Ayacucho que pone fin al colonialismo español en el continente sudamericano.


La liberación de Perú guarda diferencias con las del resto de países sudamericanos por cuanto fue más “concedida” por los héroes extranjeros que ganada por sus propio nacionales y permite el ascenso de la sociedad criolla en reemplazo de la española colonial que fundamentaba su poder de dominación desde la sede virreinal localizada en la ciudad de Lima, para subyugar a la sociedad india confinada mayormente en las reducciones de la región de la sierra donde su poder menguado continúo siendo asociado a la ciudad del Cusco la antigua capital del imperio inca. El pasado del “buen gobierno” del imperio inca como lo escribe el Inca Garcilaso de la Vega en “Los Comentarios Reales” pasa a convertirse en mito esperanzador de la nueva mentalidad de los indios oprimidos quienes esperaban superar su penoso presente una situación que continua en la republicana frente al racismo y el centralismo limeño. El nuevo Estado concentra su atención en la capital, no reconoce su carácter plurinacional y continua inserto en el sistema mundo capitalista occidental asumiendo un nuevo estatus de país con una independencia política relativa pero subordinado en lo económico a centros metropolitanos extranjeros.


En 1921, al arribar a su primer centenario el Estado peruano se había formado desde unos inicios inciertos y azarosos hasta la llegada a la presidencia de Ramón Castilla en 1855 cuando el gobernante contando con el boom del guano consigue las bases económicas que le permiten construir el primer ferrocarril del continente, consolidar la deuda interna y externa, abrir las primeras fabricas del país, elaborar el primer presupuesto nacional y crear una burocracia gubernamental que impulsa las actividades


del país mucho más allá de sus dos periodos que se extienden hasta 1879 cuando Perú entra en una etapa de reformas institucionales tras la aparición de un nuevo recurso el salitre cuya explotación conduce al país a la infausta guerra con Chile debido a cuya derrota pierde parte del territorio y aparece una enorme frustración nacional que todavía gravita en el subconsciente nacional.


No obstante, éste periodo termina en 1899 cuando aparece la republica aristocrática oligárquica que se extiende hasta las grandes huelgas por las jornadas de ocho horas en 1919 que abren la búsqueda nacional de la modernidad. De esa coyuntura política sale el presidente Augusto B. Leguía quien durante su Oncenio aprovecha la ocasión de la efemérides del Centenario de la proclamación de la independencia (1921) como un acto laudatorio de su proyecto político de una “Patria Nueva” cuya finalidad representaba su ruptura personal con la oligarquía civilista y el intento de crear una nueva sociedad peruana aceptando de manera demagógica al indio, la modernización de la ciudad de Lima convalidando el centralismo político y la creación de nuevos nexos de dependencia con el capital norteamericano. Este periodo termina truncado con un golpe de estado en 1930, el cual además de derrumbar a Leguía refleja los graves efectos de la crisis del sistema capitalista internacional que determina mediante la confrontación de los sectores peruanos involucrados el surgimiento de una respuesta de contención al cambio social?? creada por el ejército apoyado de la oligarquía para vetar cualquier posibilidad de modernización y democratización propuesta por Haya de la Torre como máximo líder del APRA el primer gran partido de masas del Perú.


Esta situación se prolonga por tres décadas cuando mediado por las condiciones creadas por la guerra fría se instaura un “Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas” que asume un “Plan Inca” de transformación nacional siguiendo una tercera vía “ni capitalista ni comunista” y en medio de este contexto el presidente general Juan Velasco Alvarado en 1971, la principal figura del régimen, capitaliza los festejos del Sesquicentenario de la independencia para rescatar la figura histórica de Túpac Amaru II como el símbolo de la reforma agraria y del cambio social que aunado al fortalecimiento del estatismo tiene por finalidad romper con el imperialismo. Al sucumbir el experimento transformador, nuevamente el Perú entra en una larga búsqueda por medio siglo, de opciones que la estabilizaran políticamente.


Es un proceso zigzagueante que pasan por frustrados ensayos democráticos a decepcionantes y corruptos intentos dictatoriales siendo el último el Alberto Fujimorí que termina con su vacancia por incapacidad moral en el 2000. En lo que va de siglo la democracia ha funcionado como el sistema que ha garantizado la alternabilidad en el Perú a pesar de las dificultades presentadas hasta la actualidad cuando el presidente electo, Castillo, manifiesta su aspiración de una salida socialista que puede significar el fin del pluralismo político.


La idea del socialismo es introducida por José Carlos Mariátegui en los años de 1920 cuando a través de su original interpretación del problema del indio elabora un aporte al pensamiento marxista, sin embargo la evolución e interpretación de su pensamiento ha experimentado un gran avatar hasta la actualidad en que el partido de gobierno “Perú Libre”, afiliado al Foro de Sao Paulo, lo recoge como su antecedente más dicha afiliación levanta suspicacias al declarar Castillo que no imitará ningún modelo extranjero cuando es notorio la existencia de una coordinación regional entre sus afiliados, los presidentes de los gobiernos de Fernández de Argentina, López Obrador de México y Arce de Bolivia (donde el expresidente Evo Morales acusa a los expresidentes Macri y Bolsonaro de haberlo derrocado en el 2019), con la finalidad de


convalidar la falta de legitimidad en sus respectivos países e imponer una elite ideológica regional.


En Perú como en el resto de países sudamericanos se presenta un intenso debate sobre las opciones enfrentadas de dictadura y democracia acentuada por la deriva autoritaria visible en el pensamiento socialista que pretende retrotraer las enormes posibilidades del continente al pasado de la guerra fría cuando un la pequeña isla caribeña de Cuba logro sobrevivir instaurando un régimen totalitario comunista autista de los derechos humanos. Frente a esa anacrónica posibilidad surge en la isla en la isla un canto de libertad de “patria y vida” que es acompañado por los pueblos de la región de seguir controlando de manera democrática su marcha hacia el futuro


Alejandro Mendible
mendiblealejandro@gmail.com
Caracas – Venezuela


Enviado a nuestro correos por
Jesús Enrique Matheus Linares
jmateusli@gmail.com
@UranioMomoy
Caracas - Venezuela

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