Su
discurso de toma de posesión se colocó en esa línea. Había quienes esperaban
que se refiriera a los grandes problemas del planeta en la actualidad. No fue
así. Dada la situación existente en Estados Unidos desde algunos meses antes de
las elecciones de noviembre, el nuevo Presidente de Estados Unidos tenía que abordar, a partir de una visión
general y estratégica, la compleja encrucijada en la que se encuentra la sociedad
norteamericana. Así lo hizo.
Trump
deja un país dividido y polarizado, en el cual el 6 de enero hubo un intento
fallido de golpe de Estado. Deja una sociedad enrumbada hacia una eventual guerra civil. Allí existen más armas de fuego
que población, muchas de las cuales se encuentran en manos de ese sector
que simpatiza con el expresidente,
precisamente el más agresivo y belicoso. Washington fue militarizada para la
transmisión de mando. Parecía una ciudad en guerra. En ese ambiente erizado,
las palabras del nuevo mandatario tenían que dirigirse a desactivar la bomba
solo mata gente colocada por Trump en los cimientos del sistema institucional.
Biden
dijo en su discurso inaugural: “prevaleció la democracia”. “Querían expulsarnos
de El Capitolio, pero no pudieron”. En efecto, fue así. Luego de un breve
parpadeo de algunas de las figuras más importantes del Partido Repúblicano,
estos recompusieron sus planos e hicieron prevalecer los intereses de la
democracia en un Estado federal tan complejo como el estadounidense. Mike Pence
-el vicepresidente, tratado siempre como segundón por el empresario convertido
en jefe de Estado- se le insubordinó en el momento preciso. Se negó a
desconocer la decisión de los colegios electorales que habían ratificado la
victoria inobjetable de Biden. El líder de la mayoría republicana en el Senado,
Mitch McConnell, también se distanció de Trump en el momento crucial. Ahora lo
señala como instigador de los bochornosos hechos ocurridos en El Capitolio. El
ala más moderada de los republicanos decidió no acompañar al presidente
saliente en esa aventura tan temeraria y peligrosa como era descalificar los
resultados de las elecciones del 3 de noviembre. Prevalecieron los intereses
nacionales sobre la insensatez de un megalómano, que no sabe cómo manejar la
frustración, y anda por la vida tratando de imponer su criterio sobre la
opinión de la mayoría.
Insistir
en la importancia de la “unidad nacional” estuvo entre los hilos conductores de
la alocución de Biden. Su diagnóstico fue breve, preciso e inapelable. La
sociedad norteamericana solo ha estado cohesionada durante períodos muy breves.
Luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial. En algunos momentos de la Guerra
Fría, especialmente cuando la Crisis de los Misiles en octubre de 1962. Sin
embargo, la nota dominante ha sido la división entre blancos y negros; entre el mundo rural y el mundo
urbano; entre inmigrantes y nativos; entre quienes se apañan con la
globalización y quienes creen en el nacionalismo a ultranza. Trump subrayó
estos contrastes. Los alimentó. A la población negra la despreció y agredió.
Esa fue una de las causas fundamentales de su derrota. Ahora a Biden le
corresponde curar las heridas que las fracturas han provocado, como él mismo lo
señaló en sus palabras. Tiene que recomponer la nación, no a partir de esos
pedantes y odiosos slogans Make America Great Again o America First, sino del
reconocimiento de que Estados Unidos se
convirtió en un país segmentado, atravesado por desigualdades y contradicciones
enormes, que ponen en peligro la posibilidad de emprender proyectos
nacionales de largo alcance.
Ahora,
habrá que ver cuáles son las primeras medidas que Biden anuncia con relación a
América Latina y a Venezuela. Por ahora, la oposición ha sido muy bien tratada.
Juan Guaidó fue reconocido como líder por Anthony Bliken, el nuevo Secretario
de Estado; y Carlos Vechio estuvo presente en el acto de juramentación,
invitado por el nuevo Presidente.
El
discurso de Biden no estuvo dirigido al mundo. No fue urbi et orbi. Se centró en la reconciliación, la lucha
contra los enemigos de la democracia y los factores que conspiran contra la
unidad nacional. Todo su esfuerzo, dijo, estará colocado en rehacer la unidad
de Estados Unidos. La crisis desatada por la Covid-19, inevitable de tratar,
fue tocada tangencialmente. Ya vendrán los anuncios.
¡Qué
bueno ver de nuevo a un político profesional de larga y probada trayectoria
asumir la presidencia de Estados Unidos! Los forasteros autoritarios y
megalómanos solo causan grandes daños a los países que gobiernan.
trino.marquez@gmail.com
@trinomarquezc
Venezuela
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