miércoles, 8 de diciembre de 2021

DYLAN J. PEREIRA: LA ENCRUCIJADA POLACA

Durante 3 décadas, Polonia constituyó el mayor triunfo democrático del mundo poscomunista, y como un ejemplo a seguir dentro la “Cortina de Hierro” y sus “suburbios”. Las elecciones del 4 de junio de 1989 fueron el primer paso en la transición democrática de Polonia, siendo consideradas como las “elecciones inaugurales de la democracia”, impulsando una suerte de “ola democratizadora” a imagen de Samuel Huntington, aunados a cambios significativos de las condiciones geopolíticas de todo el bloque comunista; motivados por los procesos de perestroika y glasnost introducidos por Mijaíl Gorbachov en la Unión Soviética, dejando a un lado la doctrina de Brezhnev. La apertura de Gorbachov promovió dentro del régimen comunista polaco una “liberación” sistemática que desembocaría en la necesidad irreversible de apertura democrática pluralista, a través de históricas negociaciones con los representantes del sindicato independiente, Solidaridad, bajo el liderazgo concreto y efectivo de Lech Walesa.

Así pues, Polonia, una nación con una memoria histórica muy compleja, asediada durante décadas por el choque de potencias, al gozar de una posición geoestratégica clave; que sufrió los crueles y devastadores embates de la Segunda Guerra Mundial, habiendo sido invadida por la Alemania nazi; una sociedad controlada durante décadas por el aparato burocrático autoritario de la República Popular de Polonia, logró la instauración progresiva de una democracia liberal en este ADN polaco.

Es de hacer notar la importancia del ascenso en 1978 de Karol Wojtyła como Papa Juan Pablo II, ya que en torno a su figura se canalizó esta sociedad de arraigada tradición católica, contraria al ateísmo y autoritarismo comunista, siendo así una variable fundamental en el proceso transicional polaco, que coincidió con el aumento progresivo de protestas y manifestaciones populares reaccionarias a la profunda crisis económica que los gobiernos de Edward Gierek y de Wojciech Jaruzelski habían sumido el país, acumulando una deuda externa gigantesca que presionaba drásticamente a la economía polaca.

Esta contemporaneidad paradigmática al consolidarse Polonia en la década de los 90´s del S. XX como una transición democrática modélica, logró una consolidación importante de la axiología e institucionalidad democrática, afianzada por el ingreso pleno a la Unión Europea el 1ero de mayo de 2004, bajo el imperativo del respeto al Estado de derecho y a los derechos humanos.

La actualidad política en Polonia preocupa a muchos por la polarización política y los constantes impases con las instituciones comunitarias europeas, ante prácticas gubernamentales que según Bruselas socaban el sustrato y las bases de la democracia polaca; Bruselas argumenta que los últimos pasos del gobierno de Andrzej Duda coloca la división e independencia de los poderes públicos en tela de juicio, tambaleando las bases democráticas e inaugurando una profunda crisis constitucional que aún no cesa.

Sin embargo, los impases entre Varsovia y Bruselas, propios de una dinámica tan compleja como la institucionalidad comunitaria de la UE, se han incrementdo por una dramática crisis migratoria en la frontera con Bielorrusia; el régimen de Minsk liderado desde hacía 26 años por Aleksandr Lukashenko, tiene un papel geopolítico en la región absolutamente transcendental. Tras la disolución de la Unión Soviética, Bielorrusia ha tratado de combinar la fuerte vinculación que tiene con Rusia con una política exterior lo más independiente posible; pese a esto, la estrecha cooperación entre Moscú y Minsk se desarrolla en asistencia política, financiera, técnica y militar y se ha visto fortalecida tras las nuevas sanciones impuestas por la UE, al no reconocer las controvertidas elecciones presidenciales del 9 de agosto 2020 , y la reciente crisis fronteriza, que no es un asunto exclusivo de la soberanía de Polonia sino de toda la UE según lo previsto en el Tratado Schengen y el Tratado de Lisboa;

Es de hacer notar la posición geopolítica de Bielorrusia: es una ruta importante para sus vecinos miembros de la UE y la OTAN, como Lituania, Letonia o Polonia además que por su territorio pasan los vitales oleoductos por los cuales Europa se nutre de petróleo y gas ruso. Por lo tanto, lo que ocurra en Bielorrusia es clave para la seguridad militar, estratégica, política y económica tanto de Rusia como de la Unión Europea.

La respuesta de Minsk a esta realidad ha sido tan poco ortodoxa como condenable; condenamos absolutamente el uso de seres humanos como armas e instrumentos de presión con fines políticos; nunca debemos perder de vista, en un sentido kantiano, que toda persona es un fin en sí mismo, con un valor infinito, por lo tanto, es una grave violación a nuestra naturaleza cosificar al otro. Es responsabilidad de todos apoyar, proteger y respaldar a los millones de migrantes en todo el mundo.

La pertenencia de Biolorrusia a la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa), podría facilitar la apertura de una mediación externa ante la imposibilidad presupuesta de una mediación entre el régimen y una oposición aún dispersa; Alemania y Francia, parecen apuntar hacia esta dirección. Lo cierto es que este tipo de situaciones colocan de manifiesto la interdependencia y vigencia del europeísmo que nutre la sociedad polaca, descartando de facto una eventual salida de Polonia de la UE, y reafirmándose esta como un espacio de protección y promoción de la democracia, el Estado de derecho y los Derechos Humanos.

Dylan J. Pereira
Dylanjpereira01@gmail.com
@dylanjpereira
Venezuela

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