sábado, 21 de noviembre de 2015

ANTONIO SÁNCHEZ GARCÍA, ¡MACRI O VENEZUELA!

Ha transcurrido una década de cuando fuera a Santiago por primera vez a convencer al candidato Sebastián Piñera de incorporar el nefasto ejemplo de Venezuela como pedagogía electoral. Los electores chilenos debían saber del destino que les esperaba si se inclinaban por la candidata de la izquierda chavista.

Entonces los hornos no estaban para esos bollos. Venezuela aún no tocaba fondo, ni Chávez terminaba por desempacar el paquete castrocomunista, ni el mercado mundial había derrumbado los precios del petróleo.  Teníamos perfecta y absoluta conciencia de que Chávez era el mensajero de la devastación, que se hundirían los precios del petróleo y que la deriva despótica y dictatorial del chavismo terminaría por mostrar su tripero en cuanto se asomaran algunas dificultades en el horizonte. 

Así gran parte de la oposición rechazara dicho pronóstico. Lo que tampoco era muy necesario: Venezuela ya contaba con suficientes presos políticos y Chávez era el clásico caudillo militarista del que no se podían esperar más que desastres. 

Pero la opinión pública estaba adormecida, chantajeada, comprada o complacida: para ella Chávez era un justiciero que venía a corregir las violaciones y corruptelas de la pasada democracia. Una matriz impuesta con el favor de gran parte de la propia oposición venezolana, que corta de entendimiento y carente de imaginación política seguía cebándose en denunciar a la Cuarta, pretendiendo pasar agachada ante la Quinta. No fueran a despertar el monstruo.

La muerte de Chávez y el derrumbe de los precios del petróleo, sumado al ex abrupto de nombrar a un pobre diablo como su sucesor, han terminado por desgarrar la venda del engaño. Hoy Venezuela ha alcanzado tales cotas de descrédito y desprecio universales, que se ha convertido en la metáfora del horror político: dictatorial, nepótica, represora, corrupta y narcotraficante, sirve del contra ejemplo y brújula para no cometer el monstruoso error de seguir su senda. Así, el gran analista cubano Carlos Alberto Montaner envía un twit asombrado por la última consigna movilizadora de la oposición argentina en vísperas de las cruciales elecciones presidenciales de este domingo: O MACRI O VENEZUELA.

Debiera avergonzarnos. Sobre todo a quienes, ya mayores, sentimos en el pasado el orgullo de pertenecer al país modelo de la democracia política, entonces humillada y escarnecida en todos aquellos países dominados por feroces dictaduras militares. Precisamente: siendo Argentina uno de ellos. De ser el faro de libertad y prosperidad en la región nos hemos convertido en su mal ejemplo. En gran medida por la inconsciencia, la inmadurez, la falta de sindéresis y grandeza espiritual de nuestros propios ciudadanos. Y en no poca medida, debido a la extinción de nuestra mejor generación histórica: la del 28. Aquella que nos convirtiera en ejemplo del hemisferio.

Duele en lo más profundo haber perdido todas nuestras virtudes para convertirnos en modelo de maldad, ineficiencia, corrupción y despilfarro. Dios quiera que los argentinos se nieguen a seguir nuestro ejemplo. Y con Macri al frente de su gobierno, se empeñen en liberar a la región de las garras del castrochavismo, que acecha desde el Foro de Sao Paulo y La Habana a todos los países del hemisferio. Así Washington y el Vaticano insistan en mirar de soslayo. En cuanto a nosotros, no puedo menos que recordar la admonición de Simón Alberto Consalvi:

“Hoy, como nunca, Venezuela está requerida de políticos capaces de comprender e imaginar la sociedad por venir, que tengan la sensibilidad y la formación que les permita alzarse sobre las mezquindades y los intereses de secta, que sean aptos para emocionarse con las posibilidades de hacer o de emprender una obra trascendente.”

¿Los obtendremos? De la respuesta depende nuestro futuro como Nación.

Antonio Sanchez Garcia
sanchezgarciacaracas@gmail.com
‏@Sangarccs

Miranda - Venezuela

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