Las clases presenciales o, mejor, semi-presenciales son una necesidad: los niños, niñas y adolescentes han pasado demasiado tiempo alejados de las aulas y de la relación directa con sus docentes y compañeros, demasiado tiempo sin seguir las dinámicas cara a cara de la escuela normal, con sus trabajos en equipo, sus explicaciones docentes, sus puestas en común… La educación a distancia no puede igualar la fuerza de la presencial en esas edades. Además, la mayoría de los alumnos y alumnas se han visto perjudicados por la carencia en sus hogares de equipos digitales apropiados y servicio de Internet regular. Esperamos que el curso de la pandemia permita abrir las puertas de los planteles en octubre, exceptuando localidades muy afectadas y cumpliendo con todos los requisitos.
El primero de los requisitos es la vacunación de quienes allí concurran. El gobierno afirma que ya hay 81% de docentes vacunados, pero no tengo claro si se refieren solo a la primera dosis, dado que la campaña hacia ese personal empezó hace poco. Es factible y necesario que en el transcurso de las próximas semanas un alto porcentaje de docentes y otros trabajadores de las escuelas cuente ya con su vacunación completa, y esté así mejor protegido. Igualmente, puede lograrse que una buena porción del estudiantado haya recibido su inmunización.
Otro requisito es el de la adecuación de los locales. El MPPE informa que están trabajando en la infraestructura y mobiliario de unas 1.200 escuelas en todo el país. Suena bien, pero los planteles públicos son 25.000. Es decir, las mejoras anunciadas se están realizando en menos del 5% de los centros educativos. ¿Qué pasa con los restantes? ¿Están todos en buenas condiciones para recibir a sus pequeños usuarios y usuarias?
Un tercer requisito es la mejora de la remuneración de las educadoras y los educadores del sector público, pulverizada por la crisis que nos agobia. Para que las y los docentes puedan en verdad ocuparse de sus pupilos requieren un ingreso digno. Hace pocos meses hubo un aumento importante, pero se partía de una base tan baja que no logró alcanzar un nivel mínimamente adecuado. La mesa de diálogo en México debe considerar con urgencia esta situación: no se puede pretender que la educación funcione gracias al sacrificio del magisterio.
Aurora Lacueva
lacuevat@hotmail.com
@AuroraLacueva
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Venezuela
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