Los hechos
acontecidos en los últimos días, en
especial la captura de los sobrinos, demuestra que nos enfrentamos
electoralmente a un régimen forajido, no hay discusión, es un hecho ominoso
para el país, donde, si la familia ilegítima tuviera un ápice de ética
personal, social y política, ya habría renunciado.
Hoy el régimen se ha
convertido en una amenaza para la seguridad interna y externa, demuestra una
vergonzosa ingobernabilidad hasta para contener a su entorno, el caso alcanza
el clímax internacional para determinarnos como un país forajido “aguantador” de redes
terroristas y narcotraficantes.
El régimen no puede garantizar seguridad doméstica, orden y paz, debido a sus falencias éticas: morales, políticas, sociales y económicas, lo que se traduce en la pérdida de la capacidad oficial para desempeñar las tareas básicas inherentes a todo gobierno legítimo. ¡Bochornoso!
El régimen presenta
un agravante a su desprestigio y es el silencio cómplice ante el ominoso caso
de los narco/flores lo que se traduce en
avance de su desprestigio. El silencio es una modalidad sibilina de
manipulación, son prácticas de quienes no se atreven a manifestarse frente a un
hecho concreto y apelan a los
subterfugios del silencio cómplice. Las últimas declaraciones sobre un supuesto
“secuestro”, es una actitud indignante y vergonzosa, es pretender ignorar el
caso “Haití”. Bochorno y más bochorno.
La corrupción y la
impunidad han destruido nuestro país y mientras sigamos tolerando la
complicidad oficialista con la delincuencia y sus mafias, quienes disfrutan de
gran impunidad, también nosotros seremos cómplice de tamaña infamia al país.
El caso en comento
rebasa los límites de lo tolerable y así ha sido percibido claramente por un
colectivo que tiene una opinión pública consciente y decidida a rescatar la
dignidad nacional el 6D. La abstención en las parlamentarias se traduce en un
silencio cómplice con la mafia oficialista que ampara la corrupción y el
narcotráfico. ¿Cómo explicar al colectivo votante el contraste entre la
mediocridad oficialista y la grave crisis moral, social, económica y política?
Ganar o vencer. La
consigna es ¡VENCER! Ganar simplemente tiene una connotación mediocre en la
lucha política, se corresponde con el pernicioso conformismo de un triunfo
pírrico de una mayoría simple el 6D.
Vencer tiene un sentido excelso, significa triunfar, ser victorioso, obtener éxito y superar nuestras propias limitaciones. Vencer genera un ambiente de cohesión social y política. Un equipo vencedor es aquel que lucha contra su oponente, contra su enemigo y le vence. Un equipo perdedor es el que lucha contra sí mismo; si nos conformamos con ganar “algunos” diputados, no venceremos al enemigo y perdemos la oportunidad de abrir espacio para la regeneración legislativa del país. La orden es vencer. Basta de bochornos.
Fernando
Facchin Barreto
ffacchinb@gmail.com
@fernandofacchin
Carabobo
- Venezuela
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