Hay cosas que no admiten sarcasmos, ni frases supuestamente ingeniosas, ni jueguitos de palabras. Zapata hubo uno, y solo uno. Y las malas copias no son sino mal asomados a un arte que requiere inteligencia superior y un tino que es asunto de cerebros brillantes como el de Zapata.
El asunto del Museo de Arte Contemporáneo Sofía Imber no admite párrafos “creativos”, porque es un tema que no tolera la bobería del mal gusto, que no es sino ramplonería de medio pelo.
Yo tuve el privilegio de conocer y tratar a Sofía Imber. Un ser excepcional. Ella misma decía que de todo lo que había hecho en la vida -y vaya si fue mucho y muy bueno- no le quedaba duda que lo mejor había sido crear, criar, amamantar, nutrir, formar ese museo. A él le entregó su vasto conocimiento, su infinita devoción, su compromiso incuestionable.
No sé en cuál cielo esté hoy Sofía. Si desde allí ve lo que ha ocurrido, debe estar tristísima. No es poca cosa que algo al que le dedicó años de su vida sin ningún otro fin que dar de beber al país del mejor arte haya caído en este imperdonable destrozo. Pero el que haya quien se haya tomado el lamentable hecho como una oportunidad para escribir y decir frases bochornosamente irrelevantes, eso le debe doler aún más.
Espero que allá donde esté Sofía no vea esto. Ella no merece este dolor tan espantoso.
Soledad Morillo Belloso
soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob
Venezuela
No hay comentarios:
Publicar un comentario