A propósito de la proximidad de los comicios electorales del 21-N del año en curso, el miedo invade por doquier. Más, cuando está dispuesto a hacer que las cosas empeoren como en efecto están ocurriendo. Las encuestas hacen de las suyas. Bien para avivar emociones, o para activar el miedo manipulado. O como recurso estratégico para arrinconar el pensamiento. O para fustigar actitudes. Es ahí cuando sólo queda la desesperación como reacción que lleva a nublar la inteligencia. A desterrar la humanidad del hombre. Y hasta los valores que afianzan la vida.
Por eso cuando el miedo se posesiona de una persona, lo primero que desaparece es la vergüenza. Luego lo hace con la dignidad. Y esto sucede no sólo a nivel personal. También ocurre a las organizaciones que piensan y ejercen la de gobierno. Sobre todo, cuando se acerca algún evento político que comprometa objetivos, intereses y necesidades. Coyunturales o estructurales. Es indistinto.
Esto es lo que acontece en Venezuela ante el proceso electoral convocado por el régimen usurpador, a los fines de elegir gobernadores, alcaldes, legisladores y concejales. O sea, se procederá a la renovación de todos los cargos ejecutivos y legislativos de las 23 entidades federales, al igual que de los 335 municipios del país.
Esta información da una idea del volumen que comprende el alistamiento logístico a emprenderse por parte del Consejo Nacional Electoral, CNE, como ente representativo del Poder Electoral. Según lo dispone el artículo 292 constitucional.
En el fragor de tales condiciones y requerimientos, el régimen se devana sus neuronas para cuadrar los arreglos confabulados entre los actores protagónicos de las correspondientes elecciones. La sola idea de salir derrotado de esa consulta nacional, lo hace víctima del miedo. Ahí tiende a perder el dominio de sí mismo al sentirse apresado por el miedo de verse defenestrado o con el poder arrollado. Habida cuenta del peligro que representa el desbordamiento de la situación en cuestión por causa del miedo que le induce al régimen acercarse a su propio abismo. Más, por cuanto refería el poeta y novelista mexicano, Amado Nervo, “el miedo no es más que un deseo al revés”
El tiempo que ocupa el presente, el régimen lo dedica a leer e interpretar encuestas y análisis de prospectiva política. Intenta negar cualquier pronunciamiento que ponga al descubierto los arreglos procurados a fin frenar las alusiones de ilegitimidad que vienen marcándolo distintos gobiernos del mundo libre.
No hay duda que esta situación tiene al régimen en franco desespero. Su estrategia apunta a llenar de miedo la población para así vaciarla de esperanzas. Sin embargo ese mismo miedo lleva al régimen a cometer equivocaciones que tienden a hundirlo en el lodo de la crisis política, más aún. No entiende que el miedo que padece, es más terrible que el peligro que lo angustia. Sólo se afinca en el postulado fascista que refiere que “gobernar a base de miedo, es sumamente eficaz como recurso para someter al individuo a retorcidas intensiones”
La agitación que levanta con sus consignas engañosas, tienen al régimen en ascuas. Solamente al pensar y medir el riesgo que significa el hecho de perder los privilegios que le han permitido escudriñar todo por seguir encubriendo sus pillerías. No hay duda de que el régimen no vive otra utopía distinta que seguir siendo gobierno. Pareciera haber comprendido que temer a un problema, podría provocar encontrarse con otro peor.
Y es que no hay otra razón. Por eso para la dictadura venezolana, el procesos electoral en ciernes es una gruesa manipulación de elementos de política. Su visión radical de la política hace ver dichas elecciones, cual negocio donde busca saciar su hambre a costa de cualquier arrebato que le garantice su permanencia en el poder. Es un asunto de vida o muerte política.
Para el régimen no existe otro proceso de decisiones que no es el que sus cuentas suman. Y a la fuerza. Sin recato alguno. Es la gobernanza de un sistema político maquinado por el fascismo y el sectarismo como valores de la ideología de la represión. Es el ejercicio de la política ordenada por una ingeniería inspirada en el derrumbe de la civilidad.
Y cuánto cuesta (sociopolíticamente) hacer que la población comprenda de una vez por todas que, de seguir viviendo bajo el manto del miedo, infundido o no, nunca podrá desplegar las alas que permiten al hombre volar alto, en libertad y con libertad. A pesar de advertirse el miedo como recurso político.
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Venezuela
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